Acerca de la esperanza
VENERABLE KARMA TENPA
Este es el segundo artículo, de una serie de tres, sobre el miedo y la esperanza. En el primero, titulado Entre el miedo y la esperanza, exploré el miedo y en este lo hago con la esperanza. El próximo será el juego pendular entre sobre ambos, el miedo y la esperanza.
«Observo a las personas que hay en las otras mesas y pienso que todas ellas albergan algún tipo de esperanza. De que algo salga bien, de que algo pase pronto, encontrar la explicación a algo, de que algo que les causaría dolor no sea cierto. Tenemos que procurar siempre que la esperanza sea más fuerte que la desesperanza. Sin esperanza no hay, en el fondo, supervivencia. Y eso vale tanto para los enfermos de cáncer como para las demás personas,» dice Hennig Mankell en Arenas movedizas.*
En cambio, Irvin Yalom le hace decir a Nietzsche: “¿La esperanza? ¡La esperanza es el peor de todos los males! – exclamó Nietzsche. En mi Humano, demasiado humano sugerí que, cuando se abrió la caja de Pandora y escaparon los males que en ella había guardado Zeus, quedó, sin que nadie lo supiera, un último mal: la esperanza. Desde entonces, el hombre ha considerado la caja y sus contenidos esperanzadores como un cofre de la buena suerte. Pero olvidamos el deseo de Zeus de que el hombre siga atormentándose asimismo. La esperanza es el peor de los males porque prolonga el tormento.”**
Acerca de nosotros sobre
Nuestros tiempos personales y colectivos están poblados de realidades inevitables y, a veces muy dolorosas de integrar. No siempre podemos derramar comprensión cuando llegamos a encrucijadas donde la vida se encuentra con la muerte, el amor con el desgarro, la libertad con el miedo a ser libres, nuestra sombra con nuestra soledad y los problemas lejos de solucionarse llegan a ser fuente de más problemas.
¿Qué hacer? ¿Podemos quedarnos un momento en la incertidumbre antes que encomendarnos a una vacía esperanza? ¿Podemos sentirnos profundamente humanos y respirarnos en vez de dar nacimiento a la evasión o a la obstinación convirtiendo a esa esperanza en una forma de resistencia? Reconocer lo desorientado que estamos puede ser un buen punto de partida, muy honesto, por cierto, donde el tipo de respuesta que nos demos puede determinar nuestras vidas para un estar en el mundo de las cosas entre el miedo y la esperanza.
La esperanza, la libertad y el compromiso
Miremos con honestidad si estas esperanzas a que suceda algo distinto a lo que ocurre no reflejan tal vez falta de compromiso y de presencia en nuestra vida. La ausencia de ambas pueden ser una salida de emergencia cuando las cosas nos acorralan, nos interpelan, en definitiva, cuando sentimos que resbalamos por una cuesta sin fin. Ser humano es un proyecto complejo, inacabado, que se va desplegando en diversas geografías vitales que desafían constantemente.
La libertad, de la que hablo, está estrechamente vinculada con nuestra forma de relacionarnos con el dolor y el sufrimiento. Esta libertad supone asumir el riesgo de ser permeables a la vida, a ser visitado por el mundo incluso cuando no le invitamos. Semejante disposición requiere un compromiso absoluto con ella.
Cuando somos capaces de habitar las fluctuantes fronteras entre nuestras necesidades, los proyectos, el desasosiego, la euforia o la apatía, por ejemplo, experimentando la tensión entre la conflictividad y la negociación, como sucede en todo tipo de frontera, vemos surgir una nueva y superadora perspectiva de la realidad, donde ya no nos guardamos nada y permanecemos sin pretensiones de huir a través de los ensueños de esperanzas infundadas.
La incertidumbre, el aprieto, fundamental
Nos encontramos ante un dilema cuando nos damos cuenta de que todo lo que nos rodea está en un continuo cambio que nos provoca preguntas complejas a las que la existencia hace oídos sordos y rara vez hace de nuestras esperanzas los argumentos del día a día. Aún más, la indiferencia suele ser tal que su respuesta solo nos dice que hay que esperar en el interrogante hasta el próximo presente.
Este aprieto puede ser como aquellas materias de nuestros estudios que no nos gustaban, pero para aprobar la formación había que cursarlas igual. Luego hemos visto todo lo que aprendimos de aquello que negábamos, lo mismo nos pasa con la crudeza de lo que nos ocurre, es en verdad un lugar auténticamente fructífero.
En su texto extraordinario “Como transformar el sufrimiento y la felicidad en iluminación” Dodrupchen Jigme Tenpe Ñima nos alienta a explorar cómo utilizar el sufrimiento como camino hacia la iluminación. Algunos de estos hitos en el camino que podemos trabajar para sostenernos y aprender de nosotros mismos: abandonar la actitud de estar completamente negados a sufrir, utilizar el sufrimiento para entrenarse en la renuncia, para entrenarnos en tomar refugio, para vencer la arrogancia, para hallar alegría en la acción positiva, para entrenarnos en la compasión, entre otros puntos más, que abarcan, también, la dimensión de lo absoluto.
Del estudio de este texto y, parafraseando a Krishnamurti, entendiendo a la meditación como amor a la verdad, sea la que fuere, surge la afirmación de que la solución no consiste en eliminar la esperanza sino en ver a través de ella. Cuando aceptamos la falta de arraigos consistentes y nos relajamos ante la naturaleza dinámica de la vida esto nos libera de la lucha constante contra el miedo y la esperanza. Cuando aprendemos a movemos entre el soñar y la realidad, nuestros movimientos se vuelven más fluidos y es cuando realmente comienza una suerte de danza equilibrada con acercamientos y distanciamientos, movimientos de una coreografía mayor.
Por último, como seres relacionales que somos una de las tantas esperanzas que tenemos es poder mantener relaciones de afecto y cercanía, pero al mismo tiempo anhelamos una distancia segura con los demás. Reclamamos límites claros que nos protejan sin arriesgarnos demasiado, pero latiendo la contradictoria esperanza de integrarnos sin perder nuestra individualidad en la relación. Así pues, como corolario, por más importante que sea prestar atención a nuestras esperanzas también lo es no sobre identificarnos con ellas. Y, del mismo modo, seamos capaces de comprometernos con los demás sin perder por ello la capacidad de respirarnos a nosotros mismos.
“Hay quienes no pueden aflojar sus propias cadenas y sin embargo pueden liberar a sus amigos. Debes estar preparado para arder en tu propio fuego: ¿cómo podrías renacer sin haberte convertido en cenizas?
Así habló Zaratustra. ****
*Arenas movedizas, Hennig Mankell, Editorial Tusquets
** “El día que Nietzsche lloró” Irvin Yalom, editorial Emecé
*** La elegancia del erizo, Muriel Barbery, Seix Barral.
**** El día que Nietzsche lloró” Irvin Yalom, editorial Emecé. Aquí no sé como se referencia una libro ya citado Ib
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Venerable Karma Tenpa es un monje budista, argentino, residente en España. En el año 2007, recibió de parte de S. E. Situ Rimpoche la ordenación de guelong (monje completamente ordenado). Participa en la formación de voluntarios en el acompañamiento espiritual en el proceso de morir en la Fundación Metta Hospice https://fundacionmetta.org/ y, como voluntario, se suma a la actividad de la Asociación ACM112 dedicada al acompañamiento a personas sin familia en el proceso de morir. También gestiona el programa Creciendo en Nepal cuya actividad se centra en recaudar fondos para dos hogares de acogida para menores en Katmandú.