Meditación zen y el zen en la obra de Antoni Tàpies. Parte 1

FINA IÑIGUEZ ABAD

Tarjetón de la exposición Tàpies. La huella del zen (L’empremta del zen)

El año en que se celebra el centenario del artista catalán Antoni Tàpies (Barcelona, 13/12/1923 – 6/2/2012), la fundación dedicada a su obra ofrece una extensa programación en la que se destaca la exposición Tàpies. L’empremta del zen (Tàpies. La huella del zen – 13.12.2023 – 23.06.2024). Una selección de cuarenta pinturas y dibujos, algunos inéditos, descubren una faceta poco conocida del artista: la de su interés por el budismo zen y cómo le influenció, sobre todo a partir de los años 70.

Aprovechando la sintonía con la temática de la exposición, el Centro Zen Nalanda de Barcelona organizó el pasado 13 de abril un zazén según la práctica de la Escuela Sōtō, dirigida por el presidente de la asociación, el monje Josep Manuel Sōsen  Campillo.

Algunas de las personas participantes en el zazén. En el centro, el presidente de la asociación Nalanda, Josep Manuel Sōsen Campillo. Foto © Ferran Vergés

La motivación del evento fue complementar el entendimiento de una parte de la obra de Tàpies -vinculada al zen- con una práctica de meditación en su propio espacio. En palabras de Sōsen  Campillo: «Para entender mejor la obra que nos habla del zen, no hay nada mejor que practicar el zen, es decir, meditar al estilo del zen».

Foto © Ferran Vergés

Una treintena de personas siguió la liturgia en riguroso silencio, ajena al run run de quienes visitaban los demás espacios de la Fundación observando a quienes meditaban con la misma atención y curiosidad que a las obras de Tàpies.

Cada instrumento y objeto utilizado en la sesión tiene su significado*. El repique del han, seguido del sonido de la campanilla ikin,anuncian la entrada del maestro sujetando el kotsu al espacio de meditación reservado al lado de la imponente biblioteca de la Fundación. 

Antes de iniciar la sesión, Sōsen Campillo da las instrucciones para meditar: la postura, la mirada, el cuerpo relajado, las manos, la respiración…

La práctica duró alrededor de una hora, con una primera parte de meditación sentada seguida de otra breve de meditación caminando. La meditación zen también es movimiento.

Momento de meditación caminando. Foto © Ferran Vergés

Un movimiento lento, introspectivo, concentrado… en un recorrido que no pretende llegar a ninguna parte que no sea el interior de quien camina. La práctica concluyó con una última meditación sentada, acompañada de lecturas y canto de sutras, como el Sutra del Corazón (o Sutra de la Perfección de la Gran Sabiduría).

Contextualizando la práctica del zazén en el excepcional espacio artístico de la Fundación, Sōsen Campillo leyó un fragmento del libro Mente zen, mente de principiante, del maestro zen Shunryu Suzuki (CITA: Gaia Ediciones. Madrid, 2012):

«Somos en realidad uno y el mismo ser. Somos lo mismo, pero, no obstante, diferentes. Es muy paradójico, pero en realidad es así. Como somos seres independientes, cada uno de nosotros es un destello completo que penetra el vasto mundo fenoménico. Cuando estoy sentado, para mí no hay ninguna otra persona, pero eso no significa que no reconozca a los demás. Soy completamente uno con cada existencia en el mundo fenoménico. Así, pues, cuando yo me siento, el resto se sienta. Todos se sientan conmigo. Ése es nuestro zazen.»

Cuando uno se sienta, todo se sienta con uno. Y todo integra la calidad del ser de uno. Yo soy parte de cada uno de ustedes. Yo entro en la calidad de su ser. Entonces en esta práctica, tenemos una liberación absoluta de todo lo demás. Cuando se posee este secreto, no hay ninguna diferencia entre la práctica del zen y la vida cotidiana. Cada cual puede interpretar todo como quiere.

Un cuadro maravilloso es el resultado de la sensibilidad, de los sentimientos de los dedos. Cuando uno siente la densidad de la tinta del pincel; el cuadro está ya ahí antes de pintarlo. Cuando se moja el pincel en la tinta, ya se anticipa el resultado del dibujo; de lo contrario, no se podría pintar. Así, pues, antes de hacer algo, el «ser» ya está ahí, el resultado está ahí. Aunque parezca que se está sentado tranquilamente, toda la actividad pasada y presente está incluida y el resultado de la sentada ya está allí también. Uno no descansa en absoluto. Toda la actividad está dentro de uno. Ése es nuestro ser. Por lo tanto, todos los resultados de la práctica están incluidos en la sentada. Ésta es nuestra práctica, nuestro zazen.»

Foto © Ferran Vergés

Sustituyó el muro frente al que se suelen hacer las sesiones de zazen en los centros el Gran nus (Gran nudo), una obra de grandes dimensiones (200 x 500 cm) creada por Tàpies en 1982. Un pequeño altar con una imagen del Buda, flores, velas e incienso componían el escenario minimalista. A un lado, un gong en forma de cuenco. Al otro, el  Mokugyō y el Ikin. Y colgado de una columna en la parte de atrás del espacio, el Han.

BDE habló con Josep Manuel Sōsen Campillo sobre la organización del evento.

Buddhistdoor en Español: ¿Cómo surgió la idea de organizar un zazén en la Fundació Tàpies?

Josep Manuel Sōsen Campillo: No es muy usual que una institución cultural de tu ciudad organice una actividad alrededor del zen, y aún mucho menos que un prestigioso pintor del arte moderno como Antoni Tàpies manifieste en entrevistas que el zen fue importante para su inspiración. Tàpies accedió al zen a través de lo intelectual, leyendo autores como Daisetz Teitaro Suzuki o Eugen Herrigel. No obstante, el zen no es un aprendizaje intelectual sino un aprendizaje que se efectúa mediante la práctica de uno mismo, de la meditación sentada. Es a través de la meditación que se desvela la auténtica naturaleza de uno y se acerca al conocimiento de la realidad tal cual es. El zen es ante todo un camino espiritual, no cultural. Entonces, cuando vimos la exposición de la Fundació Tàpies consideramos que un buen complemento para entender la obra de Tàpies, que él vinculaba al zen, era realizar una práctica de meditación, la fuente real de lo que llamamos zen. Zen es una palabra japonesa que deriva del sánscrito dhyāna, que no significa otra cosa que «meditación». Zen, pues, es meditación. Para entender mejor la obra que nos habla del zen, no hay nada mejor que practicar el zen, es decir: meditar al estilo del zen.

BDE: En la tradición zen se suele meditar frente a un muro. ¿Ha sido inspirador hacerlo ante una obra de Tàpies?

JMSC: Lo más inspirador es meditar sin ambición alguna. Sin objetivo. Sin pretender un beneficio, ni que sea de placer por la meditación. En todo caso, meditar ante una obra de Antoni Tàpies ha sido un honor: él nos ha honrado con su reconocimiento al zen. Nosotros le vemos como a un maestro pintor digno de ser reconocido, precisamente, por su maestría y su enfoque en la expresión artística que tanto relaciona con el zen.

BDE: En su web afirma que «existe un arte que deriva del zen, de la práctica de la meditación. No existe un arte zen». ¿Nos puede ampliar este concepto?

JMSC: No hay un arte zen. Hay un arte que surge del zen, es decir de la meditación. Tras la meditación uno se halla abierto, atento a lo externo y a lo interior, porque se ha vaciado. La vacuidad no es la nada, es un espacio vacío dispuesto a ser llenado de nuevo, si es posible en mejores condiciones y pensamientos. Buda decía que nuestros actos siguen a nuestros pensamientos igual que las ruedas de un carro siguen las pisadas del buey que lo arrastra. La realidad aparece ante nuestros ojos cuando nos despojamos de lo aprendido, de los prejuicios, de los apegos por las cosas o las personas, por los temores, por los actos realizados, por lo que nos pueda suceder… Cuando estamos solos con nosotros mismos, aparece la verdad si enfocas la realización de una obra de arte desde tu interior, sin querer copiar las maneras de nadie, sin esperar un reconocimiento expreso por tu obra: Al contrario, si realizas tu trabajo pensando que si lo haces así te elogiarán, no eres verdadero. Sólo los artistas verdaderos, es decir, con su verdad, han trascendido más allá de las épocas. Los demás, quizá, se han hecho famosos en su tiempo. Pero el tiempo pasa, las modas pasan, y lo auténtico, lo realizado más allá del reconocimiento o la crítica, pervive. Quien actúa así, es maestro de hombres.

BDE: ¿Cree que el arte, así como la meditación, contribuye a cambiar la percepción del mundo a través de un trabajo interior?

JMSC: Podríamos decir que sí y no, o las dos cosas a la vez. Una obra de arte, una escuela de arte puede provocar cambios, eso es cierto. Puede provocar un cambio estético que, a la postre, se convierte en motor de cambio social. La obra de arte, no obstante, no va sola por el mundo. Detrás siempre hay una ideología, un pensamiento, una creencia. Las obras de arte no surgen como setas, sino que están en estrecha relación con los cambios sociales que se producen. Son su reflejo, en todo caso. El arte renacentista, por ejemplo, surge porque detrás hay un movimiento intelectual muy potente que propugna recuperar la antigua cultura clásica grecorromana. El realismo alemán aparece tras la catástrofe de la Primera Guerra Mundial y tras comprobar que el Imperio Alemán se hunde porque se sostenía sobre bases socioeconómicas no válidas. La meditación es un camino interior de carácter individual. La meditación está más allá de las creencias, incluso del mismo budismo del cual ha surgido. La meditación es el camino que efectúa la persona hacia su interior. ¡Eso también cambia el mundo! Pero lo hace persona a persona. No hay líder salvador. La meditación es el compromiso de uno mismo por ser.

BDE: Leemos en su página web que «el primer dojo de España fue creado por un grupo de practicantes zen en 1981 liderado por Jesús Tenko Senho Martínez Bueno. Y en 1983 el maestro Taisen Deshimaru lo inauguró. Desde 2027, el actual Centro zen Nalanda, en sus nuevas instalaciones, promueve diversas actividades».  Cuéntenos un poco más sobre el origen del Centro Nalanda.

JMSC: Efectivamente, el origen del Centre Zen Nalanda actual se halla en el Dojo Zen Nalanda, que tuvo su sede en la calle Montcada de Barcelona desde 1982 hasta 2016. En 1981, en la calle Montcada se fundó el dojo zen Barcelona y, al año siguiente, la Asociación Nalanda. En 1991 hubo una crisis. Una parte se llevó el dojo de Barcelona a otra sede, y en la calle Montcada se mantuvo la Asociación Nalanda, que fue el embrión del dojo zen Nalanda. El dojo de Barcelona, y otros que han surgido posteriormente de él, se han integrado en organizaciones internacionales más o menos conectadas o auditadas por escuelas-madre. Nalanda, en cambio, ha escogido el camino de ser independiente, aunque sea a costa de ser un centro más pequeño y humilde que los demás. Pero eso no es importante, sino realizar una práctica verdadera. El maestro Kanchi Sōsan, en el siglo V, escribió: «Lo más grande y lo ínfimo son lo mismo si no se establecen límites. Siendo, no se es. No siendo, se es. Así, pues, no te apegues a nada».

BDE: Ustedes definen el zen de Nalanda como «social y compasivo».  

JMSC: A nosotros nos parece algo evidente que el budismo es, ante todo, compasión. ¿Qué es compasión? Saber ponerse en el lugar del que sufre y ayudarlo a emerger. Y esa actitud no sólo debe ser algo individual y aislado, sino que debe ser abierta a todo el mundo. El zen es budismo, porque Buda solo pudo hallar las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Óctuple Sendero después de meditar, no antes a pesar de los buenos maestros que tuvo. La meditación, pues, está en la clave de una mente compasiva: cuando uno se olvida de sí mismo, y se abre a los demás, cuando olvida sus prejuicios respecto a los demás, y lo considera todo como integrante de un mismo universo que compartimos. No hay un yo ni los demás. Todo lo demás es nuestro yo. Nuestro yo conforma todo lo demás. Si no hay mundos separados, y lo demás somos nosotros mismos, ¿cómo no vamos a velar por los demás? Haciéndolo, lo hacemos por nosotros mismos. Por eso es importante que uno medite: empatiza con el universo y la compasión lo inunda.

BDE: ¿Cómo llevan a cabo esa misión? ¿Actividades destacables?

JMSC: ¿Cómo llevamos a cabo nuestro proyecto social y compasivo? Enseñando a las personas la verdadera meditación. La que hunde sus raíces en el dhyāna, la experiencia del Buda. La que se practica sin subterfugios, alharacas o performances a la moda. Hoy en día, hay muchos que se aprovechan de las necesidades de la gente para sacarles el dinero o integrarlo en organizaciones de dudosa responsabilidad social. Meditar y el yoga están de moda. Pero no todo es meditación verdadera ni yoga verdadero. Regla de oro para todos: la verdad se halla siempre en lo sencillo, nunca en lo complicado y oscuro. Nuestra misión es clara: enseñar y promover la práctica del zen, una de las formas de meditación más honestas que existen. Realizamos sesiones ordinarias semanales, en diversos horarios y la gente ayuda económicamente con lo que puede para el sostenimiento del Centro. Nalanda es una entidad sin afán de lucro. También realizamos retiros, cantos de mantras, y otros actos, como el que nos ha llevado a confluir con la Fundació Antoni Tàpies.

BDE: Usted ha escrito un libro con el título El secreto del zen. ¿Cómo definiría, en pocas palabras, este secreto?

JMSC: Siéntate. Respira. Abandona cuerpo y mente. Esa es la esencia de la enseñanza del maestro Eihei Dōgen, el fundador de nuestra escuela en el siglo XIII. El secreto del zen es, sobre todo, la práctica del zen, porqué el zen es ante todo un camino espiritual.

* Instrumentos, objetos rituales, hábitos 

El maestro Sōsen Campillo describe con detalle cada uno de los instrumentos y objetos rituales utilizados:

Kesa (kasaya en sánscrito)

«Es el manto del monje. Por lo general, en todo el budismo están confeccionados con retales de tela rectangulares, organizados en bandas o paneles. El monje del budismo zen suele llevar un kesa de siete bandas, el maestro, cuando dirige una sesión especial o va de visita a otro lugar que no es su templo, usa un kesa de 9 bandas (aunque también puede haber más bandas, ¡hasta 21!. Pero eso ya es más decorativo que usual). Para los usos más cotidianos y ordinarios se suele usar el rakusu, un kesa pequeñito de 5 bandas, que va colgado en el pecho con unos tirantes. Los colores más usuales de los kesas del zen van del ocre al azul oscuro, aunque los más habituales son el color marrón y el negro. El marrón se identifica con el color original empleado por Buda cuando tiñó con tierra del Ganges su primer kasaya hecho de retales de tejidos desechados y lanzados al río.»

 

Mokugyō

«Gong de madera que se usa en el budismo de Extremo Oriente (China, Japón, Corea y Vietnam). Su función principal es ayudar en los cantos de los monjes marcando el ritmo. Hay de diversas formas. El utilizado para cantos es de forma redondeada, como un gran cascabel hueco. También hay otros modelos de mayor tamaño y en forma de pez que sirven en los monasterios para llamar al comedor. «

Han

«Bloque de madera que se golpea con un mazo, y se emplea o bien para llamar a la puerta de un monasterio zen, o bien, situado en el patio central del monasterio, para llamar a los monjes a acudir a las actividades de la comunidad: como el samu (trabajo comunitario), tomar el té, las comidas, o los talleres de formación. En el budismo del sureste asiático, los monasterios suelen tener un gran gong formado por un tronco de árbol ahuecado y colgado verticalmente, que se emplea para las mismas funciones. Seguramente uno y otro caso están emparentados con los tam-tam que existen en diversas culturas. »

Ikin

«Campanilla que se emplea en determinados ritos, como para cuando entra el maestro en el dojo (lugar de práctica de la meditación) o en el honzon (la sala del Buda de un templo), que se hace sonar acompasadamente, es decir siguiendo los pasos del maestro. También se usa para indicar a los presentes las inclinaciones que efectúa el maestro cuando, llegando, hace la ofrenda de incienso y las prosternaciones ante el altar del Buda. A veces sirve para acompañar también al gong principal en los cantos.

 Kotsu

«Este bastón que se denomina kotsu (ruyi, en chino), representa el atributo de la autoridad del maestro de la sangha. Se usa en ceremonias y actos especiales.

Kolomo (o koromo)

«Los practicantes del zen suelen llevar un kimono negro (el negro es el color tradicional de la ropa exterior en el zen). Los monjes, no obstante, llevan un kimono especial de tradición china denominado kolomo (o koromo), que se diferencia en que las mangas son mucho más anchas, siguiendo la tradición de la etiqueta confucionista. Debajo del  kolomo se suele llevar un kimono blanco o gris. El color negro, además de corresponderse con la etiqueta de la antigua corte china, también responde a los kasayas que usaban en la India algunas de las primeras escuelas búdicas como los Sarvastivada