Inmortalidad e invencibilidad. Segunda parte: nociones del cuerpo concreto y sutil
JOSEPH HOUSEAL
Puede leer la primera parte de este artículo aquí
La exploración de la intersección entre el taoísmo y el budismo encuentra una premisa fundamental de distinción en las dos concepciones opuestas del cuerpo. Las concepciones del cuerpo en diferentes culturas y épocas no es un tema que se trate a menudo. Así pues, antes de adentrarnos en una descripción detallada, en la tercera parte, de la forma como las nociones del cuerpo en el taoísmo y el budismo contrastaron primero y se integraron después, el presente artículo ofrece una serie de imágenes (que bien podrían ser otra serie de imágenes) para ofrecer una reflexión sobre el significado de “una noción del cuerpo”.
¿Qué es un cuerpo humano y qué se supone que hace? ¿Qué es capaz de hacer y qué significa cuando es utilizado didácticamente, o simbólicamente, en el arte o en la transmisión esotérica? ¿Es el cuerpo un vehículo de espiritualidad o bien un obstáculo para la comprensión abstracta? ¿Tiene que ver cuerpo con la perfección o simplemente es algo que hay que conquistar y trascender? ¿Debe ser venerado o abandonado? ¿En su mejor versión, es el cuerpo duro o blando? ¿Es el verdadero cuerpo invisible?
Debemos señalar que los ejemplos de más abajo son del cuerpo humano, no cuerpos de deidades o seres sobrenaturales.
Este bodhisattva de Gandhara, proveniente de la región que hoy conocemos como Afganistán, representa a una persona budista iluminada, si bien su apariencia recuerda más a la de un antiguo atleta griego. Es integral y autónoma. Gandhara es una región que fue conquistada por Alejandro Magno. Hasta el día de hoy, uno encuentra personas con pelo rubio y ojos verdes junto a gente de ojos azules y pelo negro en la región. Estéticamente, las aspiraciones filosóficas del bodhisattva se expresan a través de músculos abultados, rizos en el cabello y unas facciones occidentales, bellas, aunque un tanto estoicas: una nariz aguileña, ojos de almendrados y una boca arqueada.
La belleza física y la fuerza, características del arte griego, se toman prestadas para revelar la perfección y la protección espiritual, características de los bodhisattvas. Dos nociones del cuerpo se integran. El bodhisattva está erguido en una posición relajada, el torso desnudo, con su peso reposando en su pierna derecha y su pierna izquierda ligeramente inclinada. Viste un dhoti ligado a la cintura y una sanghati con pliegos en cascada de paño, tratamiento escultórico de la tela que también se tomó prestado de los griegos, para resaltar mejor la musculatura.
La segunda imagen aquí consiste en un diagrama, un esquema para una meditación taoísta y una práctica para la circulación de la energía conocida como la órbita macrocósmica, parte de una colección de técnicas relacionadas, llamadas neidan. La práctica se basa en la comprensión, por capas, de cinco cuerpos: el cuerpo zhi, que conecta el cuerpo físico con la energía telúrica más profunda y afirma al ser humano como criatura terrestre; el cuerpo po, o cuerpo de respiración, que une al cuerpo físico con el aire de la Tierra, una energía que se extiende más allá de la piel y de la forma física; el cuerpo wu o shen, cuya función es actuar como el sustrato indiferenciado que fluye en todas las cosas; el cuerpo yi o cuerpo de luz, esencia germinal que sobrevive al cuerpo físico; y el cuerpo hun o cuerpo astral, que lleva la huella de las estrellas y determina nuestra personalidad.
Estos cinco cuerpos crean un marco para la circulación del qi dentro del cuerpo físico. Este qi puede entonces extenderse, a través del cuerpo, hacia las profundidades de la Tierra, y conectar con el espacio profundo también, alineándose así con la estrella polar, mientras la energía cósmica que se vierte en el marco físico. En efecto, las órbitas planetarias y los caminos de las estrellas se conciben como un circuito. Aquí, en el neidan, la forma física es el sustrato para la circulación de la energía, la cual se expande para revelar y participar de la plena realidad de la naturaleza humana como ser cósmico.
La cuarta imagen del artículo trata el cuerpo humano como un yantra, una especie de diagrama místico formado por los sonidos primordiales esenciales. Este diagrama del humano como yantra está diseñado como un elemento de apoyo para la práctica, llamado sadhana. La palabra sadhana implica que lograr algo es conocerlo en su sentido último a través de convertirse en tal cosa, y esto exige un esfuerzo sustancial, reflexión cósmica y autogeneración. Los primeros en escribir sobre el tantra, el yoga y el natya (danza) subrayaron que la más alta importancia de cualquier forma se lograba en su práctica. El cuerpo se concibe como un campo de vibración.
En las técnicas yóguicas indias es fundamental la columna central que se eleva recta a través del torso, desde el perineo hasta la coronilla, puntuada por centros de energía psico-física, llamados chakras, normalmente siete en número. Cada chakra empezando por la base del torso representa un recipiente en forma de flor, que se abre en tres dimensiones y se va volviendo más complejo y refinado a medida que los chakras se superponen uno sobre el otro.
El chakra inferior simplemente tiene dos pétalos, el más alto tiene muchos, algunos dicen 32, otros dicen mil, y por lo tanto existe una progresión espiritual desde la consciencia más baja hasta la más alta. Cada chakra se genera por un sonido particular que le está asociado, tiene su propio campo de vibración y corresponde a un punto concreto de la espina dorsal. Estos sonidos, en secuencia, forman un tipo de mantra que invita a una serie de deidades a que se manifiesten en cada chakra. Colocando a los elementos y a otras entidades universales en diferentes partes del cuerpo, el meditador hace su cuerpo cósmico. Esta función del tantra implica una reflexión sobre todos los aspectos de la divinidad y sobre el significado estar dentro del universo, incluyendo al cuerpo humano. El meditador, que aspira a la unión gnóstica, se energiza y despierta un yo más elevado mediante los chakras.
El famoso Hombre de Vitruvio, del maestro renacentista italiano Leonardo da Vinci, representa a un hombre en dos posiciones superpuestas, con sus brazos extendidos y sus piernas tanto juntas como extendidas. Su cuerpo entero se inscribe dentro de un círculo y un cuadrado. El dibujo se basa en un ideal humano de proporciones derivadas de la geometría euclidiana, aplicadas a la arquitectura por el antiguo arquitecto romano Vitruvio en el libro III de su tratado, De architectura. Vitruvio describió la figura humana como la fuente principal de proporción dentro de los esquemas geométricos clásicos de la arquitectura.
En síntesis, da Vinci mostró que el cuerpo humano masculino se amoldaba a las formas euclidianas: el cuadrado, el rectángulo y el círculo, siguiendo el concepto de Vitruvio según el cual la forma humana ideal debía ser la base para la escala y la proporción de los edificios donde vivían y trabajaban humanos: el hombre como la medida de la estructura cívica concreta. De hecho, esta no es una idea nueva. Incluso el hombre primitivo hizo casas para ajustarse a su talla y modo de vida. Pero esta aproximación reivindica un ideal, cuyas consecuencias tienen un largo alcance, y que ralla con arrogancia filosófica. ¿Es el hombre la medida de todas las cosas? El Hombre de Vitruvio constituye un argumento seminal para la realidad concreta de que la verdadera naturaleza del hombre, ciertamente su yo físico animal, es la medida del mundo ordenado.
Una de las dinámicas básicas de la meditación taoísta es la inversión, para llegar a una realidad indiferenciada a través de la regresión. Esta imágen aparece de varias formas en la literatura esotérica taoísta: como dibujo, como gravado, como litografía y como pintura. Se integra completamente en la órbita macrocósmica de más arriba, siendo el presente paisaje la órbita microcósmica que se encuentra dentro del cuerpo del meditador. Lo que es único y bello de este esquema es que transforma el interior del cuerpo humano en un paisaje interior.
Tomado como un todo, enseña una gran técnica del retorno de las energías a su fuente. Al mismo tiempo, cada escena representa una técnica de meditación distinta. Por ejemplo, al nivel del corazón, al meditador se le instruye que represente una danza arcaica, el Paso de Yu, para caminar el Gran Cazo y así recolectar las energías celestiales. En vez de una espina dorsal, se representa una cascada que fluye hacia arriba, bombeada por la energía del océano en el campo de energía generativa inferior del cuerpo, para acoplarse con la energía del cuerpo y, finalmente, la energía de la mente en el campo de energía superior. El cuerpo se convierte en un paisaje lleno de secretos esotéricos. El meditador se convierte en un viajero que regresa al Tao, la fuente de todas las cosas.
Mucho se podría decir sobre esta famosa escultura del Buda practicando ayuno, preservada en el Museo de Lahore (Pakistán). Se entiende que se trata del Buda Shakyamuni al final de sus penitencias, sentando bajo el árbol Bodhi, momentos antes de que llegara a la sublime y trascendente iluminación. Aunque está sentado en una postura canónica de meditación, la serenidad no es la cualidad más destacable que emana de ella. La severidad de la forma física no nos habla simplemente de sí misma, sino también de la iluminación omnisciente que la va a seguir. El cuerpo se trasciende, pero no se deshonra. El tema es lo inminente. El cuerpo es un medio hábil.
Este breve repaso de imágenes, que tiene como objetivo alimentar a nuestras mentes con nociones del cuerpo, lo hemos ofrecido aquí para que se pueda entender mejor, en la próxima entrega de esta serie, cómo las nociones del cuerpo en el budismo y el taoísmo se encontraron, se influenciaron y se integraron totalmente. En conclusión, por favor disfruten de este breve cuento sobre el Buda en ayuno, del pueblo de Tabo, hogar del monasterio en activo más antiguo de la India, en la remota región del Himalaya occidental. En algún lugar, en algún sutra, se explica algo así:
En cierta ocasión había una gente que no creía que el Buda fuera real. No podían aceptar que fuera una persona de verdad, hecha de huesos, y que tuviera sangre fluyendo por sus venas. En medio de su ayuno y sus penitencias bajo el árbol Bodhi, el Buda se mostró a esta gente, diciendo: “¿Véis? Estoy hecho de huesos. ¿Véis? Tengo sangre fluyendo por mis venas.”
Joseph Houseal es el director de Core of Culture, una organización dedicada a la salvaguarda del mundo cultural intangible y a asegurar la continuidad de tradiciones de danza antigua allí donde se originaron. Como expresión religiosa, filosófica y ritual, la danza tiene un papel crucial en la práctica del budismo, el taoísmo, el hinduísmo y otros sistemas de creencias asiáticos. Largas y sostenidas transmisiones de formas de movimiento aparecen en las expresiones artísticas religiosas, en las que la iconografía performativa es tanto un código místico como la ilustración del movimiento. Ancient Dances (Danzas Antiguas) pone en su punto de mira los aspectos de la danza y la espiritualidad para fomentar su práctica y apreciación entre los lectores, también para crear consciencia cultural en nuestro mundo cambiante. Utilizamos la danza como prisma para explorar estados de consciencia y representaciones simbólicas. Ancient Dances se publica mensualmente.