«Desechar las etiquetas y buscar la verdad»: El Ven. Bhikkhu Mihita y el budismo Theravada en Cuba.
DOUGLAS CALVO GAÍNZA
Algunos eventos casi cataclísmicos transcurren en silencio. Y una maravilla así, todo un seísmo del amor (aunque disimulado por la relativa falta de divulgación mediática), lo constituye el descenso del ancestral budismo Theravada a exóticas latitudes caribeñas, hasta esa controversialmente mágica Isla de Cuba, adonde lo trae el humilde pero consagrado esfuerzo divulgador del Dharma, que efectúa el Venerable Bhikkhu Mihita.
El señor Suwanda H.J. Sugunasiri (Tangalle, Sri Lanka 1936) es un académico, literato, poeta, ensayista y guía espiritual más que respetado globalmente. Su extensa formación ameritaría por sí sola un artículo separado, incluyendo ésta su primera formación universitaria en Londres (B.A. 1958, especializándose en Pali, Sánscrito y Sinhala); varias Maestrías sucesivas en prestigiosos centros de altos estudios en su país natal (Universidad de Vidyalankara, 1963), EE.UU. (Máster en lingüística, 1966, por beca Fulbright en Universidad de Pennsylvania) y Canadá [La primera, sobre filosofía y pedagogía, en el Instituto de Ontario de Estudios sobre la Educación (OISE) Toronto, 1970. La segunda, sobre el Estudio Científico del budismo (Universidad de Toronto, 1990)]; así como un P.D. con una investigación sobre pensamiento poscolonial, evaluada por los examinadores de «extraordinaria» (también en el supradicho Instituto OISE, en 1978). Igualmente, el señor Sugunasiri ha fungido como profesor de budismo (Facultad de Divinidad, Trinity College, Universidad de Toronto), es columnista (del Toronto Star); y consultante sobre multiculturalismo del gobierno canadiense. Es el fundador del Colegio Nalanda de Estudios budistas en Toronto, y del Periódico Canadiense de Estudios budistas, además de ser el enérgico y revitalizador presidente del Consejo Budista de Canadá.
Sin embargo, según su propia declaración a Buddhistdoor en Español (BDE), la plena emergencia de su rol como guía espiritual ocurrió, formalmente, en Cuba en el 2018. A las preguntas de nuestra revista sobre cómo semejante erudito y líder religioso llegó a imbricarse tan profundamente en el contexto cubano, contesta gentilmente el Venerable Mihita.
Douglas Calvo Gaínza: ¿Cómo empieza usted a involucrarse en la introducción del budismo Theravada en Cuba, y cuáles han sido sus pasos e iniciativas para lograr tal fin?
Venerable Bhikkhu Mihita: «¡Fue algo bastante accidental, de hecho! Ya en mis años de jubilado, habiendo venido en unas vacaciones familiares a Varadero (2009), manejamos hasta La Habana para un día de visita. Visitamos la Universidad, sólo por curiosidad; pero, al no hallar a nadie que hablara inglés, ya estábamos a punto de irnos cuando, por suerte, encontramos a un profesor. Y luego que éste se enteró de mi trasfondo académico budista, para mi sorpresa escuché de él estas palabras: «¡Sin el budismo no podemos entender el mundo!»
¿Cómo? ¿En la Cuba marxista?
También se me dijo que había psicólogos allá, interesados en el budismo. Y justo el próximo año, era yo ahora un profesor visitante en la Universidad de La Habana, ofreciendo una serie de seminarios.» A esta primera invitación (2010) le seguiría otra (2017), acompañada esta vez por sesiones de meditación en varias localidades—incluyendo una Iglesia católica—y con hasta más de 400 asistentes. «Y así como Canadá me había introducido en el liderazgo budista, tanto social como académicamente —reconoce el maestro—ahora Cuba estaba llamando, y el académico ahora se volvió maestro y guía espiritual. Así que, gracias Cuba.»
En sus andanzas como divulgador budista en la tierra caribeña, el profesor Sugunasiri había notado una gran sed de espiritualidad. Pues, según él: «El cuerpo del cubano (o sea, éste en cuanto a los requisitos materiales), es bien cuidado por un gobierno que se interesa. Pero la mente, el interior espiritual, parecía sedienta.» Sed que el visitante esrilanqués-canadiense se sintió llamado a apagar.
De modo que, aprovechando una nueva invitación en el 2018, al Encuentro anual de «OM Meditación» (adonde acudió acompañado por tres monjes de Canadá), él les propondría a los cubanos una oportunidad invalorable de iniciarse en el budismo. Y, en una abarrotada sala del Museo Nacional de Bellas Artes, tomó las vestiduras monásticas, y así quedó facultado para guiar a sus primeros discípulos locales. Sobre sus motivaciones, narra el Venerable: «Dada la centralidad del [Sangha] ordenado, el budismo no encontrará ningún fundamento permanente en la tierra cubana, sin la presencia de un Sangha continuo (…) ¿No querrían saber los cubanos cómo ordenarse? Y así fue como me ofrecí para ser el modelo, al ser ordenado por los maestros presentes.»
Aclarando que esa decisión había sido tomada mucho tiempo atrás, el Ven. explica que: «Ser ordenado en Cuba era mi manera de ser el ideal, como en la caracterización del Buda: uno que se preocupa a la vez por sí mismo y por el otro (…) Pero también quise poner el cimiento para una presencia estable del budismo.» A saber, enseñándoles a los cubanos cómo funciona la interacción entre monjes y laicos, con los primeros impartiendo el Dharma, y los segundos supliendo las necesidades materiales del Sangha—comida, ropa, templo, medicinas—pues los monjes carecen de propiedad personal.
DCG: Usted ha creado una relación muy especial con la población, naturaleza e idiosincrasia cubanas. ¿Considera usted que la espiritualidad Theravada—usualmente considerada como “Oriental”—podría inculturarse creativamente en la Cuba caribeña?
VBM: «¿Desean los cubanos estar felices y saludables? ¿Quieren minimizar su sufrimiento? ¿Entender la realidad? Si es así, entonces ¡hay todo tipo de razones para que el llamado «budismo Theravada», o budismo Pali (es decir, el budismo más temprano), sea un éxito! Las enseñanzas del Buda son universales y eternas, atemporales, y han de ser experimentadas por los sabios. (…) Puede decirse que, al ser un pueblo escolarizado, los cubanos pueden ser mucho más abiertos para recibir la sabiduría del Buda que muchas otras naciones. (…) ¡Ciertamente Marx, Darwin o Einstein no eran caribeños! Así que, ¿por qué el hecho de que el Buda no es caribeño habría de ser un factor incidiendo en el beneficiarse de su sabiduría? (…) Lo que debe hacerse para beneficiarse del dharma del Buda es desechar las etiquetas—«caribeño», «Theravada», etc.—y buscar la Verdad.»
DCG: ¿Cuáles son los principales retos y esperanzas para una labor budista Theravada en Cuba?
VBM: «Irónicamente, el marxismo es, quizás, la condición más favorable a favor del dharma budista, una vez más olvidando las etiquetas. Y la otra es la del histórico liderazgo cubano. José Martí quiere que el pan sea horneado para el uso de todos, y Fidel Castro pone los principios en movimiento, al asegurar que cada cual tenga pan sobre la mesa (…) Sin embargo, el dicho marxista histórico de que la religión es el opio de las masas, puede ser una venda sobre los ojos.»
Explica entonces el Venerable que esta afirmación «nada tiene que ver con el budismo.» Pues el Dharma propone una purificación interna a través de la autodisciplina, mediante principios muy lejanos al «opio» y basados en la toma consciente de decisiones, en actos que: «No son impuestos externamente, sino que se basan en la libre voluntad, con el individuo tomando la decisión y soportando las consecuencias. Así que la venda sólo permanece, hasta el momento en que el Dharma del Buda es percibido como el néctar de las masas.» Y el reto mayor para los cubanos es, simplemente, el de conocer la Enseñanza.
DCG: En enero pasado, un renombrado abad Mahayana (Shifu Zhihan) visitó La Habana, con buena concurrencia y atención local (Un hito en el budismo hispano: la visita del Venerable Shifu Zhihan a Cuba) ¿Cree usted que ambas tradiciones, Theravada y Mahayana, pudieran colaborar armoniosamente en un campo virgen para el budismo, como Cuba?
VBM: ««Theravada» y «Mahayana» son meras etiquetas, creadas por budistas inmersos en el mundo, atrapados en su propia avaricia y apego, y también etnocentrismo. Esto puede explicar bien por qué el Buda se negó a nombrar a un sucesor, y así cerró la puerta a las interpretaciones de sus enseñanzas, y constituyó al Dharma en la autoridad.
Pero con el tiempo, y con la expansión global, las divisiones llegan a ser inevitables, justo como con un idioma, el cual llega a tener variedades lingüísticas (sociolectos); como el español cubano, por ejemplo, siendo diferente al español en España. Pero, cualquiera que sea la etiqueta—«Theravada», «Mahayana», «Vajrayana» sin embargo, todos los budistas concuerdan en las enseñanzas fundacionales del Buda—las Cuatro Nobles Verdades, el Noble Camino Óctuple, el co-surgimiento condicionado, la realidad de la Impermanencia, el Sufrimiento y el No-Alma (anicca/dukkha/anatta) —así como en la centralidad de los Principios de Entrenamiento. Así que no hay razón para la falta de armonía. (…) Yo mismo no considero que soy un «budista Theravada». De hecho, un capítulo en un libro sobre mi obra en el budismo canadiense, se titula “S. H. J. Sugunasiri: budista.”»
DCG: ¿Pudiera usted resumir sus propios sentimientos y esperanzas con respecto a esta nueva expansión del Dharma, en un breve mensaje dirigido al pueblo cubano, y a los lectores BDE?
VBM: «¡Mis sentimientos! El contentamiento, dice el Buda, es «la más noble riqueza». Y ustedes [los cubanos] tienen toda suerte de razones para sentirse satisfechos. Ustedes viven en una sociedad igualitaria, en donde mujeres y hombres, negros y blancos, se respetan mutuamente. Y también son satisfechas todas sus necesidades para la supervivencia.
Pero no nos ceguemos ante la realidad de que ningún beneficio material le traerá un fin al sufrimiento. Y es aquí donde ustedes ganan de la sabiduría y la compasión del Buda, el cual dice que él enseña sólo dos cosas: la realidad del sufrimiento, y cómo terminar con él.»
Y a continuación el Venerable elabora una magnífica parábola, en la cual enseña al pueblo cubano, habitante de un «paraíso tropical», a beneficiarse del Dharma y aprender sus principios más básicos mediante el «Recto Esfuerzo» (samma viriya) asociado a la agricultura comunitaria.
Según él, quien cultive unos cuantos tomates extra, y los regale, estará practicando la generosidad (dana). También irá obteniendo buenos méritos, mientras promueve un estado mental semejante en toda la comunidad, e incluso mejora la salud y dieta de todos. Y, a la vez, estará habitando en las Sublimes Moradas (Brahma viharanas), al iniciarse así en el «amor benevolente» (metta) y en la «compasión» (karuna). Y cuando esa iniciativa se vaya extendiendo más y más, provocará en él y en otros la «alegría altruista» (mudita). Asimismo, las dificultades (tormentas, incomprensiones…) lo impulsarán a ejercer la «ecuanimidad» (upekkha). A su vez, la actividad productiva irá desgastando el dominio de los «impedimentos» a la liberación (nivaranas), tales como la pereza (thinamiddha), etcétera, etcétera.
Resumiendo, así, se habrán sembrado no sólo verduras, sino también «las semillas del Dharma del Buda». «Usted puede ver así—concluye el maestro—cómo la simple práctica de cultivar algo en su propia casa, puede ayudarle a vivir en felicidad, y buena salud, con nutrición adicional para el cuerpo, la cual también provee nutrición para la mente.» Y la enseñanza termina con aún más consejos, tan profundos como simples, respecto a auto-disciplina, meditación y práctica, todos los cuales pueden «aplicarse a cualquier país, sociedad, grupo o individuo.»
«Cuánto tiempo tomará—es el final de este despliegue didáctico—no importa. Después de todo, al budismo le ha tomado 2500 años el llegar al Occidente. Así que, ¿cuál es la prisa? Asimismo, tampoco importa cuántos cubanos, o lectores de este artículo, decidan buscar beneficiarse del Dharma del Buda. Pues depende del individuo decidirse sobre si desea ponerle fin al sufrimiento, o seguir sufriendo. El Buda dice que él es sólo el Maestro. Viajar por el Camino depende del individuo.»
Douglas Calvo Gaínza (La Habana, 1970). Escritor, traductor e investigador cubano. Con tres maestrías (dos en estudios de las religiones y una en filología clásica) y con un doctorado norteamericano en Teología, Calvo se ha especializado en investigaciones sobre espiritualidad universal, incluyendo estudios sobre budismo desde hace unos 20 años.
Inspiradora e impresionante es esta entrevista con Maestro Ven. Mihita sobre Cuba.
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