Budismo moderno

ISMAEL APUD

Se denomina budismo moderno al conjunto heterogéneo de prácticas e ideas budistas que se han visto transformadas en su encuentro con el Occidente moderno de los últimos dos siglos. Esta larga trayectoria permea hoy en día en la práctica y entendimiento de distintos practicantes, tanto en Oriente como Occidente.

El proceso de modernización del budismo se ha caracterizado por distintas reformulaciones del budismo tradicional en clave occidental. Tenemos por ejemplo el distanciamiento del practicante moderno con respecto a los aspectos más mágicos o mitológicos del budismo. En su contexto tradicional, el budismo frecuentemente se ve asociado a un conjunto variopinto de creencias y prácticas mágico-religiosas, como la atribución de capacidades sobrehumanas a aquellas personas cercanas a la iluminación, la creencia en seres sobrenaturales de distinta procedencia, el reconocimiento de vidas pasadas, y cosmologías que incluyen tierras puras, cielos e infiernos.

En el budismo moderno es común que se desestimen estos elementos, o bien se consideren símbolos que expresan verdades de otra índole. Por ejemplo, seres divinos como las dakinis tibetanas serían para muchos budistas modernos tan solo expresiones simbólicas femeninas de la conciencia en su estado de mayor claridad. También es común que aspectos mágicos y milagrosos de la biografía del Buda sean por lo general considerados como alegorías que nos permiten captar aspectos relevantes sobre el camino de la sabiduría. Finalmente, ideas como el karma y la reencarnación son entendidas muchas veces como metáforas psicológicas de lo que serían condicionamientos y compulsiones mentales. Estas transformaciones forman parte de lo que en los estudios de la religión se denomina «metaforización de la religión», esto es, la ficcionalización de creencias y relatos religiosos que anteriormente eran consideradas en forma literal.

El budismo moderno se caracteriza por un especial interés en la meditación, aspecto que dio lugar a la proliferación de centros focalizados en ella. En la foto, sala de meditación del dojo budista Zen Kannon, en el corazón urbano de Barcelona. Fotografía tomada por el autor, abril de 2017

Otro aspecto clave del budismo moderno es su énfasis en la práctica de meditación como esencia del budismo, relegando a un segundo plano aspectos de igual importancia, como ser la práctica devocional, la transferencia del mérito, o el culto a las reliquias. Es por ello que el practicante occidental puede sentirse un poco contrariado cuando viaja a países asiáticos y encuentra que el budismo no solo es un camino de búsqueda espiritual, sino también un conjunto de prácticas y creencias populares y cotidianas, como la devoción y plegarias a bodhisattvas.

En Japón es común dejar dinero a los bodhisattvas en los templos, práctica que se denomina saisen. Estos aspectos más devocionales del budismo tradicional son dejados de lado por gran parte del budismo moderno. En la foto, devoto realizando su plegaria al bodhisattva Kannon, luego de arrojar su moneda en la saisen-bako (caja grillada de madera en la parte inferior). Fotografía tomada en el templo Sensoji en Tokio, por el autor, mayo 2017

Los orígenes del budismo moderno pueden situarse en el contexto colonial victoriano del siglo XIX. En aquel entonces, la intelectualidad de la época intentaba dibujar esas «otredades» no occidentales que el colonialismo debía administrar. La construcción de otredades como el «budismo», el «orientalismo», el «hombre salvaje», y el «chamán», fueron por un lado descripciones y generalizaciones basadas en fenómenos reales. Pero también y no menos cierto, fueron proyecciones imaginarias de una otredad no-europea, muchas veces denigrada, pero a veces idealizada en forma romántica.

Al igual que con el chamanismo y el orientalismo, el estudio del budismo se vio sumergido en ciertas tensiones del pensamiento intelectual y académico de la época, vinculadas a los debates entre el iluminismo y el romanticismo. Desde el iluminismo, la ciencia fue considerada como el estandarte del triunfo del Occidente moderno por sobre la superstición y la religión. Desde el romanticismo, la ciencia fue vista como la representante del materialismo y el racionalismo desapasionado de la sociedad occidental, algo que debía ser confrontado a través del reencantamiento del mundo, el reencuentro con la espiritualidad, y una visión artística del mundo.

Para el caso del budismo, esta tensión entre iluminismo y romanticismo se manifestó de distintas maneras. Por un lado, y desde el iluminismo, el budismo fue por momentos considerado una concepción arcaica, pesimista y nihilista de la vida. Pero también circularon versiones más positivas del budismo, que fue entendido como un sistema de creencias cercano a la ciencia. Algunos intelectuales vieron al Buda histórico como alguien que rechazó el dogma y la intervención divina, y promulgó el entendimiento del funcionamiento del universo y la importancia de la experiencia individual para llegar al conocimiento. Esta visión encontró eco en el romanticismo, donde se entendió al budismo como una alternativa espiritual distinta al cristianismo, que respetaba la libertad de pensamiento, sin perder la búsqueda mística sobre la vida y lo trascendente. De esta manera, y desde ambos polos, surge en occidente la idea del Buda histórico como un filósofo práctico o bien un científico místico.

El Tempo Blanco de Takashi Yamaguchi & Associates, Kyoto, Japón. Fuente: https://architizer.com/blog/inspiration/collections/buddhist/

En la segunda mitad de siglo XX, y principalmente luego de la Segunda Guerra Mundial, el diálogo entre budismo y Occidente se reformula, esta vez en contrapunto con una crisis global de sentido que caracteriza lo que algunos autores han denominado postmodernidad. Esta crisis fue el resultado de distintos hitos propios de un contexto de posguerra: las inequidades sociales a nivel mundial, la aparición de armas nucleares y la amenaza de una destrucción global, los problemas climáticos causados por la industrialización, las crisis cíclicas de la economía mundial, entre otros. El desencantamiento de los caminos de progreso Occidental condujo a la profusión de movimientos de distinta índole: la contracultura de los años 1960, los movimientos de derechos civiles, el feminismo, el ecologismo, las protestas antibélicas, y la búsqueda de nuevos modelos de vida alejados de las premisas materialistas de la sociedad moderna.

Aparecen entonces movimientos religiosos y espirituales que revindican la búsqueda de nuevos caminos de realización existencial, a través de sabidurías y prácticas no occidentales. Tenemos por ejemplo las experimentaciones neochamánicas y el turismo enteogénico, principalmente en Latinoamérica. En el caso de las tradiciones orientales, vemos la popularización de los gurús de la India, así como un creciente interés por las prácticas de meditación budista. Nuevos modos de practicar y entender el budismo hacen su aparición, a veces separados de sus enclaves institucionales, otras cristalizados en una mayor privatización y fragmentación de creencias y prácticas. Ideas y prácticas budistas comienzan a dialogar y amalgamarse con otras tradiciones religiosas, dentro de las emergentes redes psico-espirituales postmodernas.

En las redes psico-espirituales postmodernas, es común encontrar imágenes e ideas budistas, amalgamadas con prácticas y creencias chamánicas, esotéricas y de la Nueva Era. En la foto, sala de ceremonias neochamánicas de un centro de Valencia, España. Al centro de la sala, vemos una estatua de buda. Fotografía tomada por el autor, agosto 2016

Actualmente, la popularidad del budismo se refleja en su extensa dispersión a nivel global, tanto a nivel institucional como en la cultura popular. En Occidente, el budismo ha demostrado ser una buena alternativa para las aspiraciones existenciales de aquellos buscadores espirituales insatisfechos con los caminos de bienestar materialista o aquellos pertenecientes a religiones tradicionales de matriz judeo-cristiana.

Para ciertos estudiosos del tema, muchas de las transformaciones del budismo moderno transgreden un conjunto de principios considerados esenciales al budismo en tanto tal. Para otros, las traducciones y transformaciones culturales del budismo en Occidente son el reflejo de su perpetua capacidad de adaptación, flexibilidad e innovación. Dichas características no son nuevas, sino propias de la matriz cultural y cosmovisión budista, y son de hecho las que posibilitaron su expansión a lo largo de toda Asia y el mundo.  En este sentido, el budismo moderno y postmoderno quizás no representen un alejamiento del «budismo verdadero», sino lecturas innovadoras de una tradición que nunca dejó de cambiar a lo largo de los siglos, en su pasaje por distintos contextos culturales locales y globales.

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Datos del autor: PhD Ismael Apud. Docente de la Facultad de Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Investigador, Sistema Nacional de Investigadores (SNI), Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), Uruguay.

Lecturas recomendadas:

Almond, Philip (1988) The British Discovery of Buddhism. New York: Cambridge University Press.

Heine, Steven, y Charles Prebish (2003) Buddhism in the Modern World: Adaptations of an Ancient Tradition. New York: Oxford University Press.

López Jr., Donald (1995) Curators of the Buddha. The Study of Buddhism under Colonialism. London: University of Chicago Press.

López Jr., Donald (2008). Buddhism & Science. A Guide for the Perplexed. Chicago & London: University of Chicago Press.

McMahan, David (2008) The Making of Buddhist Modernism. New York: Oxford University Press.

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