El budismo como antiideología en Thich Nhat Hanh
ANTONIO VIGILANTE [i]
Budismo y modernidad
Aunque el primer Parlamento Mundial de Religiones (1892) aspiró a una plataforma de unidad interreligiosa, cimentada sobre un optimismo tecnológico, sin embargo, las tragedias del siglo XX sentaron las bases para un sumamente polarizado diálogo actual entre religiones y culturas, donde confluyen conflictos entre cosmovisiones religiosas y modelos civilizatorios aparentemente irreconciliables, junto a banalizaciones consumistas de lo sacro (especialmente lo oriental).
Como alternativa resalta el budismo comprometido de Thich Nhat Hanh, su propuesta nacida en plena guerra de Vietnam. Thich, abierto a lo occidental (profesor de religiones comparadas en Columbia durante los 60) nos propone ir más allá de las simples ideas-puente, y trascender en general todas las ideologías (incluyendo las seculares). Así se expresa su Orden, en un documento fundacional:
«Estamos decididos a no idolatrar ni atarnos a ninguna doctrina, teoría o ideología, ni siquiera las budistas (…) a considerar las enseñanzas budistas como herramientas que nos guían y nos ayudan a aprender a mirar en profundidad, y a desarrollar comprensión y compasión. Estas no son doctrinas por las cuales combatir y matar, o por las cuales morir».[ii]
Tras esta declaración subyacen tanto las tragedias del terrorismo fundamentalista y de la Guerra Fría, como los complejos replanteamientos desarrollados dentro de la tradición budista desde el siglo XIX.
La síntesis desalienante.
Durante el citado Parlamento, el joven reformador cingalés Anagarika Dharmapala describiría al budismo como «un sistema de vida y pensamiento, práctico, simple, pero a la vez filosófico» [iii], con una moralidad excelsa y consistente con la ciencia occidental. En eso concuerda con figuras como Ambedkar, Buddhadasa, Suzuki y el actual Dalái Lama, todos ellos representantes de la renovación usualmente definida como modernismo budista.
Hablamos de un movimiento con influencias occidentales (científicas, secularizadoras y desmitificantes), e incluso protestantes—dado el énfasis en interioridad versus ritualismos externos. Ahora el budismo, antaño catalogado por Occidente como mera superstición, mitología o esoterismo, se presenta como una religión sumamente racional, y que incluso transita de la espiritualidad a la política, postulando la redención de los marginados (como en la India con Ambedkar frente al casteísmo hinduista), y la resistencia no violenta (como en el Tíbet con el Dalái Lama). Thich Nhat Hanh establecerá un budismo comprometido que procurará responder a diversas problemáticas contemporáneas (guerra, violencia de género, crisis ecológica, etc.).
Así, el colonizado interioriza la cultura del colonizador, pero sin limitarse a una simple acomodación occidentalizante. Supera los prejuicios del dominador, apropiándose de sus metodologías eruditas, y creando una síntesis que aspira a erigirse en vanguardia cultural, ética y religiosa. Por tanto, descartando las hibrideces centradas en el bienestar consumista, esta renovación budista posee valores desalienantes. Despoja al dharma de oscurantismos, presentándolo como apto para resistir, sin fundamentalismos, al secularismo racionalista y cientificista, y también para interpretar las angustias existenciales de la posmodernidad.
Este dharma renovado se aleja del budismo popular asiático con sus énfasis en la retribución inmediata y permeado de supersticiones. Prioriza la meditación, que así sufre un gran renacimiento. Apunta al núcleo práctico despojándolo de irracionalidades mitológicas, y relee los textos sacros.
Dharma y práctica.
El dharma se revela, así, como enseñanza práctica y verificable. La célebre comparación del dharma con una balsa que sirve para transportar a la otra orilla y luego es desechada (Alagaddupamasutta – Majjhima Nikaya 22), implica que la práctica budista no se basa en pretensiones de verdad absoluta a defender. El dharma no es un fin al que aferrarse, sino un medio. Pues lo esencial para el budismo no es la verdad opuesta a la falsedad, sino fomentar aquello que ayude a superar el malestar existencial humano (dukkha) como «saludable» (kusala) (o sea, el dharma, la meditación, la moralidad, el nibbana), y desechar lo opuesto como «no saludable» (akusala).
Al no ser una revelación religiosa, sino una propuesta práctica, el dharma es personalmente verificable, característica definida como ehipassiko, «ir y ver». Cada uno puede comprobar por sí mismo la veracidad y eficacia liberadora del análisis budista.
El conocido Kalamasutta (Anguttara Nikaya 3.66) nos presenta a un Gautama Buda cuyo antidogmatismo prefigura al de la Ilustración europea. Al ser interrogado sobre las múltiples e irreconciliables doctrinas religiosas, el Buda explica que no debe creerse en nada por tradicionalismo, autoridad, canonicidad o favoritismo, sino solo tras analizar el fenómeno y valorar si repercute saludablemente. Es más, para el Buda, dudar es algo completamente natural, y él mismo no exige que se le crea sin más. Las dudas solo son superadas mediante la indagación racional y la experiencia.
Recta visión.
El Paramatthaka Sutta (Sutta Nipata 4.5) puede ser considerado un análisis de la violencia religiosa. El aferramiento a teorías consideradas como superiores a las demás, conlleva a disputas y sentimientos de superioridad. Así, un monje debe estar libre de teorías y no depender de nada, ni siquiera del conocimiento. (He usado aquí el término teoría para traducir la palabra ditthi del pali, que significa visión, especulación o dogma).
Aunque el Buda predicó en un entorno de grandes debates filosóficos y religiosos, y a menudo intervino en polémicas, sin embargo, entendía que el apego a doctrinas encierra egoísmo. Así, su dharma posee un carácter paradójico: es doctrina que se elude a sí misma, y punto de vista que no remite a teorías, sino a la experiencia, a la vida misma.
Thich Nhat Hanh traduce ditthi como ideología, y su versión de este sutra afirma: «Una persona sabia ya no siente la necesidad de establecer dogmas, o de elegir una ideología. Todos los dogmas e ideologías han sido abandonados por tal persona.» [iv]
Si ditthi equivale a ideología, ¿cómo traducir samma ditthi en el noble camino óctuple? Para Thich, la recta visión «no es una ideología, ni un sistema, ni siquiera un camino», sino más bien, «contacto profundo con la realidad». [v]
La liberación depende de cómo vemos la realidad. Si la leemos teórica, sistemática o ideológicamente, obtenemos la visión incorrecta (pāpa ditthi); pero la buena visión implica una profunda experiencia vivencial que es el corazón –antiideológico – de la religión.
La recta visión del Buda solo atiende, con un aparato conceptual mínimo, a la extinción del sufrimiento, mientras que la visión incorrecta apunta a especulaciones teorizantes que nos alejan del pleno contacto con la realidad, y de las cuales debemos liberarnos según Thich (quien aquí aplica ideas del chan chino, sobremanera apreciables en Lin Chi, fundador del rinzai). Superando ópticas donde el Espíritu trascendente podría convertirse en soporte metafísico del egoísmo, esta actitud antidoctrinal budista no aspira a ofrecer explicaciones cosmológicas, sino un conjunto pragmático de herramientas y prácticas liberadoras del sufrimiento. Eso que hoy denominamos ideología es, según el dharma, una cosmovisión tranquilizadora que engendra apegos, obstaculiza la liberación y promueve la violencia.
Aquí y ahora.
Entre 1961-1963 Thich residió en EEUU, donde recibió gran inspiración de los escritos de Dietrich Bonhoeffer. Leyendo una de las cartas del mártir: «Me despertó el cielo estrellado que mora en cada uno de nosotros. (…) El coraje y la fuerza se apoderaron de mí, y vi mi mente y mi corazón como flores.» [vi]
Aunque las vías de Bonhoeffer y Nhat Hanh diferían en su actitud hacia la violencia, sin embargo, concuerdan en el hecho de pensar la fe en medio de la irreligiosidad contemporánea. Así, el maestro zen define aquella experiencia nocturna como humana. [vii] Y Bonhoeffer aspira a un cristianismo no religioso, libre de individualismos que buscan la salvación personal en un deus ex machina a la medida de sus dificultades vivenciales.
Esta distinción entre religión y fe, equivaldría budistamente a la distinción entre experiencia y visión incorrecta ideológica. La religión como ideología se ocupa de las preguntas y respuestas trascendentales, salvíficas, mientras que la experiencia atañe al aquí y ahora. El Reino de Dios no es escatológico, sino que procura la justicia y la paz existenciales, en pleno contacto con el presente. Y a eso apunta precisamente la Orden del Interser, que no practica «para renacer en un paraíso, sino para ser paz, alegría y comprensión aquí y ahora» [viii]. Y esto implica la liberación política (no violenta), e igualmente la liberación de la ideología religiosa.
Religión y violencia
Las culturas engendran y justifican la violencia mediante un triángulo que incluye la violencia directa, la estructural y la cultural. Las estructuras socioeconómicas como la pobreza o la división en castas son legitimadas por expresiones simbólicas (religiosas, artísticas, jurídicas) que pueden incluir a ideologías seculares.
Johan Galtung afirma que existen cuatro principales ideologías y religiones occidentales – cristianismo, islamismo, liberalismo y marxismo – con tendencias tanto universales como exclusivistas, y que reproducen antiguos mesianismos judíos. Dichas corrientes pueden presentarse en una versión dura (más ideológica, apuntando al triunfo de algún Dios, nación o utopía) o una suave (menos ideológica, enfocada en la empatía y compasión). [ix] Así, existe un espectro que va desde la religión como experiencia a la religión como ideología, en donde a mayor ideologización de la religiosidad mayor propensión a la violencia.
Más allá del budismo.
La aproximación no ideológica de Thich se vincula con la peculiar naturaleza del budismo, pero esa actitud es traducible en otros contextos religiosos. Por ejemplo, en la teología de la secularización (Bonhoeffer); o en la equivalencia entre la intraducibilidad teórica del nirvana y la teología negativa, que abandona las representaciones conceptuales de Dios, y que para Thich busca «rescatar a los cristianos de la trampa de las nociones y conceptos que les impiden inspirarse en el espíritu vivo del cristianismo». [x]
La mística (cristiana o no) es una experiencia que trasciende las diferencias religiosas. Y Raimon Panikkar, al estudiar el budismo, intenta purificar a la fe de toda referencia a una Divinidad cognoscible y conocida. Así, al negarse el Buda a hablar sobre Dios – escribe Panikkar -, lo excluye «de toda categoría o clasificación». [xi] La fe no implica hablar sobre Dios o teorizarlo. Implica actuar, ser. Y solo la ortopraxis nos transporta a la otra orilla, sin arrojarnos en brazos de una trascendencia manipulable o nacida de deseos insatisfechos.
Resumiendo, acá sobrepasamos las exigencias de la modernidad. Si bien la verificabilidad del budismo concuerda con la mentalidad científica moderna, no obstante, la renuncia a cualquier teoría del mundo contribuye relevantemente a la reflexión sobre la permanencia de lo sagrado y lo religioso en esta era posmetafísica, donde – según Rorty —, ya no se pretende reflejar la naturaleza. Así, si en determinados pensadores (Heidegger, Dewey, etc.), se busca una filosofía sin espejos [xii]; por su parte, Thich Nhat Hanh y otros autores budistas postulan una experiencia religiosa sin espejos, que renuncia a la religión como verdad y la redescubre como praxis.
BIBLIOGRAFIA
H. Dharmapala, The World’s Debt to Buddha, en The World’s Parliament of Religions, “Review of Reviews” Office, Londres 1893, vol II.
J. Galtung, Pace con mezzi pacifici, Esperia, Milán 2000.
T. Nhat Hanh, Essere pace, Ubaldini, Roma 1989.
___________, Il cuore dell’insegnamento del Buddha, Neri Pozza, Vicenza 2000.
___________, Chanting from the Heart: Buddhist Ceremonies and Daily Practices, Parallax Press, Berkeley, California 2007.
___________, Fragrant Palm Leaves: Journals, 1962-1966, Random House, Nueva York 2012.
___________, Buddha vivente Cristo vivente, Garzanti, Milán 2018.
R. Panikkar, Il silenzio del Buddha. Un a-teismo religioso, Mondadori, Milán 2006.
R. Rorty, La filosofia e lo specchio della natura, Bompiani, Milán 2004.
[i] Este es el resumen de un articulo con el mismo titulo primero aparecido en Nueva Revista de Filosofía de la Religión N. 13/14 mayo – diciembre 2020 ISSN 2532-1676.
https://journals.uniurb.it/index.php/NGFR/article/view/3088
[ii] Adiestramientos de Conciencia en la Orden del Interser, www.interessere.it.
[iii] Dharmapala, The World’s Debt to Buddha, II, p. 863.
[iv] Chanting from the Heart, pp. 347-8.
[v] Il cuore dell’insegnamento del Buddha, p. 62.
[vi] Fragrant Palm Leaves: Journals, 1962-1966.
[vii] «Algunas personas pueden llamar a tal experiencia “religiosa”, pero lo que sentí fue total y absolutamente humano» Ibídem.
[viii] Essere pace, p. 100.
[ix] Pace con mezzi pacifici, p. 11.
[x] Buddha vivente Cristo vivente, p.125.
[xi] Il silenzio del Buddha, p. 287, 289.
[xii] En La filosofia e lo specchio della natura, pp. 715 y sig.