Un alboroto diabólico

JOSEPH HOUSEAL

Le sacre du printemps (La consagración de la primavera), 1913. Vestuario de Roerich, coreografía de Nijinsky, música de Stravinsky. Imagen cortesía de Dance Division, New York Public Library

Recientemente tuve el placer de dar una clase a estudiantes de postgrado, todos ellos artistas profesionales, en la School of the Art Institute de Chicago. Me pidieron que hablara sobre La consagración de la primavera (Le sacre du printemps), una producción de Ballets Russes compuesta por Igor Stravinsky, coreografiada por Vaslav Nijinsky y producida por Serge Diaghilev. El decorado y el vestuario fueron a cargo de Nicolai Roerich. La consagración constituyó una muestra de arte moderno revolucionario. La obra describe un ritual mítico de la Rusia pagana en el que una joven debe bailar hasta morir para casarse con el sol y asegurar la perpetuación del orden de las estaciones.

El reconstructor de ballet, Millicent Hodson explica: «La consagración es una excavación artística de la ética arcaica: lo que una sociedad está dispuesta a sacrificar para sostener su comunión con las estaciones y el cosmos.» Era el sacrificio de una virgen puesto en escena. El público se sublevó, llamaron a la policía. Se representó solamente nueve veces, incluyendo ensayos generales, y nunca se representó de la forma que estaba inicialmente planeada. «Es la obra de un loco. Una pura cacofonía» escribió el compositor Giacomo Puccini. La gente estaba indignada tanto con la partitura como con la coreografía. Hoy, La consagración es considerada una obra maestra del arte moderno y un acontecimiento en el mundo del ballet que transformó esta forma de danza centenaria.

Le Sacre du printemps, de Anjelin Preljocaj, 2001. Fotografía copyright Regine Will.

Otras versiones revisadas de la obra fracasaron. La producción original fue reconstruida tan fielmente, como fue posible, a finales del siglo XX por Millicent Hodson, con la visionaria Joffrey Ballet. Aquella producción se mantiene viva en un buen número de grandes compañías de ballet de todo el mundo. Los balletómanos agradecen la semejanza que todavía queda con aquel ballet que sacudió el mundo. Durante las mismas décadas, un número de danzarines y coreógrafos modernos han hecho su propia interpretación de La consagración. La versión en solo más famosa es la de Molissa Fenly. Como producciones completas tenemos las de maestros modernos como Pina Bausch o Anjelin Preljocaj. Existen muchas otras coreografías de La consagración, algo increíble si tenemos en cuenta que la conclusión de Stravinsky, después de su fiasco en París, fue que su ballet solamente se podría representar como obra musical.

Sacre, State of Darkness, de Molissa Fenley, representada por Lloyd Knight. Fotografía copyright de Art Davidson

Allí donde la producción original de 1913 de Nijinsky/Stravinsky representaba el sacrificio de una virgen, estaba rígidamente ordenada, era representada por toda la sociedad y se mostraba como alta cultura. Para Nijinsky era algo santo, algo verdaderamente sagrado. El escenario y los vestuarios fueron diseñados por el teósofo y explorador Nicholas Roerich, famoso por su travesía en el Himalaya en busca de Shangri-La. A partir de este viaje dejó bellas pinturas de paisajes tibetanos y monasterios mongoles, algunos de ellos son fieles representaciones de danzas budistas con raíces arcaicas. La consagración muestra una relación considerada y prehistórica entre humanos y animales. No es animalista, pero sí ritualista. El rito iba acompañado de atónita admiración.

Esbozo de pintura para decorado de Le Sacre du printemps, de Nicolai Roerich. 1913. Nótense los vestidos con cuernos y piel de animal, asociados a las culturas totémicas, el culto a la naturaleza y los rituales chamánicos. Imagen cortesía de Dance Division, New York Public Library.

En contraste, las versiones de Bausch y Preljocaj, a pesar de ser ambas piezas de gran talento y potencia artísticas, añadieron a su interpretación de lo que era elemental y primitivo un aspecto vulgar, amoral, sensual, abiertamente sexual, lo cual no es un proceso de interacción elemental elegantemente unificado. Lo que quiero decir con esto, en concreto, es que, en sendas versiones de la obra, grupos de hombres arrancan violentamente las ropas de una mujer, aparecen hombres arrastrando a una mujer en el barro, agarrándola por el cabello, capturan brutalmente a la mujer desnuda y la meten en un agujero como si fuera una bestia. ¿De dónde vino esta idea? ¿Era aquel antiguo ritual tan vulgar y descabellado, tan demoníaco, incluso obsceno? ¿Exhibía el ritual original una violación de una mujer? Parece que estas representaciones tienen más que ver con la sensibilidad moderna y ofrecen una visión hobbesiana del mundo, según la cual, en el fondo, la vida es cruel, brutal y fugaz.

Por favor, disfruten de estas imágenes, que se cuentan entre las ilustraciones del ritual más antiguas del mundo. El chamán es de una cueva en Francia, el petroglifo es de la India. No hay nada de vulgar u obsceno en estas imágenes. Al contrario, en ellas se manifiesta un orden emergente. El destino adopta la forma de patrones.

Chamán bailando de la cueva de Trois Freres en Francia, ca. 13.000 a.C. Imagen de Core of Culture.
Petroglifo, Madhya Pradesh, India. ca. 15.000-30.000 a.C. Imagen cortesía de Newberry Library.

La falta de respeto hacia las mujeres no se atestigua en los rituales antiguos. La fertilidad era algo esencial. En la civilización occidental, tal y como se plasma en Las bacantes de Eurípides, son las mujeres las que descuartizan a los hombres en los rituales báquicos. Es interesante observar que la palabra griega orgia («orgía») se acuñó precisamente para describir bacanales de plenitud y locura divinas. No se refería a un montón de gente practicando sexo en grupo, aunque obviamente existía un componente sexual. El pionero de la exploración italiano Giuseppe Tucci escribió que el arte de la meditación tántrica esotérica, en el que se muestra la unión sexual, era orgiástico, en este sentido original de rituales antiguos plenos, lo cual implica danza y misticismo. Hoy en día, la palabra “orgía” raramente se comprende en su sentido original y complejo. Tucci era un lingüista. Afortunadamente, en el momento en que mi generación aprendió la palabra «tantra», esta no evocaba aún a los gurús del amor y el sexo libre. Era una práctica espiritual y una forma de arte. La noción persistente de que el tantra consiste en un acto sexual es, sobre todo, fantasía.

Danzas en La Caída de Babilonia, coreografiada por Ted Shawn y Ruth St. Denis para D. W. Griffiths en su film Intolerance, 1916. Imagen cortesía de Core of Culture

Una notable descripción de los antiguos rituales en el siglo XX se puede encontrar en la película muda de 1916, Intolerance de D. W. Griffiths, específicamente las secciones que tratan de la caída de Babilonia. Se trata de una producción colosal, más de 1.000 danzarines, decorados de un quilómetro, y la descripción de más de nueve rituales babilonios distintos, desde el templo de Ishtar hasta las escalinatas de la legendaria ciudad. Todo ello acompañado de escenas de batalla que anticipaban la caída de Babilonia. Vemos allí una decadencia, una efusión de elementos culturales en decadencia, pero existe también una dignidad y un orden imaginados. ¿Cómo pudo el «conocimiento» de un siglo llevarnos de la imaginaria Babilonia a las mujeres arrastradas por la cabellera como forma de representar el ritual antiguo?

Los pioneros de la danza moderna, con raíces en el vodevil, Ted Shawn y Ruth St. Denis coreografiaron las danzas rituales para la película de Griffiths. La misma pareja viajó a Asia en 1925-26, donde exhibieron y grabaron películas sobre danzas asiáticas, las cuales sirven, incluso a día de hoy, como base para el estudio de la danza asiática premoderna.

Ted y Ruth crearon la caída de Babilonia de la nada, pero existía algo integral en su comprensión, lo cual llevó a Ted a convertirse en el primer danzarín occidental que documentara y escribiera sobre la danza y los rituales budistas. *

Las representaciones de humanos más antiguas que se conocen incluyen chamanes con máscara bailando y cazando, no luchando o matando a otros seres humanos. Estas ilustraciones denotan orden y consciencia cósmica, no caos y depravación. La danza trae el orden, la danza es un símbolo de orden. Aun así, los primeros documentos sobre danza budista consistían en una serie de impresiones extravagantes y oscuras. Algunos exploradores estaban abiertos a otras religiones y costumbres que no fueran las suyas, pero seguían sosteniendo la superioridad del cristianismo como parte de su forma de presentar las danzas budistas en occidente. Muchos exploradores también eran viajeros con cuaderno de bitácora. En él escribían sus historias fantásticas sobre lugares desconocidos. Eran oradores públicos que compartían imágenes, eran también figuras populares, influyentes en el imaginario colectivo occidental. Estos exploradores escritores escribieron algunos reportajes escandalosos.

Camellos para la expedición a la Mongolia interior de Sven Hedin, 1925-30. El escritor de viajes danés Henning Haslund se unió a esta expedición durante tres años. Fotografía de Paul Lieberenz. 1927. Imagen cortesía de la Gunner-Jarring Central Eurasia Collection.

Para hacerse una idea de lo que era una expedición «científica» a finales del siglo XIX y principios del XX se requiere una reconfiguración mental. Por difícil que sea hoy para la gente joven de imaginar la vida sin ordenadores, debemos imaginar un terreno sin carreteras, más de cien animales de carga, más de cincuenta hombres como equipo de apoyo. La llegada al Asia central de tales equipos expedicionarios como el del legendario aventurero sueco Sven Hiedi, equipados como estaban de científicos, cartógrafos, fotógrafos, botanistas, doctores y periodistas, era en sí mismo un acontecimiento. Cuando una caravana como esta se cruzaba con una ceremonia de danza budista mongola, cuando la caravana se cruzaba con el desfile, se producía un encuentro entre dos mundos. El respeto mutuo marcaba el tono de las interacciones, doblemente documentadas por Hedin y Haslund, ayudados por el cineasta alemán Paul Lieberenz, cuyas fotos adornan el presente artículo.

Tres danzas distintas del monasterio de Bater Halak Sume en la Mongolia interior, 1927. Fotografías de Paul Lieberenz, del libro de Haslund Hombres y dioses en Mongolia (Men and Gods in Mongolia, Kegan Paul, Trench Trubner & Co., Londres, 1935). Arriba: bailarines zhang con gorro negro se apiñan en medio de la danza del brujo. Debajo: el oráculo del monasterio, un bailarín en trance que proclama una adivinación. Imágenes cortesía de la Gunner-Jarring Central Eurasia Collection.

Sven Hedin, que comprendió el valor de las danzas budistas que presenció, las dibujó y las pintó de forma realista. También animó a todos los miembros de sus equipos a escribir libros y a dejar documentación sobre sus experiencias. El pionero viajero danés, el escritor y antropólogo Henning Haslund (1896–1948), hizo justamente esto después de unirse a la expedición de Hedin durante más de tres años, desde 1927. Haslund evitó la condena moral que el militar y profesor británico Laurence Waddell (1854–1938) había cargado sobre las prácticas budistas, tildándolas de sinsentido supersticioso. Waddell solía explicar el budismo mediante comparaciones con el cristianismo, usando expresiones como «la eucaristía budista». Haslund, cuya sagacidad lo llevo a entender correctamente muchas cosas, no evita tampoco representar las danzas budistas como algo salvaje. Las danzas, según Waddell, eran «una absurda mascarada».

Un notable grabado que muestra monjes mongoles en un yurt celebrando un ritual de Bardo. Haslund incluyó partituras musicales como parte de la etnografía de su libro. 1928. Imagen cortesía de la Gunner-Jarring Central Eurasia Collection

Haslund se esforzó para explicar que las deidades terroríficas son de hecho protectoras, no demoníacas. En palabras de Haslund, la danza grupal del Mahakala «se levantaba en un éxtasis desaforado», con disfraces de un «color salvaje», al tiempo que la música derivaba hacia un «alboroto diabólico». Entre los espectadores, en la parte de las mujeres, «brotes de histeria se propagaban como una epidemia». Cuando los bailarines se quedaron quietos, era como si estuvieran «petrificados por alguna fórmula mágica». Finalmente, la música «derivó hacia un estruendo ensordecedor» y Mahakala «se lanza a una danza maníaca». Material de primera.

Al tener oportunidad de presenciar oráculos monásticos, Haslung los describió como «voces sombrías, espasmos de roncos y gruñidos». Observó también que el oráculo «se sumergió en una danza en torbellino salvaje, una fantástica representación de los monstruosos ritmos, la extraña composición de la forma y las sombrías armonías de color.»

La interpretación es una tarea compleja. Haslund dedica más de dos capítulos a las danzas monásticas y, de hecho, ofrece una relación bastante precisa y maravillosa de la que he extraído estas pintorescas citas. Después de leer su libro, puedo afirmar inmediatamente qué danzas presenció. La danza no es fácil de describir, desaparece tan pronto como aparece. Cuando es algo completamente nuevo para un observador, por supuesto, la gente, para lograr comprenderla, utiliza piedras de toque que ya tiene. Haslund respetó la religión y escribió en más de un lugar que él creía que la piedad y la sinceridad de los budistas igualaba cualquier cosa en Occidente.

Otro dibujo destacable del trabajo de campo de Haslund es el que representa una danza torgut del Asia central, una danza bien conocida y muy antigua. Esto muestra, también, cómo la integración de la danza formaba parte de la vida y de los valores de la etnografía artística. 1928. Imagen cortesía de la Gunner-Jarring Central Eurasia Collection

Haslund admite que, después de quedar «destrozado y apalizado por los furiosos embates de un mar humano», se oyó un misterioso aullido. «El aullido atravesó hueso y médula y laceró nuestros nervios ya sobreexcitados». Parte del esplendor de las narraciones de los pioneros de la exploración es el estilo fabuloso que utilizaban para contar sus historias. Su uso de la lengua era más sofisticado que el de los escritores de hoy. La descripción era algo importante. Algunas cosas son más emocionantes que los desgarradores relatos de sobrevivir una tormenta en un lago tibetano encima de una pequeña embarcación. El libro de Haslund, como los de otros famosos exploradores, arrastra al lector página tras página.

Hoy tenemos la oportunidad de aprender sobre el carácter de aquellos hombres y mujeres exploradores y comprender la realidad de sus vidas. Desde el alboroto diabólico hasta el nombrar este tipo de danza budista cham y reconocer que es una expresión yóguica del budismo vajrayana, se ha transitado un camino de plenitud hacia una iluminación danzada. Somos capaces de comparar las narraciones de los primeros exploradores con las danzas reales porque la danza ha sobrevivido, aunque no lo hayan hecho muchos de los monasterios que visitaron aquellos exploradores del Asia central.

Joseph Houseal es el director de Core of Culture, una organización dedicada a la salvaguarda del mundo cultural intangible y a asegurar la continuidad de tradiciones de danza antigua allí donde se originaron. Como expresión religiosa, filosófica y ritual, la danza tiene un papel crucial en la práctica del budismo, el taoísmo, el hinduismo y otros sistemas de creencias asiáticos. Largas y sostenidas transmisiones de formas de movimiento aparecen en las expresiones artísticas religiosas, en las que la iconografía performativa es tanto un código místico como la ilustración del movimiento. Ancient Dances (Danzas Antiguas) pone en su punto de mira los aspectos de la danza y la espiritualidad para fomentar su práctica y apreciación entre los lectores, también para crear consciencia cultural en nuestro mundo cambiante. Utilizamos la danza como prisma para explorar estados de consciencia y representaciones simbólicas.

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