Budismo en São Paulo

FRANK USARSKI

La relativa relevancia del budismo paulista

Si un geógrafo de la religión creara un mapamundi para visualizar—con tonos naranjas, por ejemplo— la presencia de budistas en diferentes partes del mundo, América Latina aparecería en un color casi transparente. Solo con una ampliación considerable se identificaría un área un poco más anaranjada. Y se trataría del estado y ciudad de São Paulo.

Con unas 250 organizaciones budistas, Brasil abarca cerca del 42% del budismo institucional sudamericano (Usarski, 2012a: 527—540). Pero incluso con 243.966 budistas censados en el 2010, [i] el budismo brasileño es sumamente minoritario, constituyendo el 0.13% de la población. [ii]

Casi el 42% de las instituciones budistas del país se concentra en el estado de São Paulo; y en el 2010, en la ciudad cabecera residía el 48.9% de los practicantes del estado (75.075). Allí residen las sedes nacionales y continentales de importantes escuelas budistas, como el tradicional templo Busshinji del soto zen, estrechamente vinculado al «budismo de conversión» y la labor de Claudia Souza de Muruyama («monja Coen») (Usarski, 2012b: 96—107). Otras escuelas (nichiren—shu, jodoshu, guelug) ostentan allí grandes centros administrativos, y además residen allí la Federación de Sectas Budistas de Brasil y el Colegiado Budista Brasileño. Asimismo, el templo paulista Zu Lai es la mayor edificación budista latinoamericana.

El budismo de São Paulo desde un punto de vista histórico

En términos generales, la historia del budismo en Brasil se puede subdividir en cuatro períodos. La primera fase (entre 1810 y la Segunda Guerra Mundial) comprende el budismo étnico de los inmigrantes chinos y japoneses, dispuestos a preservar su cultura. En ese período, la carencia de sacerdotes forzó a los laicos asiáticos a improvisar ceremonias religiosas informales entre familias y vecinos. Aunque también hubo esfuerzos ocasionales hacia la institucionalidad, como lo prueba la labor del reverendo Tomojiro Ibaragi, del linaje honmon butsuryū—shū, quien en 1936 fundó en la ciudad paulista de Lins el templo Taissenji, primera institución oficial budista del país.

A principios de los cuarenta, arribarían otras escuelas (shin, honpa honganji, shingon) y se inaugurarían nuevos templos (Nissenji y Ryushoji de la honmon butsuryū—shū). Anteriormente (1923) se había creado la Sociedad Budista de Brasil, que, al ser la primera asociación diseñada intencionalmente para budistas occidentales, anticipaba algunas tendencias características de la fase posterior.

Placa de la Sociedad Budista de Brasil (1999) [Foto: Usarski]

La segunda fase del budismo brasileño, ubicada en la posguerra, implicó la institucionalización de entidades budistas étnicas (japonesas), estimulada por la intención de la mayoría de los inmigrantes de establecerse en Brasil. En consecuencia, se crearon en Brasil diversas instituciones que apuntaban a las necesidades religiosas de los japoneses—brasileños. Se amplió la red de templos ya existente, incluyéndose los de escuelas que anteriormente carecían de ellos (tendai y ōtani, de la jōdo shinshū). Entraron oficialmente líneas como soto zen y nichiren shu, y en los sesenta se amplió poderosamente la obra de la soka gakkai. Se fundó la Federación de Sectas Budistas en Brasil (1958) y en São Paulo se establecieron sedes nacionales de escuelas (jōdo shinshū), así como las primeras instituciones o templos chinos (Mo Ti, desde 1962, seguido por el Kuang Ying); taiwaneses (Zu Lai, de la fo kuang shan); y coreanos (Jin Kak de la chogye).

Templo tendai en São Paulo Copyright coordinado (Foto Rafael Shoji)

Cronológicamente, estos eventos se superponen con acontecimientos característicos de la tercera fase de la historia del budismo brasileño.

Ministro del Templo Jin Kak en São Paulo Copyright coordinado (Foto Rafael Shoji)

Esta tercera fase (iniciada en São Paulo) contempla un mayor interés entre la intelectualidad por el budismo japonés, y especialmente el zen. Influía sobre ella el impacto del orientalismo literario, románticamente entusiasmado por Asia y sus culturas; e igualmente la proliferación de publicaciones sobre el zen. Sobremanera resalta la labor del templo soto zen Busshinji en São Paulo, que bajo la guía del maestro Rosen Takashina Roshi se abrió a practicantes sin orígenes asiáticos. Y entre los cultores más notorios del zen en ese período resaltarían Murilo Nunes de Azevedo y Ricardo Mário Gonçalves, dos intelectuales que, actuando como mediadores dentro de las comunidades budistas tradicionales, promovieron un budismo «brasileñizado».

La cuarta fase en la historia budista brasileña implica la creciente emancipación del budismo zen de su contexto étnico, gracias a figuras como Ryotan Tokuda, Cristiano Bitti y Roshi Moriyama, quienes promovieron las tendencias «globalizadoras» y «modernistas» que permitían la plena integración de los conversos. Además, la soka gakkai logra convertirse en la rama estadísticamente más fuerte en el campo del budismo brasileño, mientras penetra y se expande en Brasil el budismo tibetano, que ve aparecer un primer templo nyingma en 1988 en São Paulo, al que seguirán otras instituciones paulistas (guelug de Lama Gangchen; nueva tradición kadampa, kagyu) y expansiones por otras importantes ciudades brasileras. Resaltarán figuras locales, como Lama Segyu Rinpoche, antiguo médium «umbandista» y convertido en líder de un movimiento internacional con ramificaciones estadounidenses y nepalesas.

Aspectos cualitativos del budismo contemporáneo en Brasil y São Paulo

El budismo brasileño es institucionalmente diverso y con representatividad de casi todas las escuelas budistas de origen asiático. Además, comprende movimientos neobudistas y grupos «abiertos» y «ecuménicos» no vinculados a ninguna tradición budista en particular. Predominan las organizaciones de origen japonés (nichiren, shin, zen) sobre las tibetanas y el theravada; y así, en São Paulo más del 75% de las organizaciones (41% nichiren, 33% shin, 2% zen, etc.) se ubican en la esfera del budismo nipón.

Dicha distribución en São Paulo (y Paraná) se vincula indisolublemente a los flujos migratorios asiáticos desde el siglo XIX. En Brasil los estudios sobre budismo necesariamente incluyen referencias a la inmigración, incluyéndose las dinámicas de aculturación. En este sentido, el budismo brasileño es estructuralmente más cercano al budismo norteamericano, con su división en dos capas: budismo étnico y budismo de conversión.

Según la literatura especializada, ambas capas poseen rasgos específicos, por ejemplo, en cuanto al carácter y rol de la institución religiosa, la importancia de la comunidad local, y las formas de comunicación del grupo con la sociedad mayor. En casos extremos, la polarizada lógica de cada capa puede obstaculizar una relación constructiva entre los segmentos, sea interinstitucionalmente o en un mismo templo.

Pero tales diferencias no eclipsan las interdependencias entre los segmentos. Durante décadas el budismo de conversión brasileño dependió logísticamente del budismo de inmigración, y solo a partir de los años setenta adquirió una dinámica propia, aunque relativizada por la instrucción de maestros asiáticos.

Hay que mencionar la correlación estadística entre las entradas «budismo» y «color» (de la piel) en los últimos censos nacionales (Usarski, 2008: 133—153). Hacia el 2010, 76.896 personas identificaron su «religión» como «budismo», y su «color» como «amarillo». Así, a nivel nacional los «budistas étnicos» representan cerca del 31.5% del budismo brasileño. Pero desde 1970 (con 149.633 «budistas amarillos») el subcampo ha sufrido un descenso estadístico constante, «perdiendo» 72.737 miembros.

Este desarrollo negativo indica pérdidas en cuanto a la herencia religiosa familiar, sobre todo tras el predominio durante la posguerra de la decisión de no regresar a Japón, principalmente entre las generaciones más recientes, desafiadas por la necesidad de inculturarse plenamente en el entorno brasileño (IBGE, 1951: s/p). Este proceso de «alienación» es reforzado por la barrera lingüística (con muchos templos étnicos preservando la lengua nipona en la religión) y por la carencia de sacerdotes residentes permanentemente en múltiples comunidades, principalmente del interior.

A su vez, estadísticamente se demuestra que el «budismo de conversión» no compensa el declive numérico del budismo étnico. Así, tras un importante crecimiento en «conversiones budistas» entre 1970—1991 (de 49.811 a 146.437 convertidos), hacia el 2000 la cifra reducida de 133.528 conversos revelaba un 9% menos de budistas «no amarillos» (12.909), incluso a pesar del crecimiento poblacional del 15%. Y aunque en el censo del 2010 retornaría un incremento en 33.542 conversos (167.070 en total), aun así, los números indican un estado de cosas poco promisorio.

La masa de los brasileños es indiferente hacia el budismo y lo desconoce, como demuestra una encuesta (IBOPE 2006), la cual indicó que solo el 3% de los encuestados lo conocía suficientemente, con otro 13% que lo conocía «más o menos», un 20% que lo ignoraba totalmente y una mayoría (63%) que solo sabía de él por conversaciones con terceros sobre temas relacionados. Si el interés por una religión depende del grado de familiaridad con sus enseñanzas y prácticas por parte del objetivo—público, no puede augurarse un crecimiento significativo del budismo en Brasil. Además, dicha encuesta también detectó obstáculos emocionales, con un alto porcentaje de los entrevistados declarando nula simpatía hacia el budismo.

Las estadísticas referentes al budismo de conversión, permiten concluir adicionalmente que incluso los simpatizantes no asumen automáticamente ni la identidad budista ni la incorporación a alguna comunidad de esa religión. Por otra parte, muchos grupos budistas no se interesan por esta indiferencia y se contentan si sus ofertas «abiertas» son frecuentadas por un público ocasional más amplio, pero que abone las tarifas de las ofertas religiosas disponibles.

Placa del Instituto para la Expansión de la Conciencia, São Paulo. (Foto: Frank Usarski)

Consideraciones finales

Los resultados estadísticos muestran que el budismo representa un fenómeno minoritario en el país, incluso en relación con otras pequeñas comunidades religiosas como los testigos de Jehová o los adventistas. Esto no menoscaba la relevancia de futuras investigaciones sobre el budismo brasileño para los estudios académicos sobre religión. Por el contrario, dicha importancia aumentará según tales investigaciones sobrepasen la fijación en instituciones y adherentes oficiales, para investigar científicamente aspectos aún poco reflejados.

Esta área complementaria consta de bienes y servicios imbuidos de la semántica budista, y que se ofrecen en gran medida fuera de las propias instituciones budistas. Ampliar así el campo investigativo requiere una flexibilización del término «budismo en Brasil», yendo más allá de los «miembros e instituciones» para abarcar cómo elementos descontextualizados de la religiosidad institucional budista, se integran, casi autónomamente, en esa especie de «religión invisible» que lo asume como psicología y cosmovisión holística. [iii]

Teniendo en cuenta estas consideraciones, se recomienda que el sociólogo interesado en el budismo brasileño en general y en la ciudad de São Paulo en particular, amplíe su perspectiva más allá de las estrictas manifestaciones institucionales del budismo, identificando su presencia indirecta en «préstamos» a la espiritualidad New Age, a la recurrente «estética zen», e incluso a los ámbitos de la belleza, la salud alternativa, la moda, etc. [iv]

No le corresponde al historiador o sociólogo de la religión decidir si estos fenómenos son expresiones «legítimas» del budismo, o una distorsión de las «verdaderas» ambiciones de esta religión. Pero académicamente puede decirse que el mercado de bienes y servicios religiosos es un reflejo de los tiempos modernos, y particularmente en una metrópolis como São Paulo.

Referencias bibliográficas

IBGE – Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística, Pesquisas sobre os diversos grupos de cor nas populações do Estado de São Paulo e do Distrito Federal. Rio de Janeiro, Serviços Gráficos do Instituto de Geografia e Estatística, 1951.

IBOPE Opinião: Pesquisa de opinião pública sobre religião, http://www.ibope.com.br/opiniao_publica/downloads/opp071_budismo_abr06.pdf

Usarski, F. (2012a). Buddhism in Brazil an overview with reference to the South American context. En: 2600 Years of Sambuddhatva: Global Journey of Awakening, Colombo: The Ministry of Buddhasasana and Religious Affairs, pp. 527—540.

_____ (2008). Declínio do budismo “amarelo” no Brasil. Tempo Social. Revista de Sociologia da USP: 20, pp. 133—153.

_____ (2012b). Kinhin in a Mega City — Implicit Meanings of the “Walking—in—the—Park”—Movement in São Paulo. En: The Sacred in the City. Londres / Nueva York: Continuum, pp. 96—107.


[i] Cf. http://www.sidra.ibge.gov.br/bda/tabela/listabl.asp?z=t&o=1&i=P&e=l&c=2012137.

[ii] Cifra inferior a, por ejemplo, Canadá, donde los budistas representan el 1% de la población) (Cf. Bruce Matthews (2006). Buddhism in Canada, Routledge, pp.  xvi – xxi).

[iii] Cf. Soares, Gabriela Bastos: O biopoder na contemporaneidade: o espírito do corpo e a alternativa budista. Rio de Janeiro: tesis de doctorado, UERJ 2004, p. 139.

[iv] Cf. Usarski, F. (2012). A mercantilização do dharma como desafio para a pesquisa sobre o Budismo no Brasil reflexões sistemáticas. En: Religiao e consumo – Relações e Discernimentos, São Paulo: Paulinas, pp. 165-183.

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