Wesak theravada virtual en Cuba. Todo gran árbol nace de una pequeña semilla.
DOUGLAS CALVO GAÍNZA.
El 29 de mayo del 2021 se celebró el primer Wesak theravada online cubano. Esta fue, posiblemente, la primera vez en que los noveles theravadines en la Mayor de las Antillas se incorporaron activamente a esa festividad universal.
El evento fue transmitido vía Google Meet desde el templo Toronto Mahavihara, donde el veterano Bhikkhu Mihita ofició, acompañado por otros monjes, para un puñado de miembros de la emergente comunidad de esa arcaica rama budista en Cuba. Además, asistieron al acto ceremonial algunas personas de otros países latinoamericanos como Argentina y Perú.
Esta ceremonia se agrega a otras iniciativas del laborioso Bhante canadiense, determinado a crear en el país caribeño un movimiento theravada estable y bien cimentado. Durante varias visitas a la Isla, el erudito monje norteño ha conferenciado en el principal centro de altos estudios local, guiado talleres de meditación, viajado a varias provincias e iniciado a diversos practicantes. Y hoy el venerable Mihita aspira a promover una reactivación de sus logros pasados en Cuba (casi interrumpidos por los recientes avatares socioeconómicos en esa nación, y por la vigente crisis sanitaria global), dirigidos a establecer ese ancestral budismo dentro de un escenario tan inesperado como el cubano. Uno, por demás, colmado de diversos retos para la práctica del Dharma.
Desde el año 2020, el impacto de COVID-19 sobre las economías del orbe, las medidas estadounidenses de aislamiento al gobierno socialista de La Habana, y las radicales reformas socioeconómicas de este, se han coaligado (sea voluntariamente o no) para hundir a la pequeña nación insular en una espiral de vicisitudes, donde priman las insuficiencias generalizadas de ofertas mercantiles y la irrevocable estanflación. Una crisis que solo posee precedentes en la etapa del «Período Especial» (1990-1994), la cual siguió a la desintegración de la URSS y su bloque. El impacto sobre la población ha sido inmedible, y las carencias y escaseces para los cubanos actuales desafían la imaginación más abarcadora.
Una Buddhapuja ejecutada rigurosamente requerirá siempre algunas medidas preparatorias en casa, como son las ofrendas de comida, velas, incienso, agua… y en las condiciones de distanciamiento social que impone esta prolongada emergencia epidémica, se precisa además de una conectividad adecuada para seguir la ceremonia virtual. Pues bien, no resulta exagerado afirmar que, de entre todos esos elementos, sólo el agua se halla usualmente al alcance de un budista cubano de hoy (aunque más de una vez, también escasee). Por ejemplo, sin adentrarse demasiado en el tema, tan solo el conectarse largamente a INTERNET puede constituir una verdadera odisea.
Sin embargo, se recibió una respuesta positiva desde varios hogares cubanos, y, pese a la falta de experiencia, al muy breve lapso para preparativos, y a las múltiples coyunturas adversas, los practicantes locales apelaron a ese fértil ingenio suyo, gracias al cual día a día se las agencian para traer un plato de comida a sus mesas. Y se dieron maña para presentar sus humildes pero significativas ofrendas al Buda, el Dhamma y el Sangha. Y llama la atención como, gracias a la magia de las redes, incluso desde una localidad tan remota a La Habana como la ciudad matancera de Colón, dos activas participantes también se sumaron, con suma alegría, a esta reciente festividad universal en honor al Iluminado Siddharta Gautama.
Pues incluso aunque esta vez no prodigara muchas deferencias la tecnología (tan impredecible en sus favores o inclemencias como aquella antigua diosa romana de la Fortuna), y por ende la calidad técnica del encuentro distó mucho de ser óptima, sin embargo, por encima de las trabas y barreras de toda índole se impusieron la camaradería y la hermandad… Los asistentes se retiraron todos satisfechos, con un sentimiento de regocijo. Un hermano de Argentina afirmó haber experimentado como el Bhante irradiaba poderosas «ondas de amor» sobre todas las naciones representadas en el chat, incluyéndose a su patria gaucha. En especial, cada cual se llevó de este Wesak la impresión de ser parte de una unidad universal entre todos los practicantes del Dharma en el planeta; de constituir diminutas células vivas, flamantes pero útiles, dentro de ese magno organismo mundial que es el budismo.
El tiempo dirá cómo prospera la escuela theravada en ese espinoso contexto antillano. Por lo pronto, las palmas van para el Bhante Mihita y los monjes del templo torontoniano, por esa noble oferta dhármica regalada a varios invitados latinoamericanos, pero en especial a los cubanos. Y, por supuesto, también alabanzas para estos, ya que han superado esas circunstancias nada halagüeñas ni promisorias para ritualidades virtuales, con vistas a tomar parte en esa tradición milenaria, como budistas bisoños pero dinámicos.
A veces se estima el valor de alguna expresión religiosa por sus membresías exuberantes, sus peregrinaciones multitudinarias, y sus muy sofisticados templos. Sin embargo, ya sea el magnificente santuario del Borobudur con sus cientos de estatuas del Buda, el colosal Potala tibetano, o el gigantesco Daibutsu de Nara, todos tuvieron por igual su génesis cuando, sentándose en medio de la naturaleza del llamado «Parque de los Ciervos» de Benarés, cierto joven de amorosa mirada, dulce sonrisa y serenos gestos, manifestó por primera vez a un reducido círculo de cinco demacrados ermitaños indios, cuáles eran los fundamentos de la novedosa enseñanza que había obtenido tras meditar bajo una higuera. Un conocimiento inesperado que le había permitido superar para siempre las cadenas del miedo, la ignorancia y la angustia existencial.
Algún observador casual de aquella escena plácida, casi bucólica, y con solo seis participantes, jamás habría podido sospechar que, dos mil quinientos años después, cientos de millones de ciudadanos del orbe entero seguirían adhiriéndose devotamente a aquel hallazgo espiritual sin precedentes. Tampoco hoy nadie puede vaticinar si este Wesak online 2021 canadiense-cubano, representará o no un salto cualitativo que ayude a imbricar más orgánicamente a la rama Theravada entre las religiosidades que coexisten en la Isla.
Pero, en todo caso, la modestia del recomienzo no debe desalentar a los theravadines locales. Pues todo gran árbol nace de una pequeña semilla, y también una reunión (en apariencia intrascendente, pero entre personas bien motivadas) puede ser aliciente para que algunos implicados más tarde persigan, y logren, un maravilloso Despertar. Y eso puede cumplirse, por igual, en la mística india del siglo V a.C., o en esta Cuba del 2021, atosigada por la COVID y otras dolencias.
Douglas Calvo Gaínza (La Habana, 1970). Investigador y escritor residente en Cuba; traductor grecolatino y estudioso en general de religiones y de filosofía. Colaborador de Buddhist Door desde el 2020. |
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