Budismo y turismo I
LÍA RODRIGUEZ DE LA VEGA
El budismo, surgido hacia el siglo VI a.e.c., guarda relación con lugares específicos que dan cuenta de su despliegue histórico y de la trayectoria biográfica de personajes relevantes dentro de él, como el mismo Siddharta Gautama, conocido como el Buda («El Despierto»).
Entre las innumerables proyecciones que el budismo tiene en la actualidad y en una reflexión sobre su propia espacialidad, encontramos su confluencia con el turismo, en lo que se denomina turismo religioso. Este concepto hace referencia a la combinación de dos fenómenos con procesos evolutivos diferentes, como lo son la religión y el turismo (Tobón Perilla, 2013). Esta convergencia suele provocar posiciones encontradas cuando se trata de establecer caracterizaciones específicas de peregrinos y turistas, aunque esas nociones también han ido modificándose a lo largo del tiempo.
Turismo budista en Asia
La Organización Mundial del Turismo calcula que 330 millones de personas viajan cada año por motivos religiosos. Las dinámicas incluidas en este tipo de movimientos remiten a peregrinaciones, así como también a visitas turísticas a lugares históricos y religiosos durante todo el año. Se esperaba que para 2023, los ingresos por turismo religioso ascendieran a U$S 15.100 millones (Belghiti, 2023).
Como es conocido, el patrimonio cultural budista posee una antigua historia que se remonta a más de 2.500 años y vincula al sur, este y sudeste del continente asiático, atravesando la vida de diversos pueblos (Naciones Unidas, 2003). Con una población mundial de casi 500 millones de adherentes, el budismo es considerado la cuarta religión más grande del mundo. La mayoría de los budistas viven en China (50%), Tailandia (13%), Japón (9%), Myanmar (8%), Sri Lanka (3%), Vietnam (3%), Camboya (3%), Corea del Sur (2%), India (2%) y Malasia (1%) (Gobierno de la India, 2022).
En ese contexto, distintos países han reconocido que podrían unirse en torno a la promoción de los circuitos turísticos budistas, contribuyendo así a un mejor entendimiento de la herencia budista tanto para locales como para turistas, al mismo tiempo que fortalecen la cooperación regional y contribuyen al desarrollo socioeconómico sostenible de sus regiones (Naciones Unidas, 2003).
Reconociendo el potencial de los circuitos turísticos budistas, dos agrupaciones subregionales han identificado su desarrollo como un ámbito prioritario de cooperación: la Cooperación Económica Bangladesh-India-Myanmar, Sri Lanka-Tailandia (BIMST-EC) y el Grupo de Trabajo sobre Comercialización Turística para la Subregión del Gran Mekong: Corredor Económico Este-Oeste (compuesto por Camboya, la República Democrática Popular de Laos, Myanmar, la Región Autónoma Zhuang de Guangxi y la provincia de Yunnan en la República Popular China, Tailandia y Vietnam) (Banco Asiático de Desarrollo, 2008). En el año 2000, se abordó la organización de instancias sobre el desarrollo de circuitos turísticos budistas (Naciones Unidas, 2003).
La consideración de esta temática recoge no solamente los intereses de diversos gobiernos sino también de practicantes, monjes, estudiosos y por supuesto agentes sociales locales relacionados a la cadena económica tributaria del turismo. Esto confluye con el aumento de las clases medias en algunos países asiáticos, la expansión de su industria turística, el desarrollo de modalidades «amigables para los turistas» en el marco de esa industria, la revalorización de los diversos sitios y monumentos asociados al budismo, la asociación de cada festival religioso con una campaña de marketing turístico, etc. (Brunt y Schedneck, 2020).
El turismo religioso budista parece estar estimulado a prosperar en Asia y su despliegue constituye, además —como seguramente resulta obvio—, una oportunidad en diversos sentidos para las regiones implicadas en él (como ejemplifica el estudio de Kundu sobre el caso de Tarapith, destino turístico religioso en Bengala Occidental, India, donde pudo constatar el aumento de poder económico de la región, producido por el turismo) (Yugang He y Chunlei Wang, 2022).
Aun cuando el turismo religioso constituya uno de los segmentos más importantes del negocio turístico y esté aumentando rápidamente, contribuyendo al desarrollo socioeconómico y a la sostenibilidad a largo plazo, queda la necesidad de atender la sensible cuestión del equilibrio ecológico y la calidad ambiental, al momento de evaluar su alcance (Yugang He y Chunlei Wang, 2022).