El budismo y las artes marciales: una conversación con Scott Park Phillips
JOSEPH HOUSEAL
La historia del budismo y la de las artes marciales están ligadas de tal forma que la comprensión completa de la una requiere el conocimiento de la otra. El control de la mente, el cuerpo como vehículo de práctica espiritual y el cultivo de estados de consciencia alterados, mediante los cuales se pueden ejecutar ciertas habilidades, establecen una conexión entre las cualidades fundamentales del budismo y de las artes marciales. Ambos campos de estudio son vastos, con periodos históricos turbios; ambos guardan sus secretos. Los linajes se establecen, se cuestionan y se inventan, mientras que los estados nación modernos han intentado borrar historias sociales enteras que incluían intensas batallas y han intentado borrar la religión misma, como si no hubiera existido nunca un tiempo en el que la habilidad marcial, el teatro y el ritual religioso intersectaran y se retroalimentaran. Los monjes tibetanos repudian su pasado sangriento poniendo un énfasis moderno en la paz, mientras que los monjes shaolin comercializan su merecida fama y encuentran una forma regulada de continuar su práctica en la China moderna.
Históricamente, las categorías modernas no tenían validez. La danza, el ritual, la lucha, el sexo, la meditación, la visualización, la magia y el arte formaban un todo, estaban conectados en ciertos movimientos básicos, una práctica ritualizada y una cohesión filosófica. Estos elementos no se aprendían y estudiaban de forma aislada. En algunos contextos del budismo antiguo, la danza significa meditación; es meditación. La danza casi siempre indicaba una transformación de la mente conectada con una deidad: las deidades no caminan. Danzan.
Las danzas pírricas eran parte de la estrategia militar; otro tipo de danzas se utilizaban como ejercicio para entrenar a las milicias. El ritual ha ido muy a menudo ligado al exorcismo, a la búsqueda y a la conquista de una fuerza demoníaca. El combate interdimensional, con batallas paralelas para conseguir la victoria tanto en mundos terrenales como celestiales, era un concepto básico de la lucha. En ningún lugar se describe esto de forma tan desenfrenada como en las luchas de Sun Wukong, el Rey Mono de Viaje a Occidente, el clásico de la literatura china del siglo XVI, derivado de una historia real del erudito Xuangzang, que tiempos de la dinastía Tang viajó a la India para conseguir textos budistas. Página tras página encontramos luchas increíblemente entretenidas y elaboradamente descritas, luchas bajo el agua, en el aire. Luchan con poderes mágicos, con herramientas de granja, con fuerza sobrehumana y con astutas estratagemas. Es una historia que culmina en la iluminación, que representa los elementos no resueltos de la personalidad humana. Pelean mucho; se pelean con cualquier tipo de ser: humano, divino o demoníaco. Es todo cómico y a la vez brutal. El pobre Rey Mono es un peregrino budista, nunca se desanima, pero ninguna lucha es fácil. La idea de las artes marciales como una especie de régimen saludable y como deporte aislado es una invención del siglo XX.
Pero vayamos a un ejemplo concreto: ¿qué podría ser mejor para una ópera china ambientada en el centro de una ciudad que las hazañas del Rey Mono? Elaborados combates representados por habilidosos artistas marciales. Esto es lo que hizo tan entretenidos y populares los films de Quentin Tarantino Kill Bill: Volume 1 y Volume 2 (2003 y 2004). Las películas de «Kung Fu» son una industria, del mismo modo que la ópera china siempre ha apostado por esta lucha intensa como forma de entretenimiento. Es fácil de comprender: la violencia y el humor se unen en el peregrinaje espiritual de Viaje a Occidente.
El hecho de que la historia esté centrada en un aburrido y árido erudito budista que intenta descubrir los textos en tierra natal del Buda la hace todavía más conmovedora. Es fácil ver como la lucha, la representación de una ópera y la práctica monástica se retroalimentaban con sus respectivas técnicas y se prestaban historias: cuanto mejor fuera la lucha, mejor sería el espectáculo. El Rey Mono tenía invulnerabilidad en el combate, pero aspiraba a la invulnerabilidad del bodhisattva y te propinaba una paliza tremenda si no le dabas el texto que te pedía.
Scott Park Phillips es un antropólogo de las artes marciales que pertenece a un linaje de rabinos, filósofos sociales y antropólogos. Es un «historiador somático» que utiliza el cuerpo como localización y conclusión de la historia. Phillips es un artista marcial talentoso que conoce diferentes estilos, sus filosofías e historias, y es también un bailarín formado en los estilos clásicos de Occidente y la India. Tiene una comprensión básica de la escritura y la lengua china. Phillips se ha hecho popular como autor de dos libros que intentan corregir nociones modernas sobre las artes marciales chinas y sugerir otros argumentos para ponerlas en valor.
Los libros Possible Origins: A Cultural History of Chinese Martial Arts, Theater and Religion («Orígenes posibles: una historia cultural de las artes marciales, el teatro y la religión en China», Angry Baby Books, 2016) and y su secuela Tai Chi, Baguazhang and the Golden Elixir: Internal Martial Arts Before the Boxer Uprising («Tai Chi, Baguazhang y el elixir dorado: las artes marciales internas antes del levantamiento de los boxeadores», Angry Baby Books 2019) nos adentra en el ambiente social chino que generó y sostuvo la maestría marcial y las formar como fue expresada, tanto en monasterios, templos taoístas, óperas chinas y también en la guerra. Podemos ver más claramente que en una sociedad en la que los secuestros y los degollamientos estaban a la orden del día, la ubicuidad del talento marcial era una necesidad. Las artes marciales formaban parte del establecimiento y el mantenimiento del orden.
El propio Phillips transita a caballo entre los mundos de la práctica de las artes marciales, el de la escritura académica para el Journal of Daoist Studies, y un canal de YouTube en el que entabla conversaciones con todo tipo de practicantes e historiadores del movimiento. Sus libros son un gozo en la claridad del estilo y contienen numerosas anotaciones sobre todo tipo de cuestiones, desde el arte hasta la literatura, pasando por contenidos online en video. Como Sócrates dejó claro en el Banquete, el mejor bailarín no es siempre el mejor orador. Es destacable, pues, cuando un experto en el movimiento corporal es también un historiador y escritor. En un campo repleto de publicaciones como es el de las artes marciales, la escritura de Phillips destaca por su nuevo modelo de investigación y por haber convertido su propia práctica en un tipo de especulación viva.
Un hito histórico tuvo lugar durante la fracasada Rebelión de los boxeadores (1899–1901), cuando fue refutada la supuesta invulnerabilidad de aquellos artistas marciales que se habían levantado violentamente, pues fueron derrotados con el uso de armas de fuego. Parte de la derrota fue la promulgación de la idea que las prácticas del fortalecimiento de la mente con la experiencia de la vacuidad, a menudo llamada el «elixir dorado», era supersticiosa, errónea y fatal.
Desde aquel momento, los gobiernos chinos han promovido una versión de las artes marciales orientada a la salud, algo que Phillips llama «el modelo YMCA». En efecto, la popularidad de YMCA en China dejó una impronta notable en la idea popular de las artes marciales. Lo mismo hicieron las películas de kungfú, en las que algunas de las viejas formas sobreviven como entretenimiento moderno. Scott Park Phillips investiga la intersección de los comportamientos culturales, describiendo un ambiente complejo en el que el budismo está siempre presente, interactuando con otras realidades de su tiempo como el conflicto bélico incesante y las luchas locales (también con la presencia de muchos niños huérfanos).
«Permíteme que te dibuje una imagen,» se ofreció Phillips. «Budismo. India. Empecemos por la India. La India tenía excelentes artes marciales, pero no como linajes formales, sino más bien como elementos del ritual, de juegos, danza y deporte. Cuando el budismo se expandió, las culturas indias se expandieron con él y los estilos de lucha india, junto a los conceptos asociados, siguieron el mismo camino. Los murales en las antiguas cuevas en Dunhuang muestran luchadores, a veces como yakshas, que derivan de India. Fundamentalmente, las artes marciales eran de dos tipos: dentro de la tribu, para disciplinar, entrenar o representar; y fuera de la tribu, para la protección de la familia y del país.»
La llegada del budismo, con su noción universal de cultura, es lo que inspiró a tantos artistas. Al mismo tiempo, puso las artes marciales bajo una luz diferente, en un terreno más amplio, el de la acción de la deidad y la unidad supracultural. Las divinidades de muchos brazos iban equipadas con varias armas. La sabiduría era una espada. Esto se asimiló fácilmente en la tradición china de los inmortales, muchos de los cuales eran antiguos generales y guerreros. El panteón de los inmortales en la ópera china, que en sí misma fue en su día una expresión teatral ubicua a un nivel local, incluía a todo tipo de personajes: taoístas, budistas, personajes legendarios, santos, criaturas divinas. (El cumpleaños de Guanyin entre los inmortales es una obra maestra de la ópera cantonesa.) Hanuman, el dios mono indio, no es otro que el Rey Mono del Viaje a Occidente. Hasta nuestros días, en Varanasi, luchadores de lucha libre se esfuerzan todo el año para ganar combates y así poder representar al dios Hanuman en el festival anual. En el budismo chino y la ópera china, el Rey Mono se convierte en un bodhisattva, dando patadas y gritando todo el rato, enfadado con todo el mundo, la estrella del espectáculo.
Phillips prosiguió: «el monasterio Shaolin, de hecho, constituyó un miniestado durante siglos, con su propio gobierno y sus rituales. Era un hecho militar estratégico que quienquiera que controlara el Paso Shaolin, controlaba la región. Naturalmente, necesariamente, los habitantes de la montaña desde la que se controlaba todo el entorno eran los mejores luchadores. El budismo trajo consigo el monacato. Así, allí donde el monacato se asimiló fácilmente con prácticas taoístas como daoyin y el sentarse-y-olvidar, los monasterios poseían una nueva estructura social con la que entrenar adherentes en el ritual y la lucha, pero también, gracias al budismo, una estructura donde entrenar el cultivo de la mente y donde dar refugio a los huérfanos, que en tiempos de guerra abundaban. Cuando llegó la dinastía Song en el siglo XI, el taoísmo y el budismo estaban bien integrados e incluso competían.
«Estos chicos que habían sido entrenados en artes marciales y en la práctica del ritual budista no siempre se quedaban en el monasterio. Sus posibilidades laborales solían quedar restringidas a las profesiones de guardaespaldas, actores itinerantes de ópera o mercenarios en milicias privadas. Los actores de ópera itinerante eran expertos en artes marciales y en el manejo de las armas. Eran acróbatas y se les requería que pudieran representar un amplio abanico de inmortales y deidades. Las comedias incluían mofas al comportamiento monástico y a sus prohibiciones, parecidas a las farsas sobre monjes en la edad media europea. Yo lo llamo un camino transgresor de la práctica genuina. El teatro y los rituales monásticos eran un exorcismo. El teatro era la expresión de la religión ortodoxa indígena de China.
«El budismo chan o zen deriva del taoísmo. Otra vez, el budismo añadió monasterios y un canon riguroso de textos y, de hecho, inspiró a los taoístas para que organizaran mejor sus textos y sus adherentes. Los taoístas siempre han practicado artes marciales y artes energéticas. El daoyin, que mencioné anteriormente, es una práctica de raíces arcaicas, que combina la respiración con los estiramientos y calistenia. Yo lo veo como separar tu cuerpo (body) de tu historia (story). De esta forma puedes encarnar el límite absoluto de lo salvaje al mismo tiempo que encarnas el límite absoluto del autocontrol.
«Sospecho que el daoyin influenció el desarrollo del yoga en eras en que las prácticas budistas indios y chinas y las prácticas esencialmente taoístas estaban todas integradas. Ciertamente, una vez se fundaron los monasterios budistas, como el Shaolin, el daoyin fue practicado por monjes, en monasterios, como parte de la enseñanza de la práctica de la meditación; fue practicado también por artistas de ópera para mejorar la fuerza, la agilidad y la habilidad en el combate; fue practicado por guerreros budistas que podían entender que el daoyin era el camino a la experiencia de la vacuidad. La lucha es un Camino. Ser un guerrero budista significó, en parte, practicar las técnicas internas del “elixir dorado”.»
«Esta vacuidad es donde el budismo y las artes marciales verdaderamente conectan. En la práctica del “elixir dorado”, algo que en su origen taoísta formaba parte de la alquimia se convirtió en una experiencia de la vacuidad y la compasión, con las prácticas mentales y de respiración de la meditación budista conectadas con formas de movimiento. En una de las historias de los Jatakas, el Buda fue rey de los monos. En Viaje a Occidente, el Rey Mono practica el daoyin y realiza el “elixir dorado” al buscar la iluminación budista a través de la protección del erudito budista chino en sus viajes por la India. En la guerra real entre reinos de China, las milicias y los ejércitos llevaban consigo tanto brujos taoístas como budistas en el campo de batalla. Existe una profunda integración entre religión, prácticas de la mente, teatro y artes marciales.»
Un agradecimiento especial a Scott Park Philips por su amable ayuda en la preparación de este artículo.
Véase también
Scott Park Phillips
Scott Park Phillips (academia.edu)
Scott Park Phillips (YouTube)
Core of Culture
Aunque revuelve disciplinas diferentes,como el Tai chi Chuan,yoga taoísta,budismo zen… totalmente diferentes.