The Dhamma Brothers: practicando vipassana en contextos de encierro

CATÓN CARINI

Este artículo forma parte de nuestra nueva edición especial: «El budismo y el cine».

Desde el año 1975, la organización budista internacional Vipassana Meditation, fundada por el maestro birmano de origen indio Satya Narayan Goenka, enseña vipassana—una técnica de meditación enraizada en la tradición del budismo theravada—en prisiones ubicadas en distintos países del mundo. Hasta el momento, se han realizado cursos en instituciones de América (EEUU, Canadá, México, Colombia, Brasil y Argentina), Europa (Irlanda, España, Reino Unido) y Asia (Israel, India, Sri Lanka, Myanmar, Mongolia, Tailandia y Taiwán), donde han participado miles de reclusos.

The Dhamma Brothers” (2007) relata la experiencia realizada en el año 2002 en el Donaldson Correctional Facility, una prisión situada cerca de la localidad de Bessemer en el estado de Alabama, la primera cárcel de máxima seguridad de EE.UU. en realizar un retiro de meditación vipassana de diez días de duración. El documental fue dirigido por la psicóloga y antropóloga cultural Jenny Phillips, junto al documentalista Andrew Kukura y la administradora de una escuela de arte, Anne Marie Stein. La banda sonora está compuesta por música de Sigur Ross, New Order y Low. El film ha sido premiado en numerosos concursos y festivales de cine.

El film ofrece un relato en primera persona de la experiencia de la práctica de vipassana en un contexto muy particular, construido a partir de los testimonios de quienes participaron del curso realizado en Donaldson. Se incluyen tanto las voces de los hombres que cumplen su condena allí y relatan sus vivencias, como la de los profesores del curso, el personal de la cárcel (guardias, el alcalde y el psicólogo del presidio, responsable de llevar el programa) y los familiares de los reclusos que acompañaron y fueron testigos del proceso de cambio vivido por los participantes.

El film se encuentra estructurado en tres partes. La primera se centra en mostrar la dura realidad diaria de la cárcel y brindar al espectador alguna información acerca del pasado de los presidiarios y los motivos por los cuales fueron condenados. Donaldson es conocida por ser una de las cárceles más peligrosas de EE.UU. Allí cumplen su condena más de 1500 personas, mayoritariamente afroamericanas, en situación de sobrepoblación, muchas de las cuales nunca volverán a ver el mundo exterior. Según relatan los protagonistas del documental, conviven con la delincuencia organizada que ejerce el control de actividades ilegales como prostitución, drogas y juego al interior del penal. Muchos reclusos tienen poder e influencia y las autoridades luchan constantemente para mantenerlos bajo control.

La estética de esta primera parte del film resalta las duras condiciones de la cárcel, ya que la descripción de la vida en Donaldson que surge de las entrevistas, así como los planos realizados a distintos espacios del edificio donde predominan los paredones blancos, grises, y el plateado de los alambres de seguridad, transmiten de manera acabada el carácter opresivo y tenso que distingue el día a día en la prisión de máxima seguridad. No faltan las imágenes de rejas que se cierran, candados, alambres de púas, cercas electrificadas, torres de vigilancia con guardias armados, tatuajes con esvásticas y presos con rostro amenazante haciendo ejercicio con pesas.

Posiblemente, el espectador se pregunte cómo es posible que un espacio de tales características albergue una experiencia de meditación vipassana, sobre todo si consideramos que los centros dedicados a esta práctica se encuentran ubicados en bellos lugares, fuera de las ciudades y rodeados de naturaleza. Y si bien hay diferencias entre ellos en cuanto al confort de las instalaciones (muchos de ellos tienen todas las comodidades y otros, todavía en construcción, son más austeros), en todo caso, se procura que la práctica de la meditación se realice en una atmósfera lo más pura y tranquila posible.

La médula del film consiste en la descripción de la preparación y el desarrollo del curso de diez días de práctica vipassana, incluyendo la manera en que va afectando física, mental y emocionalmente a sus participantes. Aquí podemos ver como los dos profesores de esta milenaria técnica de meditación—quienes inicialmente se encontraban atemorizados y nerviosos por el ambiente tenso y agobiante de Donaldson— convierten la celda donde se alojaron durante el curso en “nuestro paraíso”, según manifiesta uno de ellos. Del mismo modo, transforman el gimnasio, el cual queda aislado del resto de la cárcel, en un lugar que resulta familiar a los practicantes de vipassana, con su disposición de almohadones, barreras visuales hechas con materiales livianos para delimitar los espacios para dormir y carteles que demarcan los espacios donde se puede circular. Puede observarse una “sacralización del espacio” que transforma uno de los peores lugares posibles en un sitio sagrado donde reina la calma y la tranquilidad.

Los verdaderos protagonistas del film son Rick, Edward, O.B. y Gary, cuatro presos condenados a reclusión perpetua por homicidios ligados a drogas o robos. Ellos comparten sus historias de vida y sus reflexiones sobre los diferentes momentos de su experiencia con vipassana. Su escepticismo inicial, las dificultades ante el hecho de no poder hablar durante 10 días, las sensaciones que percibieron durante la meditación, las resistencias, la rabia, la aceptación y, finalmente, la liberación del dolor emocional que en muchos acarreaban durante décadas. Esto permite a los “hermanos del Dhamma” asumir la responsabilidad por los crímenes cometidos y enfrentar sus miedos ante el incierto futuro.

La tercera parte del film recupera las opiniones de los familiares, los guardas y el director del presidio sobre el impacto que la práctica de la meditación ha tenido en los participantes. En líneas generales, todos ellos coinciden en observar un efecto positivo en las personas que participaron en el curso, pues los notan más relajados y con un trato más fácil.

También esta última parte se centra en explorar el contexto institucional y los condicionamientos al momento de impedir la continuidad del programa. El hecho de que, a pesar del éxito del curso, unos meses más tarde el programa fuera cancelado, revela las tensiones de una institución que está inserta en una red de vínculos con diversas organizaciones de la sociedad civil, entre ellas algunas vinculadas a programas religiosos con mayor tradición en la cárcel, las cuales se sintieron amenazadas. Aquí es preciso tener en cuenta que Alabama es un estado con sólida fe cristiana, por lo cual es comprensible que el desconocimiento sobre una práctica enraizada en la tradición espiritual oriental genere prejuicios.

Cabe mencionar que, además de “The Dhamma Brothers”, otros films han documentado la experiencia de practicar meditación vipassana en contextos de encierro. Uno de ellos es “Changing from Inside” (2006), también realizado en una prisión de EEUU. Otro es el pionero film “Doing time, doing vipassana” (1997), el cual trascurre en una prisión de la India donde se realizan varios cursos, incluyendo uno para 1000 presos dirigido por Goenka, el curso de vipassana más grande en tiempos modernos. También podemos encontrar el film “Vipassana in Mongolian Prision” (2018) que relata la experiencia en ese país. A su vez, dos experiencias de vipassana en prisiones de Latinoamérica han sido registradas en documentales, uno de ellos, llamado “Vipassana, el camino de la liberación” (2018), se desarrolla en Brasil, y el otro, “Vipassana en prisión” narra la experiencia en una cárcel de Argentina en el año 2004.

Estas producciones audiovisuales comparten una mirada que rescata el profundo impacto de la práctica de la meditación vipassana en la vida de los reclusos. A lo largo de los diez días de duración del curso los participantes van pasando por diversos estados mentales, emocionales y físicos, que generalmente en los primeros días se caracterizan por la incomodidad, la ira, la tristeza y el sentimiento de querer escapar, y en los últimos por la paz mental, los pensamientos positivos, la esperanza, la ecuanimidad y una sensación física y emocional de ligereza. Generalmente, en la mitad del curso se da un proceso de afloramiento de los dolores más profundamente enterrados en la psique, y una aceptación y resolución de los mismos que sana las heridas.

Para finalizar, y destacando el hecho de que el propósito por el cual los directores de “The Dhamma Brothers” realizaron el film es crear consciencia sobre la posibilidad de que las cárceles puedan ser lugares para una efectiva rehabilitación de los reclusos mediante la práctica de la meditación, creando condiciones para mejorar la realidad diaria de las prisiones, entendemos que el film cumple muy bien su cometido, ya que demuestra cómo el opresivo ambiente carcelario puede convertirse en un remanso de paz y tranquilidad.

En estrecha relación con la visión budista de la potencialidad de redención de los seres humanos, el documental se permite cuestionar los estereotipos habituales sobre los hombres detrás de las rejas, exponiendo sus aspectos más humanos. Como sabemos, la historia del budismo abunda de ejemplos de personas que pese a haber cometido los peores actos se transformaron profundamente y se iluminaron. Para mencionar dos historias clásicas, recordemos a Angulimala, un asesino que había matado cientos de personas y tenía una guirnalda de dedos humanos alrededor del cuello, quien tras un encuentro con el Buda se arrepintió profundamente de sus actos y se convirtió en un monje. Otro caso es el del emperador de la India Asoka, quien se destacaba por la crueldad de sus campañas de conquista. Tras una matanza particularmente brutal, se arrepintió profundamente y se convirtió al budismo, transformándose en uno de sus más grandes difusores.

En suma, tanto la tradición literaria budista como los films que muestran la práctica de meditación en las cárceles, entre los cuales se encuentra el documental reseñado aquí, revelan el poder transformador de la enseñanza del Buda y su visión esperanzada de la humanidad, donde hasta los peores criminales pueden redimirse en el momento en que se enfrentan a su propio sufrimiento. No hace falta ser un santo o un monje para sentarse a meditar, cualquiera que quiera experimentar sus beneficios puede hacerlo, y así encontrar paz y felicidad.

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