Un Remedio Llamado Satisfacción

Anam Thubten Rinpoche

Buda dijo, “La mayor riqueza es la felicidad”.

Sus  declaraciones  sostienen una verdad eterna que hoy en día se hace más palpable que nunca. Estamos viviendo una época de consumismo y materialismo desbordado; tanto así, que la felicidad se está volviendo un lujo extremadamente escaso. Nuestra sociedad nos lleva a pensar que debemos siempre desear más de lo que tenemos y como resultado de esto muchos sienten que aun no han alcanzado el final en su carrera por el “éxito”. Esto los hace sentir una  profunda incompetencia y una dolorosa envidia puesto que no han podido alcanzar “el éxito que ya los otros han logrado”, y así se origina un complejo de inferioridad oculto que podría causar estados mentales  y comportamientos perjudiciales como el desprecio hacia uno mismo y la adicción. 

Tal vez nosotros los homo sapiensnunca hayamos sido buenos en eso de aceptar la satisfacción; sin embargo -a lo largo de la historia- hemos demostrado nuestra ambición  innata explotándonos unos a otros, conquistando tierras de otros, robando de otros. Pareciera que no tenemos ese instinto natural de estar contentos con lo que tenemos. Aunque tal vez tengamos una vida cómoda y nuestras necesidades básicas estén cubiertas, aun así, sentimos que nos quedamos cortos en cuanto a las pruebas de ser exitosos, como por ejemplo: “No tengo tanto dinero como mi hermano que es multimillonario”, o “Mi vecina acaba de decirme que es dueña de tres casas”,  o “Mi ex compañero de clases  hoy en día es una estrella de cine”. Este modo de ver al mundo nos convence de que aun no hemos logrado nuestros sueños. 

Por otro lado, la satisfacción es sentir que estas contento con lo que tienes y con  lo que eres; con tus adquisiciones  materiales, y con los roles que tienes en este mundo; sin importar si eres un conserje o un presidente. De cierta manera, las cosas externas pueden en efecto satisfacernos y alegrarnos, al menos por un tiempo. Sin embargo, nunca pueden mitigar completamente nuestro insaciable apetito por más poder y más posesiones. Esto se debe a que la satisfacción es un estado de la mente. Muy  probablemente el yogui  tibetano Milarepa solo teniendo para comer malas hierbas como las ortigas era una persona mucho más feliz que el poderoso emperador Genghis Khan quien seguía adquiriendo más tierras y más mujeres bajo el poder inigualable de Pax Mongólica. Sin embargo, Milarepa era feliz no por su gloria mundana, sino más bien por su riqueza interna: la satisfacción. En cambio, es posible que Genghis Khan cuyas ansias de poder resultaron en la muerte de millones de personas, haya llevado una vida llena de temores y ansiedades. 

Hay un argumento aparentemente lógico que apoya la creencia de que ni siquiera deberíamos sentir satisfacción, puesto que podríamos llegar a estar demasiado felices y convertirnos en unos vagos; luego nuestras vidas sucumbirían ante la inercia lo cual impediría el desarrollo económico y estancaría el progreso social. Pero esta idea no es del todo cierta: la avaricia no es imprescindible para el éxito personal o el avance económico, para ninguna cultura ni ninguna nación; las sociedades también pueden llegar a ser prósperas y modernas basadas en los principios progresistas de amor, compasión, y generosidad. Al observar a nuestro alrededor, hay muchas personas que son extremadamente exitosas y al mismo tiempo no son ambiciosas. El éxito viene dado sobre todo  por la aplicación de la inteligencia y el esfuerzo. La satisfacción interna no nos lleva a ser  ni flojos ni perezosos; necesitamos adoptar una nueva psicología que nos provea con un paradigma alternativo para lidiar con el punto de vista material convencional.

Sentirse satisfecho es una experiencia propia de como están las cosas en la vida de uno. El poder y el dinero no tienen una verdadera influencia en esto, y la satisfacción que traen tales cosas usualmente es efímera y se disipa rápidamente. La verdad es que uno puede sentirse realizado con poco, o con cualquiera que sea la cantidad de bienes que uno haya logrado acumular. Esto no significa que todos deberíamos ser como Milarepa, que vivía en una caverna y solo tenía ropa muy desgastada. Todos merecemos tener nuestras necesidades básicas cubiertas: comida, techo, medicina, y educación, para tener dignidad, para poder disfrutar de la vida, y no sufrir constantemente de hambre, dolor e injusticia. Relativamente hablando, la mayor parte de la gente que vive en países con economías desarrolladas ya tiene un nivel de vida considerablemente bueno. De hecho, en muchos países occidentales la clase media vive con más lujos que los reyes y reinas del pasado. El mundo moderno atraviesa un momento difícil enfrentándose a  la enfermedad de la codicia. Esto es lo que  Buddhadasa señalaba cuando expresó su deseo de unir a todas las personas realmente religiosas de las diferentes  tradiciones para cooperar con su visión de, como él lo decía: “liberar a la  humanidad del poder del materialismo”. La sociedad moderna valora tanto la riqueza  material que nos olvidamos de las necesidades reales de nuestros hermanos y hermanas. Muchas personas con cantidades increíbles de dinero de alguna manera quieren seguir acumulando aun más dinero, y no saben cuándo es el momento de sentirse satisfechos y demostrar generosidad hacia el prójimo. Este  problema puede resumirse en un viejo  aforismo: “Los pobres siguen siendo pobres y los ricos se hacen más ricos”. Nuestra avaricia está destruyendo el bienestar de nuestra sociedad, causando niveles  extremos de desigualdad lo que tarde o temprano termina ocasionando el aumento de la pobreza y la violencia, así como el colapso del estado de derecho. 

El estar satisfechos podría ser la única solución para acabar con los tantos problemas que atravesamos. Mientras carezcamos de alegría interna, vamos a tener ese fantasma hambriento ocupando nuestros corazones y constantemente vamos a desear más de una cosa o de otra. Pareciera que todo el mundo desea vivir el sueño americano. Esto no es tan buena noticia. Estados Unidos es un gran país que ha compartido sus conocimientos científicos e innovaciones tecnológicas con el mundo, así como también ha sido un modelo para la sociedad libre. Hay muchas cosas buenas que decir de los Estados Unidos, pero su influencia en  el mundo no es tan perfecta; no han tenido éxito con la satisfacción interna. Imagínense si todo el mundo empezara a vivir como los americanos—¿Podría nuestro frágil planeta aguantar millones de personas entregadas al consumismo excesivo? Quedan pocos recursos para explotar antes de que se empiecen a extinguir todos. 

¿Que podríamos hacer? Podemos empezar con aprender a estar más felices y satisfechos. La práctica de la gratitud es una forma sencilla y maravillosa de lograrlo. Cada día podemos practicar un poco de gratitud aquí y allá. En la mañana podemos agradecer porque estamos vivos y respiramos. Cada vez que nos sentemos a comer podemos estar agradecidos por tener comida en la mesa y ya no estar hambrientos. Al estar en compañía de los amigos, permítete saber cuan sortario eres de tener a esa gente en tu vida como una fuente de amor y de cariño. Cada noche al ir a la cama, siéntete afortunado de tener un techo sobre ti, y desea que también todo el mundo pueda  tener la buena fortuna de tener un lugar al cual llamar hogar.

El cerebro humano está diseñado para reconfigurarse  cuando intencionalmente decidimos modificarlo. Transformaciones extraordinarias pueden ocurrir en nuestro cerebro cuando usamos prácticas espirituales tales como la oración y la meditación para cambiar nuestra mentalidad. Al ir practicando la gratitud todos los días, estamos entrenando nuestro cerebro para sentir menos escasez y más satisfacción. Esto reduce el sufrimiento mental que surge de la ansiedad, el miedo, el aburrimiento, y el auto desprecio que tantas personas enfrentan día a día. La mayor parte del tiempo, nuestra realidad  es personal y subjetiva—Podemos sentirnos pobres e inadecuados aunque estemos rodeados de abundantes bienes materiales, o podemos sentirnos ricos y afortunados simplemente porque tenemos lo suficiente para cubrir nuestras necesidades básicas.

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