En torno al año cero. Entre Satavahanas.
ALEJANDRO TAPIA VARGAS
La mayoría de nosotros ha oído hablar de las civilizaciones antiguas como la de los sumerios, los egipcios, o de los mayas, pero ¿cuántos hemos escuchado hablar de los satavahanas?
Quizá no sean tan antiguos, aunque su época de florecimiento se ubica entre los 200 a.e.c y los 200 e.c. Ocuparon el área del Decán en la India, entre los ríos Godavai y Krisna, y se extendieron de la costa oeste a la costa este de la India, entre los actuales mar Arábico y golfo de Bengala. Por su ubicación y por los años de su existencia, los satavahanas tuvieron contacto con los kalingas, los griegos, los romanos, los distintos reinos de Magadha, así como los escitas y los chinos. Este pueblo ha recibido poca propaganda. Sin embargo, tomando en cuenta el mundo conocido de entonces, su poderío en la antigüedad fue el de un comercio mundial. Y, además, a ellos les debemos las representaciones monumentales del arte budista, que son icónicas e impresionantes.
Los satavahana formaron parte del imperio Maurya. En el área de Andhra se erigieron varios edictos menores en roca. Se separaron del imperio a finales del siglo II a.e.c. Se entiende que formaron parte del sistema administrativo establecido por Ashoka. Durante la llegada de los shunga, los satavahanas se levantaron en armas, destruyendo sus fuerzas militares ya disminuidas al sur de la región Malwa.
Los satavahanas establecieron su capital en Pratishthana (actual Paithán). Durante las siguientes décadas, movieron la cabecera de su reino según las invasiones, llegando a extenderse desde Nasik hasta la desembocadura de los ríos Krishna y Godavari, en Andhra.
El subcontinente
Los satavahanas fueron testigos de la transformación de los territorios de sus vecinos. Al noreste, los kalinga obtuvieron su independencia de los shunga. Al noroeste, los greco-bactrianos pasaron a ser indo-griegos; quienes durante el último siglo antes de la era común, fueron invadidos por los partos (o pahlavas) y los nómadas escitas (o shakas) de las estepas. Estos últimos se instalaron cerca de la desembocadura del Indo hasta la actual Gujarat y se establecieron como pueblo sedentario. Los satavahanas y los shakas permanecieron en constante guerra en la zona de Sanchi, ganando y perdiendo terreno, incluso pese a alianzas matrimoniales (Vashishtiputra Satakarni desposó a la hija del Shaka Rudradaman, durante el siglo II e.c.). Sus enfrentamientos duraron más de dos siglos.
Al sur de los satavahanas, el idioma fue una frontera. La cultura tamil (de lenguaje dravídico) floreció con independencia de lo que ocurría en el resto de la India. Se definieron diferentes grupos, como los cholas, pandyas, satiyas y keralas, quienes sostuvieron guerras entre sí, incluso contra Ceilán (Sri Lanka), al mismo tiempo que establecieron relaciones comerciales con los satavahanas.
La base de la producción de los satavahanas fue la agricultura y el comercio, lo que estimuló el intercambio entre sus dos costas. Los ríos Godavari, Krishna, Pennar y Vamsadhara eran navegables hasta cierto punto. Los Godavari y Krishna, por ser más grandes, se utilizaron como vías fluviales para el tráfico interno de pasajeros. Tenían puertos en las costas y aprovecharon sus diferentes rutas fluviales para establecer asentamientos comerciales a lo largo de los valles en el interior de la región. Por tierra, emplearon brechas y cañones montañosos.
Satavahanas, crisol comercial
Los satavahanas se mantuvieron en guerra al oeste con las dinastías y pueblos que llegaron al Valle del Indo, pero más importante fue el desarrollo comercial que sostuvieron al noroeste. El contacto con indo-griegos les permitió hacer llegar sus mercancías por tierra al Asia central y al Mediterráneo.
Consolidados los satavahana, tuvieron un encuentro con otro imperio recién nacido: los romanos. Fue un encuentro comercial. Tras la caída de Egipto en manos de los romanos (año 30 a.e.c.), se cuenta en las crónicas que más de 120 naves comerciales recorrían el mar Rojo y atravesaban el mar de Arabia para traer mercancías de la India. El puerto de Bharukachchna (Baruch), el de los tiempos con Sumeria, resurgió. Con este comercio, se beneficiaron los puertos satavahana, shaka y tamiles a lo largo de la costa de los Ghats occidentales; incluso en la costa oriental, en Chola, en el puerto de Arikamedu, hubo una colonia y factoría de muselina romana
El imperio romano, al solicitar un alto consumo de especias, estimuló a los satavahanas a tener un mayor contacto marítimo con las islas del sureste asiático (Java, Sumatra, Camboya, Borneo y Bali); al mismo tiempo, hacía llegar sus mercancías por vía marítima a Egipto y el Mediterráneo, a través del mar de Eritrea. Mientras, los indios kalinga y kanva de Magadha comerciaban con Birmania al este y al sur con los satahavana, cholas y cingaleses.
Al inicio de la era común, los yuezhi (o yue-chi), originalmente del noroeste de la China, se extendieron desde el valle del río Ilí (actual Kazakstán) hacia el sur, siguiendo los límites de la cadena montañosa del interior del Asia. Cruzaron Pamir y el Hindu Kush, de tal manera que para el siglo I e.c. cruzaron el Punjab y se extendieron por la planicie del río Ganges. Con los siglos por venir, la historia los conocería como el poderoso pueblo de los kushan que tanto apoyó a los budistas.
La llegada de los yuezhi a la India, abrió aún más el comercio con los pueblos del Asia Central, llegando hasta el mar de Aral, al norte, a las estepas, y a la China Han, en el extremo oriente. Sí, estamos en los albores de la Ruta de la Seda.
Un pueblo del que poco se habla en estas tierras del suroeste indio, pero que parece tuvo presencia desde entonces, es el pueblo judío. Según la tradición judía, tras su invasión por los asirios en el 722 a.e.c una pequeña comunidad de judíos fue a dar al Cachemira y Goa en la India en su diáspora. Y, alrededor del año 50, Santo Tomás y San Bartolomé, los evangelistas, predicaron a una pequeña comunidad de judíos radicados en el suroeste de la India. En el Libro de Esther de la Tanaj (biblia judía) se menciona que había judíos en el reino persa de Jerjes (siglo V a.e.c.), la India y Etiopía. Se ha llegado a considerar que específicamente radicaban en Beluquistán en la frontera india. Otra versión dice que con la diáspora definitiva de los judíos (tras la destrucción del templo de Jerusalén por los romanos en el año 70 e.c.), una comunidad de mercantes se estableció en el suroeste de la India, en Kodungallur de los Kerala. De esto, hay parcial evidencia en el origen de ciertas palabras indias en la Biblia, que bien pudieron haber sido resultado de su comercio (como simio, pavo, sándalo) y algunos textos del Talmuld mencionan al jengibre y al hierro como resultado del intercambio de mercancía con la India.
Sí, las mercancías circulantes fueron de todo tipo. A manera de ejemplo, a la India llegaban, oro y marfil procedentes de Etiopia; conchas de tortuga de Socotra. Perlas, tintura purpura, textiles, vino, dátiles, oro, esclavos, lino, topacio, coral, estoraque (incienso), vidrio, plata, cobre, estaño, plomo, trébol de olor, ungüentos medicinales, venían del Golfo de Persia procedente del occidente de Asia.
De la India, los productos salían en varias direcciones. Al puerto de intercambio de la isla de Socotra, arroz, trigo, textiles como la muselina y de ahí se distribuían a Roma, Etiopia y Yemen. A los puertos de golfo pérsico se enviaba cobre, madera (sándalo, teca y ébano), especias, turquesa, lapislázuli, hilo de seda e índigo, oro, plata y hasta esclavos especializados como niños cantores o doncellas.
La sangha
Con el comercio, aparecieron gremios de artesanos y mercantes que se fortalecieron. Establecieron normas de calidad de lo que se producía, así como reglas de trabajo que no sólo aplicaban a los comerciantes y artesanos, sino también a los miembros de sus familias y a las cooperativas con las que se asociaban. Apoyaron a diferentes comunidades de ascetas. Jaina, ajivakas, budistas y brahmanes se vieron favorecidos con donaciones de chaityas, estupas, cuevas y mahaviras, de parte de estos gremios. Además de preservar los lugares de culto o peregrinación, así como para pasar en retiro la temporada de lluvias, la construcción de estas habitáculos y templos, significó un anuncio y un ejemplo de las habilidades profesionales de los gremios y las cooperativas de trabajadores, así como una muestra de su poderío económico.
Llama la atención la concentración de estupas budistas en la región del sureste satavahana. Se han identificado en la actualidad alrededor de 72 sitios budistas en las áreas de Andhra y Telagana. Destacan los restos de las estupas de Dhulikatra, Phanigiri, Nagarjunakonda, Kesanapalli, Chandavaram y Amaravati. Son más elaboradas en tamaño y forma. Tanto los frisos como los domos estaban esculpidos con escenas tradicionales de la India, con representaciones alegóricas a escenas de la vida del buda, a historias de sus vidas anteriores (jatakas) y figuras antropomorfas. Por la calidad de su manufactura, podemos reconocer la riqueza de sus patrocinadores y la habilidad de los gremios de artesanos que las construyeron.
De manera semejante, en el lado opuesto, cerca de la costa oeste se donaron grupos de cuevas-monasterios a distintas sanghas. Particularmente en las proximidades de la actual Bombai, en la región de Maharashtra, son de todos conocidas las de Bhaja, Elefanta, Mahakali y Kanheri. Con sus chaityas, estupas interiores, relieves en roca y decoraciones de madera. Estas cuevas fueron ocupadas a partir del siglo II a.e.c y continuaron ampliándose y decorándose durante varios siglos incluso posteriores al declive satavahana.
Los dos 4º concilios budistas.
Dos eventos registrados por la tradición budista se dieron lugar en la época de los satahavana, pero ocurrieron lejos de sus fronteras. Sí, hacemos referencia a los dos 4º (sic) concilios budistas. Entre ellos hay una distancia histórica de doscientos años, una distancia regional de tres mil kilómetros y una distancia cultural de siete pueblos con sus lenguas y una efervescencia económica unida por un comercio que demoraba en desplazarse por tierra casi dos meses y por mar algunas semanas. El contexto de estos concilios lo hemos escuchados de sobra.
El primer concilio ocurrió en Ceilán. Miembros de la sangha habían penetrado ahí durante el siglo III a.e.c, al parecer como resultado de la difusión del dharma por Asoka. Para el siglo I a.e.c. ocurrió una hambruna en la isla y debido a que los monjes morían, se acordó poner por escrito todos los sermones conocidos, el idioma fue el pali (tradición conocida posteriormente como Theravāda).
El segundo concilio ocurrió aproximadamente doscientos años después y en el noreste del subcontinente indio. Rememoremos, con la conversión al dharma del rey Indo-griego Menandro I (quien reinó hasta el 130 a.e.c.) se favoreció a diferentes sanghas, se construyeron escuelas y recintos para los ascetas, apareciendo los primeros monasterios. Cuando, hacia el año cero, los kushans (una facción de los yuezhi llegados de la frontera con China) conquistaron la región indo-griega, continuaron favoreciendo a grupos de sramanas y a los seguidores del Buda, quienes crecieron y se expandieron al Asia Cental y a China. Ya en la era común, a principios del siglo II y bajo el reinado de Kanishka, convocaron en Cachemira a un consejo a los miembros de las sanghas.
En esta región, los miembros de la sangha, los sarvastivada, ya no mendigaban. Al noreste vivían en monasterios, estudiaban en escuelas patrocinados por distintos gremios y gobernantes. Al norte empezaron a esculpir las primeras esculturas físicas del Buda. Los arqueólogos han ubicado las primeras apariciones de esculturas del Buda en Shravasti, Kausambi y Sarnath (sureste de Mathura). Por otra parte, los discursos del Buda se habían empezado a trascribir al sanscrito y al chino; aparecieron documentos didácticos explicativos, comentarios a las escrituras, conocidos como abhidharma. Aquí apareció el desacuerdo: un grupo rechazaba su autoridad y proponía confiar sólo en la autoridad de los sutras (los Sautrántikas), mientras que otro grupo compiló una colección de textos comentados conocidos como el Abhidharma Mahavibhaṣa Sastra (Vaibáshikas). Ambas corrientes convivieron en los monasterios y escuelas de la región; sus enseñanzas se expandieron a lo largo de las rutas comerciales entre los mercaderes con que tuvieron contacto por medio de misiones budistas y monjes itinerantes que llevaban el dharma a los confines del mundo conocido.
Pasado el siglo II de nuestra era, los satavahanas decayeron. El poder central perdió fuerza, los señoríos feudatarios tomaron poder y se desmembraron en un puñado de reinos. De los satavahanas hoy nos quedan sus construcciones monolíticas. Su grandeza, su poderío económico y administrativo, floreció y pereció como los imperios y dinastías que le precedieron, como los que aún estaban por venir y como aquellos que todavía están por llegar.
Enlaces de interés
Sobre el relieve en roca de la Stupa de Amaravati”
https://depts.washington.edu/silkroad/exhibit/religion/buddhism/i_and_i/ps245436_sp.html
Sobre las estupas:
Sobre los concilios budistas:
https://www.editorialkairos.com/blog/canon-pali-concilios?rq=concilios
Alejandro Tapia Vargas
Doctor en psicología y diplomado en religiones por la Universidad Nacional Autónoma de México; con estudios de postgrado en historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia; certificado en Buddhism Through Its Scriptures (Edx-Universidad de Harvard) y certificado en Indian & Tibetan River of Buddhism (Edx-Universidad de Columbia). Tiene un retiro de meditación Vipassana de 9 días en el Insight Meditation Society de Massachusetts. Es editor consultor de la revista científica Spirituality in Clinical Practice (de la American Psychological Association) y podcaster de ‘Lectura del Sutra’ (por Spotify).