La belleza de volver a lo simple. Reseña de The Buddha: The Story of Siddhartha.
ÁNGELA MARÍA ZARAMA
Este artículo forma parte de nuestra edición especial «El budismo y el cine»
Al acercarse por primera vez a la vida del Buda histórico, Siddharta Gautama, uno se encuentra con que sus enseñanzas se basan en cuatro simples preceptos: la vida es sufrimiento, este sufrimiento parte del deseo, se puede renunciar a ello y el punto medio es el camino para alcanzar el mismo. Estas cuatro nobles verdades, que permitieron que Siddharta fuera llamado «El Buda», es decir, «El Iluminado», han sido objeto de múltiples interpretaciones a lo largo de la historia, lo que ha conllevado a grandes eruditos y maestros a estudiar, interpretar y transmitir cada una de estas enseñanzas. Además, se debe recalcar que estas sólo fueron el comienzo del budismo y a partir de ellas se desplegaron muchas enseñanzas más. Sin embargo, hay veces que, entre adornos e interpretaciones, escuelas y doctrinas, nos olvidamos de estas cuatro nobles verdades que llevaron a Siddharta a ser llamado El Iluminado y que unen a todos aquellos que se identifican como budistas.
Esta es la sensación que deja el documental de 2010 dirigido por David Grobin para la cadena PBS, The Buddha: The Story of Siddhartha. Como su nombre lo indica, el documental relata la vida del Buda histórico, a través de 10 capítulos, incluyendo la mirada de académicos, maestros budistas e, incluso, cuenta con la participación de Su Santidad el Dalái Lama. Para ello, utiliza una forma sutil y estética a través de ilustraciones coloridas que buscan llevar al espectador a los tiempos del Buda y, asimismo, trae a colación imágenes actuales sobre cómo se vive el budismo hoy. De esta forma, permite generar un puente entre el Buda de hace 2600 años y los bodhisattvas en el siglo XXI. Precisamente, esta es una de las reflexiones que deja el documental, sobre cómo el budismo sigue siendo relevante y vigente en la actualidad debido a una de las enseñanzas que carecen de temporalidad: todos los seres tienen la capacidad de alcanzar la iluminación. Sin embargo, hay un gran desconocimiento sobre las capacidades que tiene la humanidad para alcanzar esos niveles de gratitud, comprensión y paz. En ese sentido los documentales, las imágenes, las estatuas o incluso las pinturas, hay veces que nos sirven como espejo y nos recuerdan esas enseñanzas del Buda desde la estética. Claro que sin olvidar que son sólo un espejo y el trabajo viene dentro de nosotros.
Ahora bien, en el documental se relata como Siddharta Gautama quedó huérfano de madre a temprana edad por lo que creció junto a su padre, un rey que puso a su disposición muchísimos lujos. Un día salió con su ayudante y conoció a un hombre viejo, un hombre enfermo, un muerto y un asceta que estaba buscando la iluminación. Estos cuatro encuentros le mostraron a Siddharta que el cambio era inevitable y universal, que todos iban enfermar, envejecer y morir sin importar su casta, su género o su riqueza. Es así como, si entre todos los seres compartimos el sufrimiento y si todos hemos sufrido, debemos comenzar por generar empatía y comprensión hacia los demás. Incluso, hay que tener compasión por los seres que mueren en la agricultura, porque gracias a ellos, gracias a su sufrimiento, nosotros podemos comer. En ese sentido, Siddharta reconoció que este es un mundo impermanente en el que el sufrimiento es inherente a nuestras vidas y se mantiene en ellas a través del karma con las reencarnaciones.
Debido a ello, decidió emprender un viaje, abandonar su posición social y buscar una salida a esa situación de sufrimiento. Su búsqueda por generar una salida para solventar ese sufrimiento debía depender de nosotros, de nuestras capacidades aquí y ahora. Sin embargo, dicho conocimiento no podía venir sin sacrificio, por lo que dejó a su esposa y su hijo recién nacido para encaminarse como asceta. Incluso, el documental destaca que a su hijo lo nombró Rahula, debido a que lo iba a mantener atado a ese tipo de vida.
En ese entonces, se estaban presentando grandes transformaciones sociales y se presentaban diversas escuelas espirituales en la India. Por ello, en su primera etapa como asceta, Siddharta adquirió la pobreza y el celibato como mecanismos que desde la austeridad le iban a permitir alcanzar la iluminación. Asistió a diferentes escuelas de yoga y meditación que estaban en auge en el momento, pero que tenían en común el vivir en sacrificios con tal de alcanzar una ganancia espiritual. Ello conllevó a ver el cuerpo como un obstáculo para la iluminación y querer escapar de su influencia comiendo y bebiendo lo mínimo. No obstante, esto también lo llevó al sufrimiento porque el cuerpo se necesita para sobrevivir y no se puede separar de la búsqueda espiritual.
Debido a esto, Siddhartha decidió comer y sentarse a meditar debajo del árbol Bodhi. Durante, fue tentado por Mara, el dios del deseo, pero él logró vencerlo y lo destruyó. Para ello, la tierra quedó como testigo. Fue allí, en meditación, cuando Siddharta entendió que sí había una salida al sufrimiento y que siempre estuvo allí, a nuestro alcance: el nirvana. Este podía ser alcanzado aquí en el presente, prestándole atención al ahora, sintiendo la conexión entre todos los seres, sintiendo el dolor de los otros como propio y no causando más daño. También, buscando vivir en el punto medio, pues había experimentado que tanto la lujuria como la abstinencia extrema traían sufrimiento. A partir de esto, puso en función de la humanidad la Rueda del Dharma, que puede ser entendido como las enseñanzas sobre cómo el mundo está interconectado, cómo el sufrimiento hace parte de este y cuál es el camino para aliviar el dolor propio y de los demás seres. Así, comenzó a enseñarle a las personas que estaban dispuestas a escuchar lo que había descubierto y formó su propia Sangha. Estableció el noble camino óctuple, que da cuenta de ocho puntos que se deben seguir y continuó transmitiendo sus enseñanzas para distintos tipos de personas hasta su muerte.
El posterior desarrollo de su mensaje es lo que hoy llamamos budismo, que se ha convertido en una de las religiones más emblemáticas en la historia de la humanidad. Su Sangha, que comenzó pequeña, ha viajado por los océanos y ha crecido tanto que hoy en día hablamos de escuelas y distintas doctrinas que dan cuenta de cómo su mensaje también se ha adaptado a lugares, culturas y a los cambios en la humanidad. Muchas personas recorren los lugares que él recorrió (como donde nació, en el que alcanzó la iluminación, en donde dio su primera enseñanza y en el que murió) porque se han convertido en lugares sagrados. Otros han desarrollado mandalas, tankas y otras expresiones artísticas como mecanismo para acercarse a su mensaje. Sin embargo, todos coinciden en una cosa, creen en esa promesa del Buda de un camino para detener el sufrimiento y lo buscan experimentar por sí mismos. Hay distintos caminos que se han creado para los distintos tipos de personas; pero no deben distraernos de que sin importar de donde provengan, a todos los seres los une el mismo mensaje: cómo detener el sufrimiento.
En ese aspecto se debe reconocer ese sentimiento y abrazarlo, no buscar no sentir, todo lo contrario, es sentir más ecuanimidad y más compasión por tu sufrimiento y el de los otros seres. Es darnos cuenta que no podemos ser plenamente felices, cuando el de al lado mío sufre. Es también reconocer que nos enfrentamos a venenos que invaden nuestra mente, pero que podemos cambiarlos por generosidad, compasión y sabiduría. También que ello debe ser trabajado y experimentado por nosotros mismos, pues milagrosamente no van a llegar a nosotros porque el verdadero milagro es estar aquí y ahora. Nosotros tenemos que ser mejores en este mundo y para este mundo. Para ello, hay que apoyarse en su Sangha y utilizar la mente como la mejor herramienta a nuestra disposición.
Son estos algunos puntos centrales del documental The Buddha: The Story of Siddhartha, que ante todo nos recuerda esos simples puntos desde la belleza que es estar vivos. Simplicidad que no debe ser confundida con sencillez en tanto que al ahondar en ellos nos enfrentamos a grandes tareas y a un arduo trabajo que debemos experimentar. Por ello, esta reseña es ante todo una invitación, a ver el documental, a que lo experimenten ustedes mismos desde sus historias particulares y lugares en los que viven; pero, también, a que volvamos a reconocer lo simple, lo que nos une a todos los seres. Más allá de las formas en cómo se practique el budismo, debemos admirar esos puntos que unen a todas las ramas bajo el Dharma porque la relevancia está en su mensaje y en la promesa de que todos podemos convertirnos en un Buda. Para aquellos que comienzan a acercase al budismo, el documental será un abrebocas y, para los otros que ya llevan un tiempo, puede ser una forma de dejar el ego a un lado y reconocer así que poco sabemos todavía, que nos falta mucho que aprender y que hay veces debemos volver a recordar la belleza de lo simple.
ANGELA MARÍA ZARAMA SALAZAR es Socióloga de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Escribió la tesis de «El budismo en Bogotá», galardonada con mención honorífica y con la cual participó en el Concurso Nacional Otto de Greiff a las mejores tesis de pregrado. Es miembro del Centro de Estudios de Asia, África y Mundo Islámico en donde coordinó y participó en el especial «Una mirada al Tíbet: Historia, cultura y política» entrevistando a un maestro de la Nueva Tradición Kadampa. Además, es asistente de investigación en Transparencia por Colombia, capítulo nacional de Transparencia Internacional, en donde realiza seguimiento a la acción pública anticorrupción del gobierno colombiano, así como a los hechos de corrupción reportados en la prensa nacional.