El budismo en Cataluña y la CCEB

Basili Llorca

Este artículo es parte de nuestra edición especial «El budismo en los países de habla hispana»

El budismo, tradición de origen asiático, ha conseguido un gran avance en su implantación y reconocimiento en nuestro país, cuenta con una buena valoración social, y en general tiene ‘buena prensa’. Hay un interés creciente por su filosofía y, especialmente, por la meditación y otros métodos de práctica budista. Su influencia es evidente en terapias y versiones modernas de la meditación, actualmente de plena moda. Su conocimiento de la mente es objeto de investigación científica, y se valora su espiritualidad no dogmática.

Pero esto no siempre fue así. Hace solo cuarenta años, el budismo era aquí prácticamente desconocido, excepto para unos pocos estudiosos, literatos o artistas.

El conocimiento y presencia del budismo en la Península Ibérica es pues relativamente reciente, a diferencia de otros países europeos, como Inglaterra o Francia que, por sus colonias o contactos comerciales en Oriente, habían conocido el budismo autóctono de los países colonizados. Ese contacto directo y más temprano facilitó allí su conocimiento y estudio y la traducción de textos de distintas tradiciones al inglés, francés o ruso.

España, en cambio, tuvo su mirada puesta en América y África, sus principales áreas de influencia y expansión colonial. Esto, unido a las fuertes influencias judeocristianas e islámicas, explica el desconocimiento del budismo, considerado algo remoto y exótico. A nivel popular, y hasta los años setenta del siglo pasado, lo más cercano al budismo eran las novelas fantásticas sobre El Tíbet de Lobsang Rampa, y muchos incluso lo consideraban una secta. Académicamente, la presencia del budismo o su filosofía era casi nula. Sólo en años recientes, y gracias al interés de algunos profesores, su estudio empieza a introducirse en una universidad que adolecía de estudios orientales.

El monasterio budista del Garraf. De 3viajes.com

Llegada del budismo

Los primeros contactos directos con el budismo se remontan a los años setenta del siglo pasado. Tras años de dictadura y con una sociedad encerrada en sí misma, la búsqueda de libertad, de nuevos paradigmas o la fascinación por la espiritualidad oriental llevó a algunos jóvenes españoles a viajar a Oriente, principalmente a India y Nepal. Fueron los primeros candidatos a budista, que recibirían transmisiones y enseñanzas de maestros, sobre todo de los linajes tibetanos. Coetáneamente, otros buscaban inspiración en el budismo zen en Europa, especialmente en Francia, donde se habían establecido algunos centros de esta tradición, introducida por Taisen Deshimaru.

Esos primeros contactos darían lugar a la invitación y llegada de lamas tibetanos y maestros del zen. Fueron el germen de la penetración del budismo en España, ya que animaron a crear centros estables para seguir recibiendo la trasmisión del budismo y facilitar su práctica de manera continuada. Los primeros centros se establecen a finales de los años setenta, especialmente en 1977, principalmente tibetanos en Barcelona, Ibiza y Madrid, y del zen soto en Sevilla. Con los años, el número de centros budistas iría creciendo y también la presencia de diferentes linajes y tradiciones.

El budismo en Cataluña

En Cataluña, el establecimiento y consolidación de centros budistas fue paralelo al del resto de España, con predominio de los tibetanos y del zen soto. De hecho, los mayores tienen centros afines en otras partes del Estado. Quizá la única diferencia, compartida por la Comunidad Valenciana y en menor medida por Andalucía, sería una mayor densidad de centros.

Los primeros grupos se establecieron en Barcelona. Una visita de Akong Rimpoche, de la escuela tibetana kagyu karma, dio lugar a la creación en 1978 del centro Samye Dzong (en su nombre actual), que se ramificó en otros grupos, como el centro de retiros Samye Dechi Ling, en el que se realizarían por primera vez dos retiros de tres años. Por esas mismas fechas, y tras dos visitas a Ibiza en 1977 y 1978 del Lama Thubten Yeshe, de la escuela tibetana guelug, sus discípulos establecieron varios centros, denominados Nagarjuna, en Barcelona, Ibiza y otros lugares de España que serían el germen de la actual FPMT. El primer centro zen, la Asociación Nalanda de la escuela soto, fue fundado en 1981 en Barcelona por Jesús Martínez, un discípulo de Deshimaru.

Con el tiempo y la visita de otros maestros, principalmente tibetanos, se formaron nuevos grupos de practicantes que establecieron centros en Barcelona y otras ciudades y entornos rurales de Cataluña.

Entre los maestros tibetanos más conocidos y los nuevos centros creados bajo sus auspicios, encontramos a SS Sakya Trizin y los centros Sakya Tashi Ling y Sakya Gepel Ling; Shempen Dawa Rimpoche y los centros Nyingma Tersar; Sogyal Rimpoche  y la Asociación Rigpa; Gyetrul Jigme Rimpoche y Padma Ling; Gueshe Lobsang Tsultrim, primer lama residente de forma estable en España, y el centro Tara; o Chögyal Nankhai Norbu y la Comunidad Dzogchen.

Cabe mencionar las visitas de SS el Dalai Lama a Barcelona, la primera en 1982, que contribuyeron decisivamente a la visibilidad del budismo, y muy especialmente en 1994, para la iniciación de Kalachakra, que congregó a varios millares de personas. La Casa del Tíbet de Barcelona, establecida en 1994 y dirigida por el Ven. Thubten Wangchen, también ha contribuido decisivamente a dar a conocer la cultura y budismo tibetanos.

La Casa del Tíbet de Barcelona. De facebook.com/casadeltibet

En cuanto al zen, se han ido creando nuevos centros, básicamente de la escuela soto, bien como resultado de escisiones de otros, como la Comunidad budista Zen Soto, surgida del Dojo Nalanda, o por nuevos maestros de líneas de transmisión diferentes. Y de la escuela coreana, los centros Kwan Um, fundados por discípulos de Sheung Shahn.

Aunque el predominio del budismo tibetano, seguido del zen, se ha mantenido, con el tiempo han aparecido grupos y centros de otras tradiciones con menor implantación aquí. Entre ellos, el centro de retiros Dhamma Neru, del maestro Goenka, perteneciente al theravada que sí tiene más presencia en otros países europeos; el centro Sokka Gakai perteneciente al budismo social japonés, o la Comunidad Interser, del maestro vietnamita Thich Nhat Hanh.

Una característica del budismo en Cataluña, que comparte con el resto de España, es que la práctica totalidad de los budistas son autóctonos. Sólo recientemente han empezado a llegar algunos inmigrantes de países asiáticos, como chinos o tailandeses que, siendo budistas de origen, se empiezan a organizar en grupos para realizar sus prácticas tradicionales.

Aunque no existe un censo preciso de grupos y entidades budistas en Cataluña, su número actual rondaría los cuarenta. Es igualmente difícil dar una cifra de budistas, dado que no todos están adscritos a centros concretos y muchos se muestran reticentes a encasillarse como tales.

Centre Zen de Barcelona. De zenbarcelona.org

Las primeras asociaciones budistas

Aunque en los primeros momentos, algunos de los nuevos budistas participaban en actividades de varios linajes, e incluso en la fundación de distintos centros, en general, en los primeros años, no hubo colaboración o iniciativas conjuntas de los diferentes grupos o tradiciones. Sus actividades se circunscribían a sus propios grupos, maestros o tradiciones, con variados grados de desinterés hacia los demás. Incluso, a veces, con cierta desconfianza en otras escuelas o linajes en el caso de los tibetanos, o por discrepancias en el reconocimiento oficial de los diferentes maestros o escisiones en los del zen.

La primera iniciativa relevante para crear una plataforma conjunta de centros budistas surgió tras la XI Asamblea Internacional de la Unión Budista Europea (EBU), organizada en Barcelona en 1986 por la Asociación Nalanda, primer miembro español de la EBU. Se vio la necesidad de una institución que representara a los centros budistas, que les diese visibilidad y fuese interlocutora ante las autoridades, con el fin de conseguir el reconocimiento del budismo al amparo de la nueva Ley de libertad religiosa surgida tras la democracia.

Se concretaría en la fundación de la Federación de Comunidades Budistas de España (FCBE), reconocida en 1995. En ella participaron como miembros fundadores las cinco primeras Comunidades Religiosas Budistas, que se habían inscrito como tales en el Ministerio de Justicia, condición necesaria para su inscripción en la FCBE. Fue un paso importante en la coordinación y sobre todo en la visibilidad e institucionalización del budismo. La FCBE conseguiría, tras un largo proceso burocrático, otro hito importante con el reconocimiento en 2007 del budismo como religión de Notorio Arraigo. Ello contribuyó definitivamente al pleno reconocimiento institucional y social del budismo en España, lo que facilitaría el establecimiento de nuevas entidades y centros budistas.

La coordinadora catalana d’entitats budistes (CCEB)

Curiosamente, otro encuentro internacional fue el marco, como en el caso de la FCBE, de una nueva iniciativa de asociacionismo budista. En el IV Parlamento de las Religiones del Mundo, que tuvo lugar en Barcelona en 2004, con participación de muchas confesiones religiosas, entre ellas del budismo, se planteó la necesidad de una asociación que aglutinara y creara sinergias entre las diferentes entidades budistas en Cataluña, hasta entonces disgregadas, que contribuyese a normalizar la presencia del budismo en la sociedad y con las instituciones catalanas. Por esa iniciativa y con el apoyo de algunos budistas y centros de varias tradiciones, se constituyó en 2007 una asociación sin ánimo de lucro, denominada Coordinadora catalana d’entitats budistes (CCEB), con ámbito principal de actuación en Cataluña y las Islas Baleares. Sus fines serían:

  1. La unión jurídica de centros, entidades y asociaciones que, desde las diferentes corrientes budistas reconocidas, tengan como fines propios la preservación, fomento y difusión del budismo en diferentes ámbitos, tales como el pedagógico, la práctica, las publicaciones u otros; y de este modo, fomentar valores humanos en todos los ámbitos de la sociedad, promoviendo el bien común y la paz a través de la difusión y la práctica de las enseñanzas budistas.
  2. Representar a las entidades asociadas ante la Administración pública, los medios de comunicación y ante otras entidades y asociaciones públicas y privadas.
  3. Facilitar la cooperación y la actuación conjunta en el ámbito local, estatal e internacional con otras entidades budistas, y delante de instancias públicas y sociales.
  4. Promover el reconocimiento y normalización social del budismo en la sociedad.

Conviene resaltar un aspecto de los estatutos de la CCEB relevante para entender su visión. Se consideró importante que sus miembros no tuvieran que ser necesariamente comunidades religiosas, como en el caso de la FCBE. Podría formar parte cualquier entidad que, constituida como asociación, se definiera budista en sus estatutos y promoviese el budismo y sus valores en cualquier ámbito. Eso facilitaría la incorporación de entidades ya legalizadas como asociaciones, de otras que pudieran tener dificultades para reunir los engorrosos requisitos legales de una comunidad religiosa, o incluso de aquellas que no se sintieran cómodas con la etiqueta de religiosas. Existe un sector de budistas que consideran que el budismo no se ajusta al concepto que se tiene de religión, por otra parte, bastante desprestigiada, y prefieren considerarlo una filosofía y forma de vida, o un camino de liberación o despertar.

En su constitución, la CCEB contaba con trece miembros, con gran predominio de entidades del budismo tibetano, fiel reflejo de la realidad del budismo en Cataluña. Con el tiempo, se han asociado otras tradiciones, especialmente del zen, que han equilibrado algo ese predominio. Actualmente, cuenta con veintinueve miembros de pleno derecho.

Es importante señalar que, desde su fundación, la CCEB ha mantenido una buena relación con las instituciones catalanas, en especial con la Oficina d’Affers Religiosos de la Generalitat. Con ella se firmaría en 2009 un convenio de ayuda institucional de cuatro años que facilitó el desarrollo de sus primeras actividades.

La actividad de la CCEB, tras su acto de presentación oficial del 17 de diciembre de 2008, se centró, sobre todo en los primeros años, en establecer una base organizativa y en gestionar la ayuda institucional. Además de cohesionar y crear sinergias entre los centros budistas, representarlos en instituciones y participar en actividades interreligiosas.

Una actividad pública relevante de la CCEB han sido las Jornadas sobre el budismo en Cataluña, celebradas anualmente, que en 2018 llegaron a su VIII edición, tratando monográficamente temas como el presente y futuro del budismo, el budismo en Occidente, el budismo comprometido, o su relación con la educación, la sociedad o el sufrimiento y la muerte, entre otras temas. Otra actividad relevante es la celebración del Wesak, que se viene realizando desde 2009, con la colaboración y participación de budistas de los diferentes centros y tradiciones. También ha organizado seminarios sobre temas como la muerte o el voluntariado, o grupos de trabajo sobre economía o las tradiciones espirituales. Ha publicado dos ensayos, Una guía de la muerte para budistas y Presente y futuro de las tradiciones espirituales.

Con la perspectiva de los ya cuarenta años de budismo en Cataluña, se constata un gran avance en su implantación y reconocimiento, algo impensable para los que vivimos los momentos de su introducción. La CCEB, en sus diez años de existencia, a pesar de contar con pocos recursos, ha conseguido consolidarse y ganar en presencia, ha contribuido a la normalización del budismo, sobre todo a nivel institucional, y a generar un sentimiento creciente de comunidad entre los diferentes grupos instalados en Cataluña.

Pero el budismo, aunque ya definitivamente implantado, es aún nuevo en nuestra sociedad, lo que plantea retos, tanto para la CCEB como para los centros y budistas en general. Como, por ejemplo, la carencia de recursos financieros y humanos, la aún escasa implicación de los centros, el poco diálogo entre los propios budistas, la participación de jóvenes, o la insuficiente presencia en la sociedad. Otro reto importante es la adaptación del budismo a la sociedad y tiempos actuales, el peligro de anquilosamiento en las formas tradicionales o de simplificación y reduccionismo. Con todo, el budismo siempre ha sabido adaptarse a las nuevas culturas en las que se ha introducido, utilizando los nuevos contextos sociales, culturales o psicológicos como una oportunidad para desarrollar nuevas expresiones de su sabiduría atemporal y universal.

Bibliografía

Díez de Velasco, F. El budismo en España. Historia, visibilización e implantación. Ed. Akal Universitaria. Serie Religiones y mitos. (ISBN 978-84-460-3679-1).

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Basili Llorca. Cortesía del autor

Basili Llorca (Alcoi, 1952) se inició en el budismo en 1978, formándose como monje budista, durante catorce años, en Monasterios de Nepal, India y Francia con enseñanzas y transmisiones de SS el Dalai Lama, Lama Thubten Yeshe, Kyabje Zopa Rimpoche, Ken Gueshe Tekchog, Tarab Tulku y Chögyal Namkhai Norbu, entre otros maestros de diferentes escuelas tibetanas. Enseña filosofía y práctica del budismo desde hace más de veinticinco años en diferentes centros. Es Presidente fundador de Dharmadhatu y de la Asociación Educación Universal. Participó en la creación y dirección de centros de la FMT. Fue Vicepresidente de la Casa del Tíbet de Barcelona y Vicepresidente fundador de la CCEB. Es Máster en Métodos para el Crecimiento Personal.

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