Contra viento y marea: Una chilena en el arte de thangkas

MARÍA ELVIRA RÍOS

Conocí a Andrea Papadatos (Pedma Khandro, nombre budista) en un curso de Estética Budista y luego en un grupo de charlas budistas en Chile. Cuando contó que pintaba thangkas quedé impactada, pues nunca había escuchado de una chilena realizar tan bello y, a la vez, complejo trabajo de arte tibetano.

Andrea es arquitecta de profesión, vive en la ciudad de La Serena, en la región de Coquimbo, y es madre de dos mujeres y un hombre. Al poco tiempo de instalarse en esa ciudad, escuchó acerca de la inauguración de una estupa tibetana, en el Valle del Elqui, sector cordillerano y cercano a La Serena. Andrea, con interés de conocer de qué se trataba, decidió asistir a esa celebración. Allí se encontró con tres personas que, de alguna manera, le cambiarían su vida, pues ellos la inician en el camino budista. Al verlos juntos, Andrea observó en sus rostros una felicidad superior: «mi corazón dio un brinco» comenta, y sintió que quería pertenecer a esa comunidad. La primera persona era una monja, quien regresó con ella a la ciudad y le habló de budismo. La otra persona era el traductor del lama, a través del cual recibiría las primeras enseñanzas, y la tercera era, justamente, el lama Drubpon Otzer Rimpoché, de la comunidad Otzer Ling, Chile. Esta comunidad tiene varias sanghas en el país, repartidas en distintas ciudades. El lama reside en la capital, donde se encuentra el Centro de Estudio y Meditación Budista Mahayana Otzer Ling (https://www.otzerling.com/quienes-somos/acerca-de-nuestro-lama-drubpon-otzer-rimpoche/). Durante la pandemia, las sanghas de los distintos centros Otzer Ling se reunieron vía internet y se fortaleció aún más la comunidad, ya que fue una instancia para conocer a más personas e incorporar a nuevos integrantes.

Andrea Papadatos pintando símbolos budistas tibetanos, Fotografía cortesía de Andrea Papadatos

MARÍA ELVIRA RÍOS: ¿Cómo surge tu interés en el arte budista tibetano?

ANDREA PAPADATOS: Siempre he buscado actividades fuera de mi profesión, en relación con el arte o el trabajo social. Muchas veces llegaba a la expresión artística en mi vida en momentos de crisis y me calmaba. Cuando comencé a aprender de budismo, me llamó la atención los colores que utilizaban en sus espacios y en su arte, por lo que comencé a averiguar. Así llegué a los thangkas. Desde entonces inicié mis estudios de manera autodidacta, a aprender todo lo que podía por internet y libros, aprendí que todo el arte tibetano se dedica a los seres sintientes, que las thangkas sirven de soporte para las prácticas tántricas y es un modo bello de propagar el budismo.

Tara Verde, Andrea Papadatos. Fotografía cortesía de Andrea Papadatos

MER: ¿Cómo fue el inicio en la pintura de thangkas?

AP: Cuando aprendí un poco más, comencé sola a realizar algunas pinturas. Le comenté al lama Drubpon sobre mi trabajo y le fui enviando algunos dibujos, pero él no respondía, pues evidentemente no estaba realizando bien las pinturas. Entonces seguí buscando, tenía muchas dudas y me di cuenta de que la única manera era aprender con un o una profesora. Durante esa búsqueda, hallé a Diego Sonam Tsering, chileno de la ciudad de Arica, que ya se había iniciado en este arte y quien se encuentra en el camino de dedicación completa a la pintura de thangkas. En ese momento, Diego estaba estudiando en Nepal. Si bien Diego intentó ayudarme, enviándome información y explicaciones, se hizo muy difícil la comunicación a distancia y tuve que buscar otra persona. Luego de más de un año de intensa búsqueda, logré dar con un profesor de thangka que se hallaba en Australia llamado Paul Smith, quien había iniciado clases por internet con sus alumnos debido a la pandemia y quien me admitió amablemente. Como yo ya había trabajado la imagen del buda Shakyamuni, me animó a dibujar el bodhisattva Manjushri, al cual le tengo gran devoción. Las clases eran algo complicadas, no sólo por la dificultad que tiene este arte sino también porque nuestras diferencias de horario me obligaban a levantarme en la madrugada para poder participar. Después me enteré que era un discípulo de Andy Weber, un inglés con una larga trayectoria en pintura tibetana, cuyo estilo es un poco karma gadri y un poco menri, según sus propias palabras. Andy ya tenía algunos videos disponibles y por primera vez abría sus workshops vía online, también debido a la pandemia. Ya son dos años desde que Andy me aceptó en su grupo. Esto sucedió por haber sido estudiante de quien fuera su discípulo. Empecé como alumna regular de Andy, lo que me permite mantener un contacto directo con él, enviarle mis avances y recibir comentarios, generosos consejos y estar atenta a sus publicaciones.

Mandala de los Cinco Elementos, pintura de Andrea Papadatos. Fotografía cortesía de Andrea Papadatos.

MER: El arte de thangkas se ha extendido al mundo comercial, ¿cómo es en tu caso? ¿cuál es el objetivo de tus pinturas?

AP: Yo trabajo las pinturas desde la conexión artística y la devoción espiritual, independiente que en algún momento decida venderlas, pero no estoy preparada aún. Desde que tomo los materiales y preparo la tela, inicio las plegarias y una observación mental a todo lo que voy haciendo. Esto es parte de la tradición. Debemos atender nuestro estado mental y emocional, e ir purificándonos para poder realizar la pintura, libres de pensamientos venenosos o emociones negativas, para que la dedicatoria final llegue a todos los seres sintientes, sin ninguna mancha. También se recitan los mantras o las sadhanas de la divinidad que se pintará para que, finalmente se pueda dar cierre correcto a la dedicatoria. Y así, cada vez que se pinta es lo mismo. También se puede meditar antes para controlar la actividad mental. Tanto Rimpoché como mi profesor de arte me han enseñado técnicas de purificación y respiración, similares a las que se utilizan normalmente en la práctica budista tibetana o tántrica.

Fotografía cortesía de Andrea Papadatos.

MER: Cuando decides iniciar una pintura, ¿cómo eliges al buda o bodhisattva que pintarás?

AP: Tiene relación con la devoción que se tiene a uno u otro buda o bodhisattva, o bien si es por seguir la siguiente enseñanza de mi profesor, sin embargo, en todas las enseñanzas que involucren representación de imágenes, se inicia dibujando el rostro del Buda Shakyamuni, que es el modelo de los rostros masculinos, mientras que Tara es de los femeninos. También hay mucho interés en los dharmapalas y dakinis, ya sea por devoción o interés estético o icónicos maestros. Pero sucede que nos podemos encontrar con corrientes artísticas que no son tradicionales. En los rostros o posturas pintadas se evidencia cuando no es una pintura de devoción budista, porque están muy occidentalizados o no se ajustan a la retícula tradicional. Si bien lo anterior escapa a la tradición, dentro de la misma también encontramos distintas escuelas con leves diferencias en cuanto a la interpretación de las medidas o cómo las líneas del cuerpo se ajustan a la retícula, así como también hay pequeñas diferencias entre maestros. Por ejemplo, podría decir a estas alturas que uno puede distinguir su origen cultural, porque a través de pequeños cambios en los rasgos, un rostro puede quedar más occidental u oriental, más delgado o grueso en sus facciones, o la decoración puede ser más simple o recargada, y así. Más allá de estas diferencias, también sucede que, para alguien que se inicia en este arte, la pintura manifiesta el estado en que se encuentra el que pinta, por lo que siempre sale diferente, incluso en rostros realizados dentro del mismo día. Solo cuando vas adquiriendo la experiencia necesaria, ves que va apareciendo más la deidad y ya no tanto uno mismo.

MER: Aparte de estas características que mencionas, ¿cuáles son las técnicas que marcan un sello distinto en la pintura de thangkas, entendiendo que se basan en un modelo simétrico y establecido?

AP: Sí, efectivamente existe una retícula fija para cada deidad, sin embargo, como mencioné antes, quien dibuja va realizando pequeños cambios en los labios, cejas, diferentes partes del rostro. Se trata de creaciones que están levemente más allá de lo geométrico, del mapa estructural básico para la creación. Hay elementos que definitivamente quedan fuera de esta retícula y pueden quedar a gusto del artista, como la composición y color de algunas flores o el movimiento de la ropa o una bufanda, o cómo se representa el paisaje, por ejemplo, siempre respetando los límites que permite la tradición o estilo en el cual se enmarca. Un maestro que pueda transmitir las virtudes de una deidad específica, como la compasión o la sabiduría en una bella representación, sin duda destacará inmediatamente.

Fotografía cortesía de Andrea Papadatos

MER: ¿Y cómo sientes que ha sido tu camino en la pintura tibetana?

AP: Mi camino ha sido lento y complejo, sobre todo al comienzo, invertí probando con muchos materiales que tuve que dejar de lado porque no correspondían, como pinturas, papeles o pinceles. Esto fue hasta que recibí los primeros consejos de Paul Smith y posteriormente de Andy Weber. También sucede que hay materiales que aquí no los venden y en Chile es prácticamente imposible encontrar a alguien que te pueda enseñar o ayudar. Entonces, he ido aprendiendo de a poco, pero también este trayecto me ha permitido sorprenderme de todos los detalles que hay en este estilo de pintura. Si bien recién estoy en el camino inicial, yo misma me sorprendo de lo que voy logrando y, al mismo tiempo, me doy cuenta de todo lo que me falta. Por ejemplo, de la Tara Verde que hice, si la observas, tiene una pintura brillante que es tinta china dorada, de excelente calidad, pero no es oro, el cual debería usar, tengo el metal puro y la técnica para prepararlo, pero lo quiero usar para cuando logre un mejor nivel. De todos modos, todo material usado y desempeño es igual de valioso cuando se ha realizado y dedicado correctamente, porque es el mejor esfuerzo que uno pudo lograr en ese momento. Por una parte, el estar lejos de los materiales que se requieren como también de mi profesor, a veces es más complejo, pero por otro lado me ha obligado a reconocer los materiales que podemos hallar en mi país y me obliga a investigar, ver otras experiencias con materiales en otras disciplinas, incluso conocer lindas personas. También se puede hacer pintura a partir de piedras semi preciosas. Aquí en Chile tenemos el lapislázuli y que es un material históricamente valorado no sólo en el arte tibetano. Los materiales naturales duran cientos de años, no se degradan fácilmente y por eso se valoran tanto. Es importante visualizar las obras a largo plazo, para que otras personas las puedan seguir apreciando en el futuro, por lo que se intenta utilizar el mejor material que se pueda obtener. Por otra parte, la conservación de las pinturas que logré preparar presentó su propia complejidad, porque en un ambiente costero como es donde vivo pueden aparecer hongos, por lo que es un asunto que se debe prevenir y atender cuando se trabaja de manera artesanal. Como verás es un trabajo arduo, y ha sido tiempo y esfuerzo, meses y meses de mucha experimentación. Lo bueno es que dentro de la complejidad me maravillo cada vez más de este arte y también me ha abierto las puertas a la enseñanza budista desde la visualización de la deidad, rica en significados y también tener la oportunidad de ayudar a otros; actualmente tengo dos estudiantes aprendiendo lo básico que sé del dibujo tibetano.

MER: ¿Cómo observas el tema de género en el estudio de pintura de thankas?

AP: Tradicionalmente han sido los monjes u hombres laicos quienes pintan thangkas; en lo personal aún no he conocido a ninguna monja que se dedique a la pintura. Pero lo que yo he observado, específicamente en las clases de Andy, quien es reconocido por maestros tradicionales, diría que hay más mujeres que hombres estudiando con él. Mujeres latinoamericanas somos pocas, creo que sólo yo y una chica peruana, pero sí bastantes españolas, australianas. Andy tiene otra discípula que ha seguido sus pasos y también realiza clases en distintas partes de Europa y tiene varias alumnas mujeres.

MER: ¿Qué obras ya tienes terminadas?

AP: Lo que hasta ahora he terminado es el Mandala de los Cinco Elementos que hoy es parte de un libro recién publicado como ofrenda para Andy, de parte de algunos y algunas de sus estudiantes. La Tara Verde que recién terminé es un busto de ella, no es un modelo tradicional, pero lo hice con la idea de poder ir viendo los colores y las formas en formato grande. No he podido avanzar mucho más, las demás son todas obras en proceso de aprendizaje, no solo por las dificultades que te he mencionado, sino también porque no soy una artista de tiempo completo, tengo otras responsabilidades. Más mi intención es continuar y ahondar en este camino, es parte de mi vida, y seguiré pintando, aprendiendo e incluso ver la posibilidad de ir a estudiar a India, para conocer otros maestros. Me interesaría ajustarme más al estilo karma gadri, más cercano a la escuela budista a la cual pertenezco, que es la Drikung Kagyu.

MER: Finalmente, quisiera preguntarte acerca de la importante labor que te ha tocado realizar en la Estupa de la Iluminación en el Valle del Elqui, lugar donde conociste el budismo tibetano. ¿Cómo surge la posibilidad de pintar la estupa?

AP: Partió de manera bien intuitiva y sintiéndome bastante ciega, porque no fue un encargo directo, sino una idea del lama, que surge mientras le hablaba por primera vez de mis intereses. Primero le consulté a Diego Sonam si podía hacer algo así, porque yo no tenía experiencia ni idea de cómo hacerlo y coincidía con una visita de él a Chile, pero hubo una descoordinación y no se dieron las cosas, pues solo estaba de paso. Entonces quedé a cargo y tuve que empezar a buscar información. El lama me dijo que buscara por mi cuenta, ¡llegué a soñar con esto!, porque no sabía qué hacer. Un día le mostré unas imágenes, que había hallado adecuadas, a un hermano del Centro Otzer Ling de mi ciudad y cuando las ve me dice que él tenía unos papeles con imágenes similares que le había dejado nuestro lama Drubpon hacía unos tres años y ahora entendía para qué eran. Los vimos y nos dimos cuenta de que, efectivamente, eran dibujos para la estupa y el lama no había dicho nada, es decir, todo era un descubrimiento. Entonces fui vinculando esas imágenes con las que encontraba en internet y fui ordenando, ampliándolas, encajando unas con otras, viendo los posibles colores. Le envié al lama algunas propuestas según mi gusto, pero nuevamente, a veces no respondía y yo me desesperaba, luego seguí intentando, hasta que poco a poco fue aprobando y también recibí el apoyo de mi profesor con las últimas dudas. Generalmente, estas pinturas se hacen en relieve, pero el lama prefirió hacerlo en pintura, por si en un futuro era necesario retocarlas. Y así fuimos de a poco, fue todo un proceso. Este invierno nevó y deterioró gran parte de la obra y tuve que volver a pintar y no es fácil encontrar ayuda por la distancia o el nivel de técnica y esfuerzo requeridos, por lo que ha sido un trabajo más bien solitario. Otra vez ocurrió que ya me faltaban solo unos detalles para terminar y había llegado el verano. En la zona donde está la estupa es sumamente caluroso, pero veía que era necesario terminar la obra. Le dije al lama que iría igual y él me señaló que esperara hasta mayo, cuando estuviese más fresco, o luego en septiembre. Insistí, pero al final tuve problemas con mi vehículo y otros altercados que, finalmente, no me permitieron ir y terminé viajando en mayo, el mes que el lama me había dicho que era conveniente. Luego me enfermé y tuve que retomar en septiembre, ya pasado el tiempo de más frío. Es curioso, parece que él siempre sabe todo lo que va a suceder, bueno, es un lama avanzado, al final he aprendido más con su silencio, porque me obliga a replantearme, reflexionar, investigar y superarme. Las pinturas de la estupa aún no están completamente terminadas, todavía debo trabajar en algunas reparaciones menores y en un nuevo y bello encargo para ella. El apoyo y la mejor comprensión de mi familia han sido fundamentales para que yo pueda avanzar en este camino, es algo que debo agradecer.

Estupa de la Iluminación. Fotografía cortesía de Andrea Papadatos

—————————————————

MARÍA ELVIRA RÍOS (1980), es doctora en estudios de Asia y África, con especialización en China, del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México (2015). Sus publicaciones abordan temáticas en torno al budismo chino contemporáneo, cultura e idioma chino. Ha publicado sus investigaciones en diversas revistas académicas. Actualmente dicta el curso Estética Budista en el Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile y es postdoctorante Fondecyt (3190076) en la misma institución, con la investigación «La reflexión ecológica del budismo chino».

Leave a Reply

Captcha loading...