Felicidad, expectativas y aprender a perder: una entrevista con Ajahn Brahm

Anne Wisman

Ajahn Brahm. Fuente: chademeng.com

Hace poco, Buddhistdoor Global tuvo la oportunidad de entrevistar a Ajahn Brahm, abad del monasterio Bodhinyana, situado cerca de la ciudad australiana de Perth, y director espiritual de la Sociedad Budista de Australia Occidental. Nacido en Londres en 1951, Ajahn Brahm se graduó en física teórica en la Universidad de Cambridge. Tras graduarse, dio clases en un instituto durante un año antes de viajar a Tailandia para ordenarse como monje theravada con Ajahn Chah. Tras más de 40 años de experiencia en la vida monástica, Ajahn Brahm ha escrito varios libros sobre mindfullness y meditación, que han sido éxitos de ventas, y ha dado charlas en las Naciones Unidas, así como en las oficinas centrales de Google y Facebook. En marzo, Ajahn Brahm estuvo en Hong Kong para dar una serie de conferencias sobre «Cómo vivir feliz todos los días». Basándonos en ese título, nuestra conversación no tardó en abordar el tema de la felicidad.

Buddhistdoor Global: ¿Cómo describe usted «vivir feliz»?

Ajahn Brahm: Vivir feliz es vivir en paz, con aceptación, con amor, no amor en el sentido de amar a una persona, sino en el de amar la vida. Puede que no siempre estemos a buenas con nuestros seres queridos, podemos discutir o tener desacuerdos con ellos, pero no por eso dejamos de quererlos. Del mismo modo, la vida puede darte malos momentos, pero siempre puedes amarla. Tenemos que abrir las puertas de nuestros corazones a la vida. Cuando las cosas se ponen difíciles, no pensar: «Esto no debería haber sucedido». En lugar de eso, aceptarlo como parte de la vida: así es como aprendemos y crecemos. Yo no lo llamo sufrimiento, lo llamo «dolores de crecimiento».

BDG: Parece que en la actualidad hay más personas «infelices» que en el pasado. ¿Tiene alguna explicación al respecto?

AB: Sí, creo que hay una. Este hecho está relacionado con las expectativas. Hoy en día hay mucha gente que es infeliz porque sus expectativas sobre sí mismos y su vida son demasiado elevadas. Si no estás donde quieres estar ahora mismo, desplaza tu deseo a tus circunstancias actuales. Ajusta tus expectativas y la vida te satisfará. ¿De dónde vienen las expectativas? De nosotros mismos, de la sociedad y del mundo. No escuches al mundo, no te preocupes por cumplir con esas expectativas. Escucha a tu corazón, a la sabiduría. Donde estás debería ser donde quieres estar. Ese es el secreto de la felicidad.

No te fuerces para alcanzar objetivos poco realistas. Si tienes objetivos poco realistas fracasarás y, cuando lo hagas, sentirás que no sirves para nada. Así que reduce tus expectativas. Es bastante intuitivo, pero va en contra de lo que nos han enseñado. En este mundo, tendemos a escuchar lo que nos cuentan los demás. Escuchamos a expertos, pero ellos tampoco saben nada. El conocimiento y la sabiduría siempre son un trabajo en proceso, nunca se completan.

Por ejemplo, la gente siempre piensa que para ser feliz hay que tener éxito, lo que es completamente erróneo. Y, después, hay psicólogos que dicen que primero tienes que ser feliz y entonces tendrás éxito. Ninguna de esas dos cosas es cierta. Al contrario. La felicidad es el éxito. No es lo que los demás piensan, escriben o dicen sobre ti; en primer lugar tienes que estar contento contigo. Y cuando puedas mostrar bondad y compasión contigo, podrás mostrarlas con los demás.

BDG: Sí, un ejemplo muy triste de la presión que ejercen estas expectativas son los suicidios de jóvenes que acostumbran a aparecer en prensa. Niños pequeños, hasta de siete años, acaban suicidándose porque se sienten presionados. ¿Puede dar algún consejo a nuestros lectores sobre este tema?

AB: Si tienes hijos, sé bueno con ellos. Aquí el sistema educativo está muy centrado en la competitividad. Los padres deben aceptar que la mitad de los niños de Hong Kong tienen una inteligencia por debajo de la media. Es lógico, es la definición misma de lo que es una media.

Ir a una universidad o un colegio de élite no los hará felices. Lo harán otras cosas, como estar con la familia. Lo que necesita tu hijo es pasar tiempo contigo. No que lo regañen, sacar buenas notas o tener ropa cara. Y si es feliz, tiene éxito.

Los niños de Finlandia, por ejemplo, no empiezan el colegio hasta los siete años. Nunca tienen deberes y siguen puntuando en la zona más alta de los índices internacionales sobre educación. Crecen, no se los obliga ni se los fuerza, crecen a su propio ritmo.  Igual que no obligamos a los árboles a crecer más deprisa, no debemos forzar a nuestros hijos. ¿Por qué tratamos a nuestros hijos como si fueran productos de una fábrica? ¿Por qué los obligamos a hacer cosas que ellos no quieren hacer, pero sus padres sí? Divertirse es una parte importante del aprendizaje. Los niños son curiosos, quieren aprender, pero, si los fuerzas, matas su curiosidad.

BDG: Hoy en día, mucha gente emplea la meditación para gestionar el estrés y las preocupaciones vitales, en un intento por obtener un poco de paz interior y con el mundo. Pero a menudo oímos hablar de personas que trabajan y tienen otras preocupaciones que los distraen de alcanzar el estado meditativo, lo que a menudo acaba conllevando más estrés. ¿Tiene algún consejo para estas personas?

AB: Lo importante al meditar no es el resultado. Obtener algo. Sino el proceso. Cuando las personas se centran en el resultado es cuando se estresan y no logran meditar. Centrarse en los resultados no es nada budista.

La meditación no consiste en alcanzar algo. No meditamos para alcanzar algo; meditamos para soltar cosas. Ahora, yo digo que meditamos para perder cosas. Así que los grandes meditadores son grandes perdedores. Cuando la gente me mira y dice: «Usted tenía un buen título de una buena universidad y, mírese ahora, es usted un perdedor», yo respondo: «Muchas gracias, que gran halago». Ser un perdedor es mi objetivo en la vida, y el mayor perdedor de todos fue el Buda. No le quedaba nada, excepto vacío y libertad. Eso es un perdedor. Así que, en lugar de esforzarte por cumplir con las expectativas, ¡conviértete en un perdedor y piérdete!

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