Hadas, dakinis, monjas y mikos. Primera parte
JOSÉ HOUSEAL
No hay registros fehacientes acerca de conexiones directas, históricas o culturales, entre la religión feérica de la cultura occidental de las islas celtas, con sus hadas, ninfas o duendes, y las dakinis, apsaras, feitianas y khandum de las religiones asiáticas. Las similitudes temáticas entre ellas fascinan a toda una generación de mujeres practicantes, bailarinas y académicas contemporáneas, las cuales están interesadas en las tradiciones de empoderamiento femenino, ya sea la práctica tántrica del chöd, la mediumnidad espiritual de las sacerdotisas sintoístas (miko), las danzas charya de diosas entre los newar (newar charya), las monjas vajrayana interpretando los bailes cham de las dakini (dakini cham), o las sacerdotisas druídicas desnudas y en trance, «ejecutando la caza». La wicca y el tantra, el Movimiento Auténtico y las prácticas espirituales corporizadas, están ganando popularidad entre las mujeres que buscan sabiduría, y las cuales a menudo se sienten motivadas por todas estas tradiciones. En la segunda parte de esta serie se presentará individualmente a cuatro de estas mujeres y su obra.
Campanilla no ayuda mucho a explicar la cultura de las hadas, pero incluso ella se comporta de modo aleatorio, y es un poquito amenazante. La religión de las hadas no se trata solo de seres femeninos, ni tampoco de seres benignos (las brujas de los cuentos de hadas quieren comerse a los niños). En El sueño de una noche de verano de Shakespeare, Oberón es el soberano de las hadas, y Tatiana su reina consorte. Además, el poeta inglés Edmund Spencer escribió La reina hada, que fue musicalizada por Henry Purcell, compositor del barroco temprano. A los efectos de este artículo, me centraré en las hadas femeninas para mostrar similitudes con sus contrapartes esotéricas femeninas asiáticas. Es probable que estas similitudes sean producto de la universalidad de la experiencia humana, de las religiones basadas en la naturaleza y del simbolismo esotérico correspondiente a la práctica mística.
Tanto las hadas como las apsaras, las dakinis y las feitianas son espíritus de la naturaleza, entendidos como seres sobrenaturales (no humanos). A menudo se las representa en paisajes fantásticos de montañas, ríos, fuentes, océanos, bosques, cascadas, arco iris y el cielo, y al mismo tiempo simbolizando realidades místicas, de manera muy similar a como lo hacen los nagas en el arte budista, nadando en las aguas del paraíso místico de Padmasambhava: Zangdokpalri. Hay ninfas y hadas celtas celestes y terrestres, así como hay dakinis tántricas celestes y terrestres, apsaras hindúes, feitianas chinas y kami sintoístas. Ágiles y acrobáticas, a menudo vuelan, a veces nadan y usualmente danzan.
Ya sea que se las utilice para estabilizar la meditación o para involucrar algún poder de la naturaleza, las hadas, las dakinis y las apsaras son bellas y seductoras, lideresas y guías, fascinantemente encantadoras: así mantienen la atención. El encantamiento es parte de su conexión con los humanos. Todas estas energías femeninas bailan, interactúan con músicas de otro mundo, cantan sílabas mágicas y representan un estado superior de conciencia. Estos poderes femeninos son considerados transmisores de sabiduría.
Si bien no hay evidencia que sugiera que estas diversas religiones se influenciaran entre sí, sí es convincente el hecho de que cada una de ellas presente prácticas de empoderamiento femenino y expresiones simbólicas que ameritan una comparación. Más allá de las conexiones experienciales que las mujeres de hoy están estableciendo con todas estas tradiciones – así como con la wicca, la cábala y el druidismo -, es preciso evocar aquí a una figura casi olvidada, la cual las vinculó en su trabajo académico, con resultados dramáticos y ampliamente influyentes.
Nos referimos a un pionero transcultural que anunció las prácticas budistas tántricas en Occidente: Walter Yeeling Evans-Wentz (1878-1965). Este introdujo el budismo a millones de occidentales a través de su edición de El libro tibetano de los muertos (1927), la cual sigue siendo la versión más vendida del texto, por su poder seminal y la belleza de su lenguaje. Evans-Wentz también presentó a Occidente al poeta místico del Tíbet, Milarepa (1928), Los seis yogas de Naropa (1935) y El libro tibetano de la gran liberación (1954). Tenía casi 50 años cuando comenzó su trabajo en los Himalaya relacionado con la producción del Libro tibetano de los muertos.
No tan conocida como El libro tibetano de los muertos (un título que él mismo creó), la tesis doctoral de Evans-Wentz fue escrita en francés para la Universidad de Rennes, Bretaña. Al completar su doctorado, realizó un trabajo postdoctoral en la Universidad de Oxford, ampliando el tema de la religión de las hadas de las islas celtas que ya había sido introducido previamente en su tesis, ahora ampliada para incluir Escocia, y bajo la supervisión de catedráticos de Oxford. Se le concedió una licenciatura en ciencias por esa obra, La fe en las hadas en los países celtas. Se puede leer íntegramente en línea, aunque no es para pusilánimes, ya que está muy bien documentada y es bastante compleja. El escribe:
«Por fe feérica celta nos referimos a esa forma especializada de creencia en un reino espiritual habitado por seres espirituales, la cual ha existido desde tiempos prehistóricos hasta el presente en Irlanda, Escocia, la Isla de Man, Gales, Cornualles, Bretaña u otras partes del antiguo imperio de los celtas.»
Evans-Wentz publicó su obra sobre la religión de las hadas en 1911, tras completar su doctorado, casi 15 años antes de comenzar a trabajar en la producción de ediciones budistas para lectores occidentales. Y es necesario ahondar aquí un poco en el contexto de sus investigaciones. El primer departamento académico de budismo en Occidente se estableció en Alemania en 1904, de modo que aún no existía una cultura budista académica sólida que respaldara su trabajo de campo. Evan-Wentz no era traductor ni lingüista. Era antropólogo. Algunos dirían que la antropología comenzó con el historiador griego Heródoto, pero la mayoría diría que la antropología comenzó con Franz Boas y sus pares, quienes establecieron la antropología como una ciencia social válida a finales del siglo XIX.
A principios del siglo XX, la antropología, junto con otras disciplinas, estuvo muy influenciada por la teoría de la evolución de Darwin. Eran comunes los estudios comparativos (que establecían conexiones entre culturas dispares), al igual que en la religión comparada. La documentación etnográfica, incluido el trabajo de campo de primera mano, se convirtió en una forma profesional estándar de realizar investigaciones. Evans-Wentz fue un excelente etnógrafo que recopiló historias, mitos y prácticas culturales entre las poblaciones locales del Himalaya indio, y también dentro de las tierras celtas. La antropología era un campo en evolución que se centraba en las culturas indígenas de tierras extranjeras. La arqueología estaba emergiendo de ella como una disciplina particularizada. Los estudios budistas eran incipientes.
Evans-Wentz fue un pionero genuino y, a pesar de todos los defectos que los críticos le atribuyen a él y a otras personalidades de su época, no se le puede negar su impacto cultural, que todavía se siente. Supongo que esto se debe a la admirable integridad de aquel hombre. Evans-Wentz no está exento de detractores bien ubicados. Al igual que otros teósofos —y como tantos otros exploradores pioneros en los campos del conocimiento espiritual—, se le consideraba controversial, excéntrico y alimentado por una imaginación romántica que, según se afirma, habría contaminado su comprensión. Su producción es testimonio suficiente de su excelencia, pese a sus defectos. Vivió una vida libre, noble y altruista, en sus propios términos. Su base de fans continúa creciendo, incluso entre aquellas mujeres contemporáneas que desarrollan prácticas de empoderamiento femenino y topan con su obra por primera vez.
En aquellos días, la diversidad cultural no era algo que la mayoría de los occidentales experimentaran. A principios del siglo XX eran populares las teorías basadas en la raza, junto con el concepto de que la humanidad evolucionó de un estado salvaje a uno civilizado. La antropología como disciplina llegó a renunciar a la primacía del punto de vista occidental en favor de un relativismo cultural, aspirando a comprender las culturas en sus propios términos. Evans-Wentz aprendió sobre la teosofía (un movimiento religioso fundado por Madame Blavatsky, Harry Olcott y William Judge en 1875), primero gracias a su padre y luego nuevamente en la Universidad de Oxford. Era un popurrí de trascendentalismo neoplatónico, con algunas enseñanzas hindúes y budistas sazonando la mezcla.
La teosofía sigue existiendo, y su sede radica actualmente en Wheaton, Illinois. A pesar de su idealización romántica de maestros antiguos, sabios y universales, ella aspiraba a buscar sabiduría en otras culturas y a aprender de esa sabiduría. Esta noble postura se adelantó a su tiempo. La teosofía fue influyente sobre la introducción en Occidente de las religiones asiáticas, y de las enseñanzas de sabiduría antigua. Muchas personas relevantes estuvieron relacionadas con la teosofía en un momento u otro, como T.S. Eliot, Arthur Conan-Doyle, Thomas Edison y William Butler Yeats. Surgió cuando el mundo aún no se conocía a sí mismo, cuando las teorías de la comprensión basadas en la raza estaban vigentes y el contacto real entre las culturas era todavía escaso.
Mientras otros eruditos buscaban comprender cómo se civilizaron los salvajes de culturas extranjeras, los teósofos buscaban sabiduría. Evans-Wentz se sintió motivado para compartir con el mundo la sabiduría que encontró. No buscaba distinciones académicas, ni éxito comercial. Por muy extravagantes que nos pueda parecer hoy aquella organización internacional teosófica, sus conceptos de evolución espiritual y la necesidad de las enseñanzas antiguas para el mundo, ejercieron una influencia enorme y positiva sobre la impresión que la sociedad occidental tenía sobre Asia, y sobre las enseñanzas de sabiduría en general. Evans-Wentz se identificó como teósofo durante toda su vida. Sus principales obras fueron publicadas por la Universidad de Oxford y en su lanzamiento fueron aclamadas por la crítica. (Una de mis posesiones más preciadas es una primera edición de cuatro volúmenes de las obras tibetanas de Evans-Wentz).
No he podido encontrar las notas de campo de Evans-Wentz en Ladakh. Si su obra La cultura de las hadas en los países celtas (la cual incluye trabajos de campo en Irlanda, Escocia, Isla de Man, Gales, Cornualles y Bretaña) sirve como indicio de su labor, entonces podemos asumir que esta fue minuciosa, humilde, transparente y tan precisa cuanto el lenguaje lo permitiera. Evans-Wentz tuvo muchos asesores cercanos, pero ningún mejor guía a través de la religión mística irlandesa que el poeta Yeats, quien personalmente acompañó a Evans-Wentz, después de trabar amistad con él en California, guiándole y compartiendo su pasión. Se requiere un reinicio cultural para apreciar lo que Evans-Wentz logró con su investigación sobre la religión de las hadas.
En los primeros años del siglo XX la investigación de campo ya estaba en marcha. Pero los coches eran poco comunes, sobre todo en los pueblos celtas de las remotas áreas costeras del Atlántico Norte. La tecnología de la época no permitía el simple uso de cámaras, las cuales estaban siendo crecientemente empleadas en la exploración, pero no eran elementos básicos de la investigación en la primera década del siglo XX. Esto significó que el extraordinario relato de Evans-Wentz sobre el folclore místico celta, se realizó a pie y a mano. Sus escritos se vieron obligados a transmitir el conocimiento necesario para sustentar su extensa investigación. Ya he comentado antes cuántos de los primeros exploradores fueron escritores excepcionales… porque tenían que serlo. Evans-Wentz es un escritor magistral, descriptivo y lógico, y su obra es un ejemplo de un hombre de una sociedad moderna que analiza un sistema preindustrial de creencias. Por estas razones, su obra La fe en las hadas en los países celtas es una lectura obligada para cualquier estudiante serio de la religión, el folclore y la cultura celtas.
Las notas a pie de página de los cuatro volúmenes de las ediciones de Evans-Wentz de las enseñanzas espirituales tibetanas, revelan sus propias conjeturas al presentar los textos de las enseñanzas. Me recuerdo pensando 30 años atrás en cuán extraño resultaba que él detectara semejanzas entre Padmasambhava y San Patricio. Ahora, al aquilatar su honda familiaridad con las creencias celtas, e igualmente la compleja naturaleza del símbolo de San Patricio como introductor de una nueva religión en una tierra que ya estaba repleta de deidades naturales, deseo sobremanera saber con mayor precisión qué es lo que quiso decir y quiero volver a leerlo. Son observaciones fascinantes, descritas por un buscador de la sabiduría con una mentalidad amplia, con visión de futuro y buen investigador. Una parte considerable de las creencias sobre las hadas involucraban a la muerte, y, sorprendentemente, la religión celta tiene una comprensión del renacimiento comparable a la reencarnación en el budismo tibetano.
Concluyo como mismo comencé, afirmando que no existe una conexión causal o cultural entre las hadas, las dakinis, las kami y las apsaras. Sin embargo, vale la pena señalar que la misma persona que produjo una obra estándar duradera sobre la religión feérica celta, es también la introductora de las prácticas espirituales tibetanas en Occidente. Y estas se hallan parcialmente basadas en las acciones de deidades femeninas: feroces dakinis con cabezas de animales, khandum, en el Libro tibetano de los muertos; técnicas de visualización basadas en yoguinis, como un elemento fundamental de la práctica de la meditación en Los seis yogas de Naropa. Evans-Wentz tuvo la elegante capacidad no solo de apreciar el evolucionario espíritu de su época (zeitgeist), sino también de participar en aquel con ese hito cultural que fue el Libro tibetano de los muertos. Todo esto sobre cimientos de hadas y folklore.
José Houseal es el director de Core of Culture, una organización dedicada a salvaguardar la cultura mundial intangible y asegurar la continuidad de las antiguas tradiciones de danza en su lugar de origen. Como expresión religiosa, filosófica y ritual, la danza desempeña un papel importante en la práctica del budismo, taoísmo, hinduismo y otros sistemas de creencias asiáticos. Las largas transmisiones ininterrumpidas de formas de movimiento se reflejan en representaciones artísticas religiosas, donde la iconografía performativa es tanto un código místico como una ilustración del movimiento. La serie editorial Ancient Dances examina los aspectos de la danza y la espiritualidad para mejorar la práctica y apreciación entre los lectores, y para aumentar la conciencia cultural en nuestro mundo cambiante. Utiliza la danza como una lente para explorar estados de conciencia y representaciones simbólicas. Ancient Dances se publica mensualmente.