Tras los pasos de Francisco Varela

OSCAR TOBAR MUÑOZ 

Adentrarse en la vida y el quehacer de Francisco Varela es fascinante. Una vida plagada de sorpresas y aventuras inquietantes, no solo en el plano personal, sino que además en el plano intelectual por sus famosas investigaciones en el laboratorio y en el plano de la búsqueda espiritual que le llevó a ser considerado por el propio Tenzin Gyatzo, el XIV Dalai Lama, como «mi hermano espiritual».

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BREVE BIOGRAFIA

Francisco Javier Varela García nace en el sureño puerto chileno de Talcahuano en la 8ª Región del Bio-Bio, el 26 de septiembre de 1946. Su padre, Raúl Varela Rodríguez, es un destacado ingeniero que en ese momento trabaja para la Armada de Chile. Posteriormente, deja este trabajo para independizarse formando su propia empresa con sede en la capital, Santiago de Chile. Francisco realiza sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Alemán del Verbo Divino. Su ingreso a la universidad fue, primeramente, a la carrera de Medicina para luego cambiarse a la naciente Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile bajo la dirección del biólogo Humberto Maturana, quien sería su maestro y mentor. Egresa con el grado de licenciado en Biología obteniendo más tarde una beca para estudiar un doctorado en la Universidad de Harvard en EE.UU. A esa fecha contaba con tan solo 21 años. Egresa de esa institución norteamericana con el grado de doctor en Biología en 1970 con su tesis «Retinas de insectos: procesamiento de información en el ojo compuesto» guiada por el destacado médico sueco Torsten Wiesel, quien, a su vez, obtuviera el Premio Nobel de Medicina en 1981. Es uno de los egresados más jóvenes de esta prestigiosa institución con solo 23 años.

Entusiasmado con compartir lo aprendido, regresa al país para ejercer como profesor titular en la Universidad de Chile, reuniéndose con su mentor, el biólogo Humberto Maturana, gran compañero de investigaciones a lo largo de toda su vida. Juntos iniciaron relevantes estudios sobre las redes de neuronas biológicas. En 1973, ambos profesores publican su libro De máquinas y seres vivos. A pesar de estos importantes logros, la inestabilidad sociopolítica del país y el consiguiente golpe militar, generaron un gran caos en su vida. Hombre de izquierda, el golpe de Estado, como a muchos otros, le partió la vida en dos.

Yo había terminado mi doctorado en Estados Unidos, era profesor de la Facultad, quería hacer ciencias en Chile, tenía mi familia y vida armada y, de pronto, en tres días todo eso se cerró. Muchos amigos fueron asesinados, mi suegro de entonces, Daniel Palma, desapareció. Tuve que irme. Primero a Costa Rica y luego a Estados Unidos. Estaba completamente seco y perdí completamente mis puntos de referencia. Para decirlo en una frase, tomé conciencia de mi ignorancia profunda, total, de todo.

A fines de 1973, parte al exilio voluntario, pues pesaba sobre él una orden de detención para recluirlo en el campo de concentración que la dictadura había instalado en el principal coliseo del país, el Estadio Nacional. En Costa Rica es contratado como profesor en el Departamento de Biología de la Universidad de Costa Rica. Al cabo de pocos meses, cuando los costarricenses le ofrecían la dirección del departamento, decide emigrar rumbo a los Estados Unidos. Primero fue profesor de la Universidad Colorado, EEUU. Y, más tarde, lo invitaron como investigador al Brain Research Laboratories en Nueva York.

En 1980, para sorpresa de muchos y al agradecimiento de muchos jóvenes estudiantes, entre los cuales me cuento, volvió a Chile a la Facultad de Ciencias donde trabajó hasta 1984.

Ese año, junto a su mentor, el profesor Humberto Maturana, publicaron el libro El árbol del conocimiento, constituyéndose con el tiempo en la obra mas relevante y significativa de ambos investigadores. Su enunciado de la «teoría de la autopoiesis» como la descripción del desarrollo de la organización del conocimiento desde la mínima unidad de vida hasta el pleno desarrollo de la conciencia humana, como unidades autopoiéticas autodeterminadas y autoreguladas en sí mismas, les valió el reconocimiento internacional. Esta teoría cobra enorme importancia en las investigaciones que Varela realizará posteriormente sobre las ciencias cognitivas 

Durante 1985 se encontró en Alemania gozando de una beca Von-Humboldt y aterrizó, en forma definitiva, en París en 1986. Finalmente, el Centre National de la Recherce Scientifique (CNRS) lo nombró Director de Investigaciones en 1988, puesto que ocupó hasta su muerte el 28 de mayo del 2001.

Sus restos descansan en el patio de las Higueras en el nortino pueblo semi desértico de Monte Grande, donde Francisco viviera sus años más felices en el fundo de su abuelo paterno durante su niñez

En el destacado documental «Monte Grande», ¿Qué es la vida? del reconocido director alemán Franz Reichle, describen los últimos días de Francisco Varela:

El título del documental hace referencia a un pueblo del norte de Chile que, como dice el texto del dossier de prensa, «no aparece en ningún mapa».

El último de los consejos de Varela fue que intentara trabajar con Humberto Maturana, quien acababa de cambiarse de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile a la nueva Facultad de Ciencias. Un buen día de abril de 1966 fui a verlo a su subterráneo de uno de los «dientes» de la nueva escuela en calle Independencia. Me preguntó qué era lo que me interesaba, y en mi entusiasmo de los veinte (años), le dije sin vacilación: «¡el psiquismo en el universo!». Humberto sonrió y dijo: «Muchacho, has llegado al lugar adecuado…». Fue un día memorable y el comienzo de una relación que tendría consecuencias para ambos.

Fuente: Google Images

DE CÍRCULOS Y LINAJES

En enero de 1979, Francisco Varela da una serie de tres conferencias sobre el tema «Ciencia y Budismo. Linajes y Círculos». Solo se dispone de la primera de esas conferencias en versión «no editada», la que constituye una verdadera declaración de principios del notable científico y filósofo, además de destacado practicante budista.

En este pequeño pero extraordinario texto, Varela nos muestra, primeramente, de dónde procede su tradición de investigación científica, su linaje científico. Inicia su exposición aclarando que dos de los más prestigiosos científicos de la sociedad occidental se consideraban a sí mismos más filósofos que hombres de ciencia. Comparativamente, la obra de Newton sobre Teología es tres veces mayor que la escrita como científico. En palabras de Varela:

Los padres fundadores, como Newton y Einstein, se consideraban filósofos naturales. El gran tratado de Newton sobre el movimiento se tituló Principia Mathematica Philosophia Naturalis («Principios matemáticos de la filosofía natural»). Ese mismo espíritu ha producido en nuestros tiempos algunas figuras importantes, con quienes estoy en deuda. Mencionaré dos aquí: Warren McCulloch y Gregory Bateson.  Ahora bien, no entrené con ninguno de estos dos hombres. Pero la persona que me introdujo en el oficio de la ciencia, Humberto Maturana, de Chile, mi país natal, trabajó muy estrechamente con McCulloch.  Los profesores Maturana y McCulloch, con otros dos colegas, publicaron en 1959 un artículo titulado «Lo que el ojo de la rana le dice al cerebro de la rana», que rápidamente se convirtió en un hito en la epistemología experimental.

VARELA Y EL BUDISMO

Apenas llegó Pancho―como afectuosamente lo llamamos―y su esposa (Eleonor), nos juntamos con unos amigos y comenzamos a meditar una tarde. A los cuatro meses de iniciar las prácticas, éramos alrededor de 20 personas. Dos años funcionamos en estas condiciones. Pancho Varela es un encanto, no solo por su relación con el budismo, sino como persona.

En su estancia en el estado de Colorado, en los EE.UU., conoció a un extraordinario monje tibetano, Chögyam Trungpa quien había llegado a EE.UU. en 1970, luego de un período en Escocia. Trungpa y un venerable monje llamado Akong Rinpoche fueron invitados por Johnstone House Trust de Escocia para hacerse cargo de un centro de meditación, que luego se convirtió en  Samye Ling, el primer monasterio budista tibetano en Occidente.

Como heredero de la antigua tradición karma kagyu, Trungpa Rinpoche aceptó a Varela como su alumno transmitiéndole sus enseñanzas que, en una larga lista de maestros del linaje kagyu, llegan hasta el mismísimo Budha Shakyamuni en el siglo V a.e.c.

Luego de su salida al exilio, Varela esta confundido y desorientado sobre el giro que había tomado su vida:

En ese momento, Varela sentía que su proyecto personal había naufragado. “¿Cuál es el sentido de mi vida ahora?”, se preguntaba. En Boulder, Colorado, conoció al maestro budista Chögyam Trungpa, y este le propuso una idea radical: “Suspende la pregunta y explora tu mente”.

¡Eso fue una revelación! ―dice su viuda Amy Cohen Varela. Creo que fue a través de Trungpa que recibió las primeras instrucciones que le proporcionaron un atisbo de vacío y paz mental y le aseguraron que había una manera de poner su mente en reposo. Eso fue en los años 70. Francisco estudió y practicó con Chögyam Trungpa varios años y luego conoció a Tulku Urgyen Rinpoche, quien era un maestro en Nepal, y estudió con él.

Fuente: https://spanish.tibetoffice.org/ootla/4290

El linaje Kagyu es reconocido como el linaje de la práctica (de la meditación). Varela dice:

Su nombre literalmente significa “linaje del susurro” porque pone un fuerte énfasis sobre la experiencia directa de las enseñanzas de meditación personales recibidas, así como sobre un enfoque académico.

Ahora, los kagyus, han estado siempre interesados en una combinación dual de práctica y disciplina intelectual. Un excelente ejemplo de esto es el gran santo Naropa (discípulo de Tilopa, el fundador del linaje kagyu) quien fue el rector de la Universidad de Nalanda, uno de los centros culturales más prestigiosos del mundo durante la Edad Media.

Su referente básico para profundizar sus conocimientos acerca de cómo esta tradición meditativa había desarrollado sus propios estudios, experimentos y observaciones de los fenómenos mentales, fue uno de los componentes de lo que se conoce como el Tripitaka o «Tres Cestas», llamado Abhidharma.  Varela reconoce y valoriza este texto como «un laboratorio que tiene mas de 2500 años de investigación». 

En 1983 tiene su primer contacto con el XIV Dalai Lama Tenzin Gyatso durante el desarrollo del Foro Europeo de Alpbach, Austria, en el Simposio sobre la Consciencia.

Dos años más tarde, en 1985, S.S. el Dalai Lama viaja a París invitado por la Asamblea Nacional de Diputados de Francia. En esta ocasión, ambos se reúnen en un extenso e informal encuentro. Al finalizar, S.S. le comenta: «Deberíamos hacer algo juntos, ¿por qué no vienes a Dharamsala y me enseñas sobre tu ciencia?» 

Es así que, en el otoñal mes de octubre de 1987, un grupo de científicos se reúnen en la residencia de S.S. Dalái Lama en Dharamsala por una semana para realizar el primer encuentro de científicos occidentales con destacados eruditos y practicantes de la tradición budista con la finalidad de establecer un dialogo que permita reconocer los puntos en común entre ambas tradiciones de investigación de la mente y las ciencias cognitivas. El tema a debatir es enunciado en el nombre que recibe este encuentro: «Mente y Vida». 

Su Santidad el Dalái Lama sosteniendo una fotografía de Francisco Varela. Fotografía de Ven Tenzin Jamphel

En 1990, con ocasión del tercer encuentro, nace el Instituto Mente y Vida. Esta institución será la encargada de organizar los futuros eventos que, durante tres décadas hasta la fecha, se han realizado. Son más de 25 encuentros de trascendencia mundial que ha permitido reorientar de manera significativa la investigación de las ciencias cognitivas, la biología, la psicología y algunos aspectos de las ciencias sociales. Un hecho destacable, es la incorporación de las «ciencias contemplativas» como un tema de investigación y relevancia en el campo de las ciencias. 

En 2001, cuando el equipo del Dalái Lama llamó a su casa diciendo que tenía un mensaje para él, Varela llevaba días sin abrir los ojos. Amy Cohen pidió ayuda a los estudiantes de su laboratorio: instalaron una cámara web y pusieron el computador frente a su rostro. Varela estaba demasiado débil para hablar, pero cuando oyó el nombre de Dalái Lama, abrió los ojos de golpe, recuerda ella.

-¿Estoy en el departamento de Varela? -preguntó el Dalái Lama a través de la pantalla.

Estábamos hablando también por teléfono y dije: “Sí, te estamos escuchando”. Luego comenzó a hablar a Francisco sobre todo lo que él y su trabajo habían significado para él. Entonces lo llamó hermano espiritual», recuerda Amy Cohen. «Yo estaba de pie detrás de Francisco para ver la pantalla, pero en ese momento me inclino y miro su rostro y siento como si mi corazón se me saliera del pecho. Francisco está completamente consciente, completamente despierto y tan concentrado y en conexión con el Dalái Lama que se siente como si se hubiera sumergido en la pantalla, como si fuera un charco de agua donde se uniría a él. En ese momento se sintió como si fueran uno. En ese momento brillante, la materia de la que estaba hecha su amistad no era ni el budismo ni la ciencia, sino simplemente el amor.

Este simple trabajo quiere rendir un homenaje a un hombre brillante, sincero y honesto. Brillante por sus enormes contribuciones a las ciencias cognitivas y contemplativas.  Sincero y honesto porque fue capaz de desafiar al «establishment» y la rigidez académica al elegir su propia búsqueda interior de comprensión de aquello que llamamos Vida, al igual que lo hiciera ese otro hombre, hace 2500 años, y que al hallar la respuesta Él llamó simplemente Dharma. 

La entrega honesta y laboriosa dedicación de «Pancho», hoy ha germinado y crece en los cientos de jóvenes y personas de todas las razas, de innumerables países que ven en las Ciencias Contemplativas una vía de desarrollo personal y social. 

Ciencia y Espiritualidad, dos conceptos que hace apenas 50 o 40 años se mostraban los dientes uno al otro, no aceptándose ninguno de los dos.

Hoy, las cosas han cambiado. Son muchas las organizaciones que realizan eventos para conversar o discutir acerca de sus puntos de coincidencias y no sus puntos de desunión.

El mundo camina al borde del precipicio y no nos está permitido, no es dhármico, defender egoístamente nuestras posiciones. Solo abriendo nuestras mentes y nuestro corazón a lo nuevo, lo fresco, lo innovador, podremos hacer de este mundo un mejor lugar. El tiempo apremia. 

¡Gracias Francisco por enseñarnos a meditar!

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OSCAR TOBAR MUÑOZ (Valparaíso, 1954) fundador y director del Centro de Meditación Budista de Valparaíso, presidente de la Asociación Cultural Sidharta.