El budismo enaltece a la mujer: Entrevista a Joannet Delgado, presidenta de la Soka Gakkai en Cuba
Douglas Calvo Gaínza
Este artículo es parte de nuestra edición especial «Mujeres y budismo en los países de habla hispana».
La Soka Gakkai Internacional (SGI) es una dinámica organización laica japonesa, inspirada en las enseñanzas de Nichiren Daishonin (1222-1282). De amplia expansión en Occidente, esta rama del budismo nipón hunde sus raíces no sólo en la «revolución humana» preconizada por Nichiren, sino también en las reformas de notorios intelectuales modernos como Tsunesaburu Makiguchi (1872-1944) y Josei Toda (1900-1958), pedagogos que desafiaron al militarismo en plena Segunda Guerra Mundial; así como en las del célebre pensador Daisaku Ikeda (1928-).
La Soka pretende revolucionar interiormente al individuo, como preámbulo al establecimiento de un más mundo pacífico. Con miras a tal logro, la SGI se dedica a promover globalmente una cultura de paz, defendiendo los derechos humanos, el desarrollo sostenible, la asistencia humanitaria y el diálogo interreligioso.
En Cuba, la Soka Gakkai constituye la única organización budista con reconocimiento jurídico ante el Estado. Interesados en conocer más sobre la SGI y la mujer cubana, nos hemos dirigido adonde la presidenta de esta agrupación: Joannet Delgado de la Guardia (La Habana, 1957), quien amablemente nos recibió en su casa.
Joannet es una persona culta y con un vocabulario de infrecuente riqueza. En su presencia, apacible y gentil, se percibe por momentos una oleada de paz que parece descender de un río en la montaña. Puede hablar durante horas, y sin repetir argumentos, sobre temas tan diversos como las religiones mundiales en general y la religiosidad del pueblo cubano en particular (la cual, sostiene Joannet, no siempre es de índole “sincrética”, como se afirma a veces de modo un tanto generalizador). Y en sus respuestas a nuestros interrogantes, demuestra un dominio pleno de las temáticas abordadas, enriquecido por su natural simpatía y frecuente sonrisa.
Buddhistdoor en Español: Siendo usted la principal figura en el desarrollo de la Soka Gakkai en la Isla (asombroso para una organización religiosa novel en Cuba), ¿pudiera decirse que su condición de mujer haya influido de algún modo sobre ese avance tan incesante y pertinaz?
Joannet Delgado de la Guardia: «Bueno… en este momento yo soy la directora, pero no soy la primera persona que tuvo la dirección de la organización. Antes de asumir yo la dirección había un director, hombre.* Por lo tanto, si tengo en cuenta esa parte de la historia de la Soka Gakkai de Cuba, te diría que para nada tiene que ver el término “género” con el desarrollo de la Soka en Cuba…
Ahora, indudablemente, hay cuestiones muy importantes que en este momento tienen una actualidad increíble. En concreto, los términos “género” y “empoderamiento de la mujer”. Por la naturaleza de la mujer, que es dadora de vida. Pues gracias a ella es que continúa procreándose, y la procreación sólo le corresponde a la mujer. Hasta que se invente otra cosa—ríe. Esto significa que, en la mujer, en su fuero interno y por instinto, existe un sentimiento maternal. Uno de comprensión, de tolerancia, de querer que las cosas marchen bien, de buscar siempre la mejor manera para que las cosas fluyan. Y desde ese punto de vista, eso sí favorece en el socializar y aunar personas, inclusive con divergencias de pensamiento.
Y nos asiste también el privilegio de poder entablar buenas relaciones con cualquiera de los dos sexos, sin prejuicios… Por ejemplo, yo no tengo nada en contra de establecer una muy larga conversación, no de un día, sino de largo tiempo, con una persona del sexo opuesto, tratando de hacerle comprender cuál es el mejor camino que nos enseña el budismo, y me dedico en cuerpo y alma a tratar que esa persona pueda ser feliz, y no estoy mirando que él sea un hombre, que sea bien parecido, nada; no lo veo como el sexo opuesto. Lo veo como una persona que requiere mi atención para ser feliz. Y ésa es una gran ventaja, que también a la mujer se le da más fácil que al hombre… Pues a ella se le da más fácil separar las cosas y dedicarse por entero a cumplir su misión. Entonces, desde ese punto de vista, pudiera decirse que me ha ayudado el hecho de ser mujer, aunque sin determinar el crecimiento en la Soka.
Y tú sabes que eso tiene sus aristas, porque, socialmente, inclusive en nuestro país, el sexo femenino no goza cien por ciento de la posibilidad de que lo vean en igual condición que al hombre, con todas sus potencialidades. Aún existen prejuicios. Entonces, no creo que, dentro de la propia membrecía de la Soka, tampoco haya sido cien por ciento feliz la idea de que quien sustituyera al director fuera una mujer. No es que me lo manifestaran abiertamente ni nada, pero habría que ser ciego o ingenuo para no darse cuenta de que todos formamos parte de esta misma sociedad… No todo el mundo tiene igual comprensión, tampoco, de las enseñanzas budistas. El hecho de ser budistas no significa que todos estén en el mismo nivel de conocimiento, de práctica, de entendimiento…».
BDE: ¿Puedes comentarnos sobre la proporción de practicantes femeninos y masculinos en la Soka cubana?, ¿qué factores piensa usted que hayan influido en tal proporción?
JDG: «La proporción es más mujeres que hombres. Casi que el doble, con sus particularidades en las diferentes provincias; lo cual es muy lógico, dadas las características de la sociedad y la emancipación de las mujeres en cada territorio… Por ejemplo, si nos vamos a las provincias orientales, Holguín y Santiago de Cuba, pues allá predominan más los hombres que las mujeres. Aunque en la Soka se supone que la mentalidad de las personas haya cambiado, por haber ido ellas haciendo su revolución humana, no obstante siguen subsistiendo rezagos de machismo, de tendencias a que la mujer sólo se ocupe de otras cosas. Entonces es lógico que predomine el sexo masculino, aunque no como para hacer el doble.
En occidente, en La Habana, es al revés totalmente… Tanto es así, que en la dirección de la Soka, en este momento somos más mujeres que hombres, y hubo un momento en que el único hombre era el director, pero todo el resto de la Junta Directiva éramos mujeres…».
BDE: La vida de una mujer cubana está a menudo sobrecargada con diversas penurias de variada índole. Basándose en su propia experiencia, ¿puede decirnos si el Dharma contribuye efectivamente a lograr que las mujeres cubanas puedan lidiar con tales retos, haciendo gala de mayor resiliencia y fortaleza espiritual?
JDG: «Por supuesto que sí. Pienso que es la herramienta ideal que muchas personas deberían conocer y practicar. Y no es que yo quiera absolutizar y decir que el budismo es el camino perfecto para ser feliz. En última instancia, cada quien tiene la oportunidad de escoger su propio camino. Pero, indiscutiblemente, la filosofía budista es muy amplia, muy específica en tantos detalles de la vida, y así nos ayuda a cambiar absolutamente nuestro pensamiento, nuestra percepción del mundo en que vivimos, del otro ser humano con el que compartimos a diario, sea familiar, compañero de trabajo, vecino… Por eso, realmente ella nos da la posibilidad de vivir en este mundo con todas sus situaciones, agradables o desagradables, sintiéndonos bien, e, incluso, felices al enfrentar dificultades, pues sin ellas no pudiéramos tener motivación para esforzarnos ni para crecer. Si la vida no estuviera llena de dificultades, ¿qué tendríamos que hacer al despertar? No habría nada que hacer, nada que superar, nada que aprender… en fin, sería la nada.
Pero, por otra parte, ella no sólo me enseña que las dificultades son un escalón que hay que subir para mejorar mi calidad como ser humano, sino que me enseña algo muy importante: liberarme de la queja. Esa libertad implica muchas cosas, porque si yo soy capaz de no quejarme ante lo que me está sucediendo, es porque yo asimilo y comprendo que lo que me ocurre me sucede para mi bien. Por lo tanto, no tengo de qué quejarme; lo que debo hacer es agradecer el que eso me esté sucediendo, pues ésa es la oportunidad de aprender algo más, de retarme a mí misma, de fortalecerme y decir: “Yo tengo que ser capaz de vencer. No puede ser que yo me deje aplastar por esa situación, ni que mi vida se vuelva nada por algo que me esté impidiendo ahora mismo desarrollarme y estar contenta.” De manera que todas estas cuestiones de la vida, se entienden, yo diría que a la perfección, gracias a los conocimientos del budismo…
Éste te enseña a actuar conscientemente, tratando todos los días de ser mejor persona y de comprender a quién tienes alrededor. Pero si algo alrededor tuyo te molesta, entonces lo primero que tiene que ocurrir es que cambies tú. Si tú no cambias, eso que te está molestando en derredor tuyo tampoco va a cambiar. Y, en primera instancia, ¿por qué cambia aquello que está a tu alrededor? Porque tú dejaste de verlo como algo molesto, algo irresistible, algo que te hace la vida imposible. Desde el momento que cambie tu percepción sobre el problema, ya el problema casi que está resuelto».
BDE: ¿Qué creencia del budismo piensa usted que contribuye a empoderar más eficazmente a la mujer frente a las anquilosadas estructuras del poder patriarcal?
JDG: «Bueno, puedes imaginar… en primer lugar, el budismo enaltece la figura de la mujer. El budismo fue la primera religión que hizo una comunidad de monjas, y le aseguró a la mujer que tanto ella como el hombre tenían igualdad de condiciones y de posibilidades para manifestar la budeidad… Y aunque Sakiamuni estableció ocho reglas para las monjas, de obligatorio cumplimiento, y las colocó muy supeditadas al varón, aun así, fue un gran reconocimiento a la mujer. Máxime si estamos hablando del siglo VI-V a.C. De modo que, más allá de las limitaciones, es la enseñanza budista la primera que le da la oportunidad a la mujer de empoderarse, de hallarse en igualdad de condiciones espirituales respecto al hombre. Piensa en la niña-dragón del Sutra del Loto, la cual alcanzó la budeidad sin haber transformado su aspecto, rechazado por la gente; pero su forma física no le impidió revelar la budeidad, al igual que los hombres.»
BDE: ¿Cree usted que las mujeres pueden otorgarle una cualidad especial y particular a la práctica del Dharma con respecto a los varones, una suerte de apropiación femenina del budismo, o es que acaso mujeres y hombres transitan por el Sendero de la Iluminación sin que el género aporte rasgos diferenciadores en su práctica?
JDG: «Pienso que las dos cosas. En primer lugar, hombre y mujer tienen exactamente la misma condición, como acabo de explicar. De modo que, desde ese punto de vista, los dos sexos están absolutamente calificados y poseen todas las capacidades intrínsecas, inherentes a sus vidas, para poder desempeñar un rol importante transmitiendo la enseñanza budista. Pero pudiéramos añadir un matiz en cuanto a lo que veníamos hablando sobre las características del sexo femenino: ese amor que brota de forma natural, que es el que da vida. Por lo tanto, ella debe empeñarse, por naturaleza propia, en propiciar un camino de felicidad, de comprensión, de tolerancia…
Ahora bien, hay mujeres que son temibles, y hay hombres maravillosamente afables, comprensivos, encantadores… De modo que, indistintamente, ambos sexos pueden desempeñarse divinamente transmitiendo las enseñanzas del budismo y ayudando a todos los congéneres a ser felices y a aliviar sus penas; pero no a que sufran ante esas penas, sino a que comprendan que esas situaciones los llevan a mejorar como seres humanos.»
* Adelmo Díaz Torres
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Douglas Calvo Gaínza (La Habana, 1970) es un escritor, profesor, investigador, traductor greco-latinista y teólogo cubano. Ha cursado tres maestrías (Tradición y Filología Clásicas y Estudios Sociales y Filosóficos sobre Religión, ambas por la Universidad de La Habana; Ciencias de las Religiones, por el Seminario Evangélico de Teología); además ostenta un Ph.D. en Teología, otorgado por la organización norteamericana: Graduate Theological Foundation. Calvo estudia sobre budismo desde el año 2003.
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